Sonia Díez presenta 'El fin de la educación tal y como la conocemos' (Media Luna, 2025)..

Sonia Díez presenta 'El fin de la educación tal y como la conocemos' (Media Luna, 2025).. Cedida

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Sonia Díez, psicóloga, sobre la educación en España: "El modelo actual fue diseñado por un mundo que ya no existe"

En 'El fin de la educación tal y como la conocemos', la autora advierte de una ruptura profunda entre aulas, sociedad y necesidades vitales.

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La educación atraviesa un punto de inflexión histórico. No por una crisis puntual ni por un debate coyuntural, sino porque el modelo sobre el que se ha sostenido durante décadas ha dejado de responder a la realidad para la que fue concebido.

Esa es la tesis central de El fin de la educación tal y como la conocemos. Manifiesto por la educación que nuestros hijos merecen (Media Luna, 2025), el último libro de Sonia Díez, presidenta de la Fundación Ítaca y del Comité Científico de la Cátedra EducAcción de la Universidad Autónoma de Madrid, además de miembro del Instituto de Formación e Investigación de Naciones Unidas (UNITAR).

Lejos de un tono apocalíptico, el "fin" al que alude en el título no implica la desaparición de la educación, sino el cierre de una etapa. "No se acaba la educación; se termina una forma concreta de entenderla", sostiene Díez. Y es que el sistema escolar actual —explica— fue diseñado para un mundo estable, previsible y analógico, un contexto que ya no existe.

Cuando un sistema deja de cumplir su función social básica, advierte la psicóloga, el riesgo no es solo su obsolescencia, sino el coste humano que genera. Y esto precisamente es lo que está ocurriendo con la enseñanza en España.

La escuela sigue operando bajo lógicas del pasado mientras el presente se acelera, lo que produce una brecha creciente entre lo que se enseña y lo que realmente necesitan las personas para desenvolverse en la vida adulta. Una distancia que se traduce en desmotivación, malestar emocional y una sensación generalizada de falta de sentido.

Descontento generalizado

El análisis que desarrolla la autora no se apoya en percepciones aisladas, sino en datos. EI Barómetro EducAcción, elaborado junto a Metroscopia, arroja conclusiones contundentes: cerca del 90% de los españoles considera que el sistema educativo necesita una transformación profunda.

Solo el 24% cree que prepara adecuadamente para el mundo laboral y apenas un 26% percibe que los alumnos disfrutan aprendiendo. A ello se suma que más del 70% de la ciudadanía opina que la escuela no está previniendo de forma eficaz problemas como la ansiedad, las adicciones o el malestar emocional.

Sonia Díez, psicóloga, sobre la enseñanza española: La amenaza no es la IA, sino la educación sin criterio ético.

Sonia Díez, psicóloga, sobre la enseñanza española: "La amenaza no es la IA, sino la educación sin criterio ético". Cedida

Para Díez, estas cifras evidencian un problema estructural. Porque "cuando un sistema no genera aprendizaje significativo, ni bienestar, ni preparación para la vida adulta, el problema no es el alumnado, ni el profesorado: es el modelo".

Entre los elementos más desconectados de la realidad identifica tres grandes fallos. Primero, una organización rígida que trata de forma homogénea a estudiantes profundamente distintos. Segundo, una enseñanza desvinculada de los retos sociales, tecnológicos y vitales del presente.

Y, en último lugar, un sistema de evaluación centrado en medir la memoria y el cumplimiento, en lugar del criterio, la autonomía y la capacidad de aprender.

El alumnado, protagonista

Uno de los pilares del libro es la apelación directa a la sociedad civil. Y es que la transformación educativa, sostiene, no puede depender únicamente de reformas legislativas o de los ciclos políticos.

Empieza en el entorno más cercano, cuando las familias amplían la conversación más allá de las calificaciones y se interesan por lo que sus hijos aprenden sobre sí mismos y sobre el mundo.

De hecho, el propio barómetro refleja una profunda desconfianza y asegura que cerca del 90% de la ciudadanía no percibe que las decisiones educativas se estén tomando priorizando el interés y el bienestar del alumnado.

Desde ese punto, la obra desplaza el foco hacia la necesidad de redefinir el papel de los estudiantes dentro del sistema. Díez defiende que no pueden seguir siendo sujetos pasivos de decisiones ajenas, sino que deben ser protagonistas de su propio aprendizaje.

"Los estudiantes tienen que ser reconocidos como agentes activos: capaces de opinar, de proponer y de construir su propio itinerario de aprendizaje", afirma.

Y es que, para la autora,  este cambio es algo estructural, no un simple accesorio. "Educar también es ceder protagonismo", subraya, en un sistema que históricamente ha priorizado el control sobre la autonomía.

Aspecto a cambiar

La evaluación ocupa un lugar centra en ese replanteamiento. Convertida durante décadas en un mecanismo de clasificación, ha terminado por condicionar la enseñanza y empobrecerla.

Ante ello, Díez propone un giro de enfoque claro: "Tendríamos que dejar de usarla como castigo o clasificación y empezar a emplearla como orientación y mejora".

Evaluar, insiste, no debería responder a la pregunta de "cuánto sabes", sino a "qué sabes hacer con lo que sabes, cómo lo aprendes y cómo evolucionas".

Por eso, considera necesario incorporar indicadores de progreso, feedback continuo y evaluación de competencias reales, lo que permitiría, en su opinión, alinear la evaluación con el aprendizaje que se declara como objetivo.

Imagen de archivo de una estudiante en la escuela.

Imagen de archivo de una estudiante en la escuela.

En ese sentido, la tecnología y la inteligencia artificial aparecen en su análisis como herramientas decisivas, pero no neutras. "La amenaza no es la inteligencia artificial; es una educación sin criterio ético, sin liderazgo pedagógico y sin proyecto humano", advierte.

La experta asegura que, bien utilizadas, estas herramientas podrían convertirse en aliadas cuando "dejan de sustituir al docente y empiezan a liberarlo", facilitando la personalización del aprendizaje, la detección temprana de dificultades y la reducción de la burocracia que hoy sobrecarga los centros.

El replanteamiento alcanza también a los tiempos y espacios de la escuela. "La enseñanza ya no cabe en el horario escolar", señala Díez, que aboga por modelos más flexibles e híbridos, capaces de integrar proyectos reales, aprendizaje experiencial y entornos digitales bien acompañados.

En esa misma línea, subraya que el diseño de los centros no es una cuestión estética: "El espacio educa, aunque no lo declaremos". Flexibilidad, luz natural, posibilidad de movimiento y contacto con la naturaleza son, a su juicio, condiciones coherentes con metodologías activas que hoy se reclaman, pero que chocan con entornos pensados para la pasividad.

Pese al tono crítico del diagnóstico, el libro se presenta como una invitación a la acción colectiva. Díez sostiene que, por primera vez, coinciden "una evidencia social abrumadora, una urgencia estructural y una ciudadanía más consciente".

Y precisamente de esa convicción nacen un "Manifiesto cívico" y un "Observatorio plural" integrado por 50 expertos independientes que trabajan en el diseño de futuros y proyectos pilotos. Porque, concluye, "cuando una sociedad pasa del diagnóstico a la acción compartida, la reconversión deja de ser un deseo y se convierte en un proceso posible".