Catherine L'Ecuyer, doctora en Educación y Psicología

Catherine L'Ecuyer, doctora en Educación y Psicología

Referentes ENTREVISTA

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ODS 4: La educadora canadiense investiga los métodos de aprendizaje que se aplican en los colegios y plantea la urgencia de una educación pública diversa e inclusiva.

23 septiembre, 2021 02:45

A lo largo de los siglos, la forma en la que educamos ha evolucionado. Sin embargo, los niños siguen siendo los mismos. Así lo cree la educadora Catherine L'Ecuyer (Canadá, 1974), que aboga por una educación pública diversa e inclusiva.

Esta doctora en Educación y Psicología ha dedicado parte de su vida a estudiar los diferentes métodos de aprendizaje y a hacer entender que, como dice ella misma, "conocer es crecer, transforma al que hace suyo lo aprendido". Con estas palabras se resume la filososfía que desprende su último libro, Conversaciones con mi maestra (Espasa, 2021).

En él cuenta, a través de distintos personajes, lo que sucede hoy en las aulas, abriendo un debate sobre el uso de las nuevas tecnologías y la importancia de la educación emocional.

"Antes, los niños aprendían a resolver conflictos por sí solos sin la mediación constante de adultos", explica. Ahora, por el contrario, cada uno vive en su "cueva digital".

Las familias tienen que recuperar su protagonismo en la educación de sus hijos

En su libro menciona distintas corrientes filosóficas que inspiran los métodos de aprendizaje. ¿En qué consisten?

La primera es la corriente mecanicista, en la que el niño es pasivo y la educación consiste en inculcar desde fuera porque la letra con sangre entra. La segunda es la romántico-idealista. Según esa visión, la educación está al servicio del proyecto político, no al revés; por lo tanto, el aula asume una función principalmente social y política.

La tercera corriente es la realista-clásica, que considera que el fin de la educación es el niño mismo. Somos lo que hacemos, decía Aristóteles. Conocer es crecer, transforma al que hace suyo lo aprendido. Los padres han de ser conscientes de esas corrientes, saber reconocerlas y ser capaces de escoger la que corresponde a su proyecto familiar.

¿Qué criterios deberían considerar los padres para elegir el colegio de sus hijos?

Los padres han de ser conscientes de que tienen el derecho de influir en la educación de sus hijos. Al margen de las leyes, la libertad educativa solo es efectiva cuando se dan cinco factores.

Han de tener consciencia de cual es su proyecto educativo, ha de existir pluralidad en la oferta educativa y ha de haber claridad a la hora de transmitir el proyecto de cada centro. La elección debería ser el resultado del encaje de esas cuatro piezas.

¿Y el quinto factor?

Es el que más dolores de cabeza causa. Tiene que haber una coherencia entre lo que quiere hacer el colegio (el ideario), lo que dice que hace (el marketing educativo) y lo que hace (la realidad del día a día). En ese aspecto, algunoas escuelas son monstruos con tres cabezas, que se convierten en las peores pesadillas de los padres.

La innovación educativa que desprecia las evidencias será algo obsoleto el día mañana

Pero hay familias que tienen en cuenta otros criterios como el origen socioeconómico o cultural de los niños. 

Defiendo la libertad educativa, pero no estoy a favor de segregar en función del nivel socioeconómico. Es elitista y excluyente. El problema radica en que planteamos la libertad educativa con mentalidad de lucha de clases sociales (la pública versus la concertada y la privada). Eso crea una escisión social.

Planteo una libertad educativa de la que nunca se habla en España. ¿Es normal que unos padres que pagan impuestos no puedan escoger el proyecto educativo de sus hijos? ¿Por qué no existen colegios Decroly o Montessori en las escuelas pública? ¿Por qué solo pueden escoger entre diferentes modelos pedagógicos los que tiene ingresos altos?

Si hubiese libertad de escoger en la pública, otro gallo cantaría. Nos encontraríamos más gente acudiendo a ella, y con una gran mezcla en niveles socioeconómicos. 

En su libro afirma que "para tomar una decisión libremente es necesario conocer las alternativas y sus consecuencias". ¿Se está formando a los niños para que puedan tomar decisiones con libertad?

Depende desde cual de las tres corrientes educativas estemos educando. Aristóteles decía que somos responsables de nuestras decisiones porque son nuestras, no dependen solo del ambiente o de otros, ni están dirigidas por la fuerza del destino o por el azar.

Hoy en día, la educación mainstream alterna entre la corriente conductista y la romántica. Desde el conductismo, el niño no es libre porque actúa de forma mecánica. Desde hace unos años, la educación conductista se basa en aplicar unos incentivos o estímulos externos que producen un placer efímero para producir unos resultados deseados. 

Desde la corriente romántica, el ejercicio de la libertad depende de lo que uno siente, consiste en generar alternativas sin comprometerse con ellas. 

Catherine L'Ecuyer: Si un alumno no puede conectarse a la clase, existe un riesgo real de desconectarse del sistema educativo

Catherine L'Ecuyer: "Si un alumno no puede conectarse a la clase, existe un riesgo real de desconectarse del sistema educativo"

Un profesor indica en el libro que la validez de un método la marca la vivencia, no la teoría. ¿Es más importante la experiencia del educador o las evidencias científicas?

Se trata de un falso dilema que está basado en una guerra imaginaria. La teoría no son ocurrencias imaginadas por un puñado de intelectuales refugiados en una torre de marfil. Es el resultado de los hallazgos basados en la práctica, en las aulas. Es la abstracción de la observación.

La práctica educativa debería ser la aplicación de una teoría contrastada, basada en las evidencias, en la observación. El desprecio de la teoría contrastada siempre acaba siendo desprecio a la realidad.

Es cierto que solo el maestro es capaz de llevar a cabo esa aplicación de una forma que tenga sentido, tiene a mano el contexto educativo. Pero ese trabajo no debería hacerse de espaldas a las evidencias, pues la innovación educativa que desprecia las evidencias no tiene otra ambición que ser lo que es: algo obsoleto el día de mañana.

El ODS 4 (educación de calidad) pretende tener en cuenta las necesidades de cada niño, pero ¿cómo se trabaja esto en aulas?

Con unas ratios de 30 alumnos por clase, la educación personalizada se reduce a un reclamo de marketing educativo. Cuando hablamos de igualdad, inclusión y diversidad, hemos de saber que existen dos formas completamente distintas de plantear esas cuestiones.

Depende de si nos referimos a la igualdad de resultados o a la de oportunidades. La primera apunta a que todos obtengan resultados parecidos. En cambio, la segunda consiste en dar apoyo a los que tienen más dificultad y proporcionar retos a los que son capaces de enfrentarse a ellos, para que todos tengan oportunidades que se ajustan a sus posibilidades. 

Los alumnos necesitan el contacto humano, es un lujo imprescindible en la educación

Hoy por hoy, no es políticamente correcto plantear ese segundo enfoque. Y optamos por mezclar a todo el mundo y nivelar por la base. Lo que conseguimos es precisamente lo contrario de la diversidad: conseguimos una masa homogenizada.

 ¿La educación emocional es necesaria para conseguir estos objetivos?

Antes, los niños jugaban, aprendían a resolver conflictos por sí solos sin la mediación constante de los adultos. También se cenaba en casa todos juntos y era un momento de compartir. Ahora, cada uno pilla lo que encuentra en la nevera, vive en su cueva digital.

Para resolver los problemas, hay que ir a las primeras causas. Por ejemplo, es urgente impulsar políticas de conciliación, de forma que las familias recuperen su protagonismo en la educación de sus hijos, sino los niños llegarán al colegio con cada vez más carencias que dificultan el aprendizaje.

Ahora, los jóvenes tienen las cosas incluso antes de desearlas, ¿cómo enseñas a gestionar la frustración cuando sus deseos no se cumplen?

Dejando que ocurran situaciones normales. Si les sobreprotegemos, llevándoles al colegio el bocadillo que se olvidaron en casa, no estamos dejando que ese proceso natural ocurra.

Las redes sociales acostumbran a la inmediatez. Estorban ese proceso y exacerban la frustración, porque proporcionan un contexto artificial, carente de limitaciones físicas y fisiológicas. 

La brecha digital está entre las familias que limitan el uso de tecnologías y las que no

El umbral de frustración es cada vez más bajo, pues no estamos acostumbrados a tener diálogos serenos con personas que piensan de forma distinta. Las redes son, en mentes inmaduras, una incubadora de fanáticos.

El uso de la tecnología ha sido indispensable para seguir las clases desde casa durante la pandemia. ¿Cómo valora la forma en la que se ha trabajado?

Cuando supimos que eso iba para largo, es la única idea que se nos ocurrió. Había que encontrar una manera rápida y eficaz de comunicarse con los alumnos. Ahora bien, creo que ha habido maneras más o menos acertadas de hacerlo.

Una forma de mitigar el daño fue limitar el uso de la pantalla para las clases en directo en modo interactivo, marcando un límite de tiempo al día. Durante ese tiempo, se da explicaciones a los alumnos y se les deja el resto para hacer trabajos escritos y leer libros.

Ahora que todo eso está atrás, si hay algo que ha quedado muy claro es que los alumnos necesitan el contacto humano. Es un lujo del que no podemos prescindir en la educación.

Defiendo la libertad educativa, pero segregar en función del nivel socioeconómico es elitista y excluyente

¿Y cómo evitar que la digitalización de la educación deje atrás a los más vulnerables?

El argumento de la brecha digital durante la pandemia, en un contexto excepcional de educación no presencial, tiene sentido porque si un alumno no se puede conectar a la clase, existe un riesgo real de que se desconecte del sistema educativo. Pero en un contexto de educación presencial no está respaldado por las evidencias.

¿Por qué?

Los Gobiernos apuestan por la digitalización masiva de las aulas, asumiendo que dar acceso un dispositivo y a internet contribuye a cerrar la brecha socioeconómica. Desde hace unos años, los datos disponibles niegan la hipótesis de la brecha digital.

Common Sense publicó un estudio realizado en 2020 entre niños de 0-8 años, mostrando que a medida que se cierra la brecha digital desde 2011, hay un consumo abusivo de la tecnología en aumento constante en los hogares socioeconómicamente desfavorecidos.

Por lo tanto, el acceso a la tecnología no reduciría, sino al contrario, aumentaría la brecha socioeconómica. La verdadera brecha existe entre las familias que son conscientes de la necesidad de limitar el tiempo de uso de las nuevas tecnologías y capaces de hacerlo, y las que no.