Esperanza Vera posa junto al cartel del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 2.

Esperanza Vera posa junto al cartel del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 2. Quique Falcón

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Esperanza Vera, hambre cero: “El problema del sinhogarismo es de exclusión social”

ODS 2: La joven madrileña acompaña a las personas sin hogar de la mano de su asociación, Bokatas, que intenta poner fin a los estigmas que las excluye de la sociedad. 

2 septiembre, 2021 02:13

Esperanza Vera (Madrid, 1993) preside la asociación Bokatas. Esta ingeniera industrial de 27 años llegó al proyecto hace diez, y ahora compagina su labor social con su trabajo como técnico. Cuando habla, parece que lo hiciera rodeada de los cientos de personas sin hogar a las que acompaña.

¿Cómo fue tu primer día en la calle? ¿Fue como lo imaginabas o no?

Pues sí que hubo un desajuste entre lo que esperaba y la realidad. Cuando llegué, ese primer día me imaginaba todo superoscuro, muy triste, con preguntas como qué voy a decir yo o qué voy a hacer. Y fue una realidad diferente: me encontré con personas como tú y como yo, que tienen aficiones parecidas y con las que hablas con naturalidad como con cualquiera. Al final, como en cualquier relación humana, hay momentos de risa, hay momentos de compartir…

¿Un momento que recuerdes especialmente?

¡He vivido tantos! Un momento especialmente duro fue acompañar un proceso final de vida, ver el ciclo completo. La primera persona con la que hice un vínculo cuando empecé en Bokatas con 18 años acababa de llegar de Rumanía y quería trabajar en la obra. Tuvo la mala suerte de que se rompió un brazo y no pudo seguir trabajando y se vio en calle, y me acuerdo de que era una persona con muchas ganas.

Ser consciente de cómo la calle deteriora a la persona tanto a nivel físico como mental, las enfermedades, los síntomas depresivos… la calle mata, y verlo en la vida de una persona y acompañar su proceso final de vida en la cama de un hospital con 55 años, hizo que me cuestionara muchas cosas. Me hice muy consciente de la dureza que tiene y la injusticia que es. Nos puede tocar a cualquiera, y se nos está muriendo la gente en la calle.

¿En Madrid?

Y en muchas ciudades de España. Y pocas calles más allá de donde estamos, porque cuando estás en esto te fijas más aún. Hay mucha gente en Madrid y ahora mucha más. Y la calle se cobra muchas vidas.

¿Y los prejuicios?

Yo siempre digo, ¿tú has intentado hablar con ellas? Porque muchas veces hay mucho estigma, mucho prejuicio. Es un colectivo que está muy invisibilizado, pero además, hay una carga muy fuerte de prejuicios y etiquetas y eso es lo que mina la autoestima de estas personas. ¿Cómo te sientes cuando nadie te mira en la calle? Tan solo por un día, piénsalo.

Hoy he recibido un wasap de una persona a la que he acompañado 5 años en calle: ahora está trabajando y en una vivienda

¿De dónde vienen los prejuicios?

Los prejuicios son fruto del desconocimiento. Tendemos a pensar que la calle es algo que les pasa a otros, y yo me he encontrado con gente de mi colegio o que han estudiado carreras superiores, gente con unas vidas parecidas a la mía. No es algo tan lejano como parece.

¿Son siempre buenas las reacciones?

Como todas las personas, todos tenemos días. A veces voy de ruta y encuentro una persona que no quiere hablar, pero como yo misma no quiero hablar porque estoy cabreada con lo que me ha pasado durante el día. Hay que respetar los momentos de cada persona.

Esperanza Vera (ODS 2): “El hambre es un síntoma del sinhogarismo; el problema es de exclusión social” Quique Falcón

El bocata es también una forma de entablar conversación, ¿no es cierto?

Siempre decimos que en Bokatas hacemos acompañamiento a personas sin hogar y que es la excusa que nos permite acercarnos a ellos. Nuestra finalidad no es dar de comer, sino acompañar. Es más fácil llegar a alguien con una excusa de “hola, ¿qué tal?, ¿te apetece un bocadillo?”, que simplemente con “qué tal”. Se dice mucho lo de rompehielos.

¿Y funciona?

Facilita muchas veces con personas que conocemos por primera vez o hasta que creamos el vínculo. Luego, al cabo del tiempo, charlas y el bocata queda muy en segundo plano. Con “hola, María, ¿cómo estás?” basta. Buscamos algo más.

Ya que eres ingeniera, ¿dirías que tenéis una metodología?

No hay muchos procesos, es una metodología bastante generalista que se basa en el respeto, la confianza, el estar, el compromiso, no juzgar, acompañar. Nunca vamos a decirle a la persona lo que tiene que hacer. El acompañamiento es desde el respeto absoluto a lo que la persona es en ese momento.

Algunos casos de personas que han conseguido salir de la calle…

Sí, claro. Es verdad que son las menos, la calle hace un deterioro muy grande. Seguimos teniendo muchos centros de personas sin hogar basados en la emergencia que, para eso -una emergencia-, hacen su función, pero que a la hora de la integración de la persona no sirven.

Ahora se está intentando dar un cambio al modelo de intervención más hacia lo basado en la vivienda, como housing first, que pone la vivienda en primer lugar y, desde ahí, se trabaja todo lo demás, o pisos compartidos. En Madrid en concreto se está dando un cambio en los modelos.

Los medios no dejan de crear estigma y prejuicios

¿Alguna buena noticia?

Hoy tenía un wasap de una persona a la que he acompañado cinco años en calle y ahora está en una vivienda y trabajando y está fenomenal. Estas cosas pasan y nos animan a creer que se puede. Yo estoy convencida de que el sinhogarismo algún día se acabará porque es una injusticia muy grande.

En Bokatas todos sois voluntarios… 

Sí, todos somos voluntarios, que creo que es una parte muy importante de nuestra esencia. Somos cuatrocientas personas en Madrid, Valencia y Zaragoza, aunque me veáis ahora aquí, a mi lado están todas esas personas que todas las semanas salen de ruta a acompañar y cada uno de los voluntarios compatibilizamos con nuestro empleo y tenemos nuestra vida profesional más allá de Bokatas. Toda la actividad se mantiene gracias a voluntarios.

Vuestra actividad gira en torno a un concepto clave: el hambre. Pero ¿cómo lo definirías?

El hambre es un síntoma. En concreto en España hay comedores sociales y lugares que proveen ese tipo de recursos. El problema del sinhogarismo es de exclusión social y se trata del último paso; es un problema de que estás fuera del sistema. No tienes derechos.

¿Hay estadísticas que os sirvan?

Uno de los dramas del sinhogarismo es la ausencia de datos: es muy difícil encontrar datos fiables y actualizados. De hecho, tú buscas “número de personas sin hogar en España” en Google y sale que las organizaciones sociales estiman entre 33.000 y 40.000, pero esos datos no son reales y no permiten conocer la problemática.

Los últimos recuentos de Madrid son de 2018, la mitad de personas españolas, predominan más hombres, pero la realidad es que las mujeres sin hogar son una cifra alarmante y están más invisibilizadas. Pérdida de empleo o vivienda, separaciones, el precio del alquiler en Madrid. Por ejemplo, nosotros que acompañamos a personas en la búsqueda de un alquiler o un recurso, es una tarea muy complicada por el contexto que nos rodea.

¿Alguien que admiras?

Me gusta mucho Jacqueline Novogratz, la creadora de Acumen, que ha estudiado la pobreza desde el punto de vista de los mercados y apoya proyectos con impacto social, pero también económico. Me gusta su visión del mundo, de cómo acercarse a la pobreza y cómo mirar el cambio. Ha escrito dos libros que me encantan.

¿Qué tal lo hacemos los medios de comunicación?

Pues mira, con tema del sinhogarismo a veces en internet hay muchas noticias de medios que todavía, a día de hoy, sorprendentemente, hablan de mendigos, indigentes o vagabundos. Desde aquí me gustaría pedir cuidado, porque esas palabras no dejan de crear estigma y prejuicios.

¿Cómo crees que pueden ayudar las redes sociales?

Las redes sociales sirven para hacer ruido. Por ejemplo, cuando fue Filomena colgamos un post que era simplemente: “¿Qué hacer si ves a una persona que está en situación de calle? Llama a emergencias, habla con él, pregúntale si quiere ir a un alojamiento”. Pues se hizo superviral. Eso nos hizo ver que con las redes se pueden alcanzar grandes audiencias. Nos escribieron muchas veces para decirnos “oye, que tengo una persona en mi portal, qué hago”.

Las redes sociales sirven para hacer ruido y alcanzar grandes audiencias

¿Cómo inspirar a otros?

Hay que ir sembrando semillas. Por suerte o por desgracia, tenemos una oferta de voluntariados de muchísimos tipos con distintos horarios y posibilidades; es muy fácil hacer un voluntariado y te abre mucho la mirada. En Bokatas siempre decimos que recibimos más de lo que damos. Merece la pena vencer la resistencia de la pereza -a mí misma muchas veces me pasa antes de salir de ruta-: vencer esa pereza, darle una oportunidad y darle tiempo.

¿Cuál es el papel de la educación en todo esto?

Nosotros damos muchas charlas en colegios y es increíble. Hay una parte de sensibilizar fundamental. A veces hacemos una dinámica al final de los talleres y les pedimos a los niños que escriban una carta a las personas que acompañamos; es impresionante ver los mensajes que salen desde esa inocencia, donde hay una mirada superlimpia.

¿Qué escriben los niños en esas cartas?

Hay de todo. Desde “te mando un abrazo” a “hola, ¿qué tal?, hoy me han hablado sobre ti”.

En la imagen, Esperanza posa junto al cartel del ODS número 2 (hambre cero). Su biografía en cuatro palabras sería Tetuán, física, calle y pasión. Ella misma explica los motivos: “Tetuán porque es donde vivo, y donde está mi familia. Me encanta pasear y ver el barrio [de Madrid], es mi hogar”. Física representa su formación como ingeniera que, aunque no se dedique a ella, le ayuda a entender el mundo.

Sinhogarismo, Bokatas o calle forman parte de un todo con el que se siente identificada. Y pasión, explica, es ese algo que le caracteriza: “buscar aquello que me apasiona, no parar e intentar vivirlo todo en la medida de lo posible con mucha pasión”.