Respiramos unas 20.000 veces al día. Cada una de esas bocanadas de aire es un recordatorio invisible de lo mucho que dependemos del mar. Aunque solemos asociar el oxígeno a los bosques terrestres, en realidad más de la mitad del que produce el planeta, proviene del océano.
Los mares son el pulmón azul del planeta: generan vida, regulan el clima, absorben CO₂, nos proveen de agua y alimentos, y sostienen a millones de personas en todo el mundo.
Sin embargo, rara vez lo recordamos. El mar se nos presenta como un escenario de vacaciones, un lugar de recreo, pero olvidamos su función esencial en la maquinaria que hace posible nuestra existencia.
El océano nos regala mucho más de lo que percibimos. Su superficie, a menudo tranquila y aparentemente infinita, es en realidad el motor que mueve el ciclo del agua, responsable de las lluvias que alimentan ríos y acuíferos.
En él se produce más de la mitad del oxígeno que respiramos, gracias al fitoplancton y a las praderas marinas. También regula el clima, pues absorbe más del 90% del exceso de calor provocado por los gases de efecto invernadero.
Y es, además, fuente de sustento para millones de personas que dependen de él para alimentarse o trabajar en sectores como la pesca, el transporte marítimo o el turismo costero.
Si el mar enferma, todo el planeta enferma.
En el corazón del Mediterráneo late un tesoro silencioso: la posidonia oceanica. No se trata de un alga, como muchos creen, sino de una planta marina que forma praderas submarinas de un valor incalculable.
Una hectárea de posidonia puede producir cinco veces más oxígeno que el mismo tamaño de la selva amazónica, además de capturar enormes cantidades de CO₂ en sus sedimentos. Actúa como barrera natural que protege nuestras costas de la erosión y sirve de refugio a más de mil especies marinas.
Podemos afirmar, sin exagerar, que la posidonia es la mejor aliada que tenemos en la lucha contra el cambio climático.
Sin embargo, en los últimos cincuenta años hemos perdido cerca de un tercio de su cobertura en algunas zonas, arrasada por el fondeo incontrolado, la contaminación y el aumento de la temperatura del mar, entre otras razones.
Cuidarla es cuestión de supervivencia.
Por eso y mucho más, en 1999 nació la Fundación Ecomar, con un objetivo claro: devolver al mar una parte de todo lo que nos da. Desde entonces, más de dos millones y medio de personas han pasado por sus programas educativos, limpiezas de costas y proyectos científicos.
Niños y jóvenes han aprendido, a través del deporte y la experiencia, que cuidar el mar es cuidar su propio futuro.
Durante más de dos décadas, la fundación ha trabajado bajo cuatro verbos que resumen su filosofía: educar, concienciar, actuar y reparar. Porque ya no basta con enseñar; ahora debemos también devolver a la naturaleza lo que le hemos arrebatado.
Hoy, Ecomar lidera proyectos pioneros de restauración marina como Acción Posidonia, la mayor iniciativa de recuperación de praderas submarinas en el Mediterráneo. Un proyecto que se desarrolla con la colaboración de la Fundación Biodiversidad a través del Programa Pleamar, y se cofinancia por la Unión Europea por el FEMPA (Fondo Europeo Marítimo, de Pesca y de Acuicultura).
No sería posible sin la asociación con FEDAS, el IMEDEA, la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores y la colaboración de Redeia y LG.
Gracias a todos ellos y los voluntarios se está actuando en 3 hectáreas en zonas de especial protección, con resultados esperanzadores y tasas de supervivencia superiores al 70%.
El objetivo para 2030 es ambicioso: restaurar al menos cinco hectáreas, consolidar un protocolo científico replicable y crear una red internacional de recuperación de fanerógamas marinas.
Los océanos nos han dado mucho, pero hoy nos piden auxilio. No basta ya con reducir el daño; hay que reparar lo perdido. Restaurar praderas de posidonia no es un gesto simbólico, sino una inversión real en aire limpio, en costas seguras, en biodiversidad y en futuro.
El caso de la Fundación Ecomar demuestra que la cooperación entre ciencia, ciudadanía, empresas y administraciones es posible y necesaria. Cada semilla plantada bajo el agua, cada voluntario que dedica su tiempo, cada empresa que apuesta por esta misión, está contribuyendo a sostener la vida en la Tierra.
El planeta se llama Tierra, pero en realidad debería llamarse Océano. Más del 60% de su superficie es agua y, sin embargo, seguimos dándole la espalda.
El mar no es un recurso infinito ni un vertedero. Es nuestro mayor aliado frente al cambio climático y nuestra mejor garantía de supervivencia.
La posidonia, silenciosa y desconocida para muchos, es un símbolo de todo lo que está en juego. Protegerla es protegernos a nosotros mismos.
La Fundación Ecomar lleva 26 años recordándonos que todos podemos formar parte de la solución. Que no se trata solo de grandes proyectos internacionales, sino también de pequeños gestos cotidianos: consumir de manera responsable, reducir plásticos, respetar nuestras costas y, sobre todo, transmitir a las nuevas generaciones el amor y el respeto por el mar.
Porque cuidar el mar es cuidar la vida. Y porque hay dos únicos sitios de los que nunca nos podremos mudar: nuestro cuerpo y nuestro planeta.
*** Theresa Zabell es fundadora y presidenta Fundación Ecomar.