La escasez de agua, hasta ahora un problema secundario para la Unión Europea, es hoy un elemento central de debate político ante el creciente daño que provocan tanto prolongadas sequías como inesperadas inundaciones.

Además de la preocupación medioambiental, surge la económica: los ecosistemas de agua dulce de Europa generan un valor de más de 11.000 billones de euros, cifra 2,5 veces superior al PIB de Alemania.

La degradación de estos recursos representa una gran amenaza para la economía de la eurozona: según el Banco Central Europeo, un escenario extremo, pero plausible, de una sequía de 25 años podría poner en peligro casi el 15% de la producción económica de la UE.

En este contexto, una gestión eficaz del agua es crucial para avanzar en los objetivos medioambientales —incluidos los de ahorro energético— y también para proteger la competitividad de nuestros mercados.

La situación es particularmente relevante en España por los ciclos prolongados de sequía y la cada vez mayor frecuencia y severidad de fenómenos meteorológicos extremos.

El pasado octubre, en Chiva (Valencia) se registraron casi 500 milímetros de lluvia en solo ocho horas, cantidad equivalente a la precipitación media anual que recibió entre 2015 y 2023. Un año entero de lluvia en una sola tormenta.

Eventos de esta magnitud no son solo anomalías meteorológicas; son advertencias del que podría convertirse en el mayor cuello de botella para el crecimiento de nuestro país. Estos extremos climáticos han de llevarnos a reconfigurar la operativa de las industrias en España.

Es momento de impulsar nuestra resiliencia con un enfoque más holístico sobre el uso del agua y la inversión en tecnología.

En el mercado ya existen soluciones contrastadas y seguir demorando su implementación no hace más que aumentar los riesgos operativos y financieros de esta crisis. El momento de actuar, a gran escala y con determinación, es ahora.

Nuestro país se ha enfrentado a sequías devastadoras en los últimos años. En regiones como Cataluña o Andalucía, los gobiernos se han visto obligados a tomar medidas, como la reducción del uso de agua en las zonas afectadas en hasta un 25%.

Parte de la industria manufacturera tuvo que reducir su producción, con graves repercusiones económicas. Las sequías generaron pérdidas de 5.500 millones de euros en España solo en 2023 y dejaron al descubierto la vulnerabilidad de la industria ante este tipo de escenario.

Esta crisis subraya una idea clave: el agua es un activo esencial para la resiliencia de nuestra economía.

Por su papel indispensable en los procesos industriales (ya sea para refrigerar, calentar o posibilitar procesos productivos), no podemos considerarlo un recurso abundante, ni tampoco un residuo.

Debemos reconocer el agua como un recurso finito y compartido que ha de gestionarse de manera circular, no lineal.

Es importante que las industrias, como grandes usuarias de agua (totalizan el 20% del consumo de agua en España y aún más en la UE), adapten sus estrategias para evitar los impactos socioeconómicos derivados de su escasez.

Cada litro ahorrado importa. Aunque muchas empresas han comenzado a tomar medidas para adoptar prácticas más sostenibles en materia de agua, siguen existiendo retos: la industria aún recicla menos del 10% de las aguas residuales que genera.

Estamos viendo señales alentadoras de progreso, pero las medidas adoptadas hasta ahora no son lo suficientemente ambiciosas.

Al adoptar un enfoque holístico de la gestión del agua, las empresas tienen el potencial de reducir su consumo hasta en un 80%, lo que tendría un impacto significativo tanto desde el punto de vista medioambiental como económico.

Reconociendo el agua como el activo vital que es, la industria puede blindarse ante crisis medioambientales, asegurando un crecimiento futuro competitivo y sostenible.

Desde principios de año, la Estrategia de Resiliencia Hídrica de la Comisión Europea ha instado a las empresas a evaluar los riesgos derivados del agua mediante una mejor cuantificación de este recurso, la inversión en soluciones innovadoras y la alineación con los objetivos de sostenibilidad de la UE.

Más que un requerimiento normativo, la estrategia presenta una oportunidad para avanzar en la gestión sostenible del agua, obtener ventajas competitivas y asegurar su éxito a largo plazo.

Para aprovechar el impulso de la nueva estrategia europea, las industrias deben adoptar un enfoque integral que contemple tanto el ahorro hídrico como energético.

Las tecnologías de gestión inteligente del agua ya disponibles permiten producir más con menos recursos, reduciendo consumo, emisiones y mejorando la productividad.

Este enfoque también mejora la eficiencia operativa: la gestión eficiente del agua en procesos industriales, íntimamente ligada a los distintos intercambios térmicos, permite reducir el consumo energético y, en consecuencia, los costes operacionales.

Comprender y aplicar el nexo entre agua y energía no solo mejora la sostenibilidad ambiental, sino que se traduce en beneficios tangibles para la producción.

En resumen, a medida que sequías e inundaciones plantean un riesgo cada vez más tangible para la economía, integrar las consideraciones hídricas tempranamente en las estrategias de nuestra industria se convierte en un imperativo de negocio.

Este enfoque es el que les permitirá descubrir y desbloquear beneficios medibles en la sostenibilidad y la competitividad de las empresas.

Aunque la regulación europea y su implementación por países está en desarrollo, la industria puede y debe tomar medidas de forma inmediata.

Aquellas que adopten soluciones integrales e innovadoras para la gestión del agua sobrevivirán a la escasez de este recurso, protegiendo su futuro y también el de las comunidades en las que operan a través de decisiones hídricas más inteligentes.

Porque la pregunta ya no es si las empresas deben invertir en la gestión del agua, sino si realmente pueden permitirse no hacerlo.

*** Xavier Cardoso es VP Water Circularity en Ecolab.