Atravesamos un momento que se define, principalmente, por un mundo en evolución —a gran velocidad—, con grandes dosis de polarización, volatilidad, incertidumbre geopolítica y regulatoria y guerras arancelarias.

Una revolución repleta de desafíos de distinta índole: tecnológicos, poblacionales y demográficos, de liderazgo e incluso de medición del impacto generado en la sociedad.

En uno de sus informes más recientes, el Banco Mundial estimaba una reducción de previsión del crecimiento del PIB global en esta segunda mitad del año.

La previsión de crecimiento del PIB global descendía para este año a 2,3%, desde el 2,7% que había pronosticado en enero. Una estimación basada en el supuesto de que los aranceles mundiales se mantendrán en los niveles de finales de mayo.

Esto sitúa a la economía mundial en camino a su ritmo de crecimiento más débil en 17 años, excluyendo dos recesiones globales: la primera en 2009, tras la crisis financiera, y la segunda en 2020, el primer año de la pandemia de coronavirus.

Los retos climáticos y especialmente los sociales siguen creciendo y también por ese motivo es más importante que nunca gestionar de forma integral las relaciones con nuestros grupos de interés, con nuestros empleados, nuestros clientes, nuestros proveedores y las comunidades en las que operamos.

Atender sus necesidades y expectativas, escucharlos y ser conscientes de dónde están los retos con cada uno de ellos. Entre otros: desigualdad, polarización y las fracturas sociales —como apuntaba a principios de año el Foro Económico Mundial—, falta de cohesión social, dificultades en la retención del talento, diversidad, inclusión, salud y el bienestar, envejecimiento o las nuevas maneras de relacionarnos con la tecnología.

Todos ellos asuntos a los que tenemos que prestar atención y gestionar de forma responsable y con visión de futuro.

Paul Polman, ex CEO de Unilever, fue uno de los primeros en hablar del concepto net positive para referirse a aquellas empresas que buscaban que el mundo prospere.

En el libro Net Positive: How Courageous Companies Thrive by Giving More Than They Take, escrito junto a Andrew Winston, aborda esta nueva concepción corporativa que pone el bienestar en el centro, conocen y asumen sus impactos y buscan mejorar la realidad de sus compañías y el entorno en el que operan a largo plazo.

"Viendo cómo se han acelerado las crisis que enfrentamos, necesitamos un movimiento para cambiar la forma de hacer negocios. El mundo está exigiendo que el sector privado dé un paso al frente: las expectativas sobre el papel de las empresas en la sociedad han cambiado más en los últimos dos años que en los veinte anteriores", explicaba en una entrevista realizada para la edición estadounidense de Forbes.

Y añadía: "Cada vez está más claro que reducir los daños o hacer un cambio gradual no es suficiente. La única forma de mantenerse relevante hoy es convertirse en net positive, que va más allá de hacer menos daño para tener un impacto positivo en todos los aspectos que la empresa toca a través de sus productos, servicios e influencia".

Lograr en el futuro empresas más innovadoras, competitivas y comprometidas pasa por mirar con las gafas del largo plazo y observar el impacto de la sostenibilidad en el negocio.

Todo ello con foco en un concepto aún más poderoso y básico: colocar en el centro a las personas.

Sabemos que lo social es una de las dimensiones ejecutivas más exigentes, pero también una fuente de nuevas oportunidades para las empresas. Su valor estratégico reside en la transformación que está suponiendo para las compañías y en esa nueva manera de hacer empresa.

Siguen faltando estándares comparables que midan realmente el impacto social y lo vinculen a la rentabilidad económica.

La capacidad de una compañía para atraer talento, acceder a financiación o fortalecer su relación con los grupos de interés dependerá en gran medida del compromiso con la generación de impacto positivo.

Sin embargo, uno de los retos más significativos sigue siendo la medición de su retorno. La falta de estándares y herramientas homogéneas dificulta la capacidad de las empresas para cuantificar y comunicar el valor real de su impacto.

Por ese motivo, desde Fundación SERES hemos trabajado en facilitar un marco común homogéneo que recoge además peculiaridades de cada sector (Mapa SERES de Huella Social®).

Clientes, inversores, empleados, reguladores y la sociedad en general demandan que las compañías no solo generen valor económico, sino que también asuman un compromiso claro con el progreso, el bienestar y la sostenibilidad de las comunidades en las que operan.

Observamos cómo la agenda social gira en torno al liderazgo responsable, las iniciativas para acelerar la recuperación con modelos más inclusivos, el nuevo paradigma en el que el compromiso empresarial es un elemento primordial para los inversores en todo el mundo y herramientas que permiten comparar el impacto de las empresas.

Porque solo desde el convencimiento, el nuevo liderazgo, y la necesidad de colaboración público-privada podremos alcanzar el objetivo de construir una sociedad fuerte, justa, inclusiva y llena de oportunidades para todos.

Es imprescindible contar con líderes responsables en las compañías y por supuesto en los consejos.

Un líder capaz de ser parte del cambio, del nuevo escenario, esquivar inercias y combinar largo y corto plazo.

Y cómo no, capaz de aplicar una visión a largo plazo guiada por el propósito, algo muy necesario para las organizaciones en tiempos de disrupción y gran velocidad como los actuales.

*** Ana Sainz es directora general de la Fundación SERES.