Junio. Mes caótico por definición.  Y mucho más en los colegios. Media España se convierte en una mezcla donde todo vale: bibliotecas, apuntes, estudiantes que no duermen, nervios, padres que buscan en internet temas tan diversos como la nota de corte de  medicina en la universidad pública, o cuál es la nota mínima para aprobar, cuál es la universidad más valorada... 

Demasiada presión con las calificaciones, con la tensión de unos exámenes. En unos días se jugarán su futuro, al menos académico, y en muchos casos también personal. Esto afecta a toda la familia. 

Es tiempo de decisiones que parecen gigantescas. Por supuesto que lo son. Tener dieciocho años implica nuevos retos, nuevas amistades, independencia, toma de decisiones.

Y aquí hay que reivindicar que entre tanto agobio nadie menciona que esta historia no empezó ayer.

Poco se habla que estos alumnos no comenzaron su formación en Bachillerato ni en Secundaria. Lo hicieron, hace más de una década, en Educación Infantil.

Sigue mi vena reivindicativa. 

La Educación Infantil educa, forma a los alumnos, pone las bases a los valores que les acompañaran toda su vida. Lo hace  con una trascendencia profunda. 

Si deseamos un sistema educativo más justo, más universal, profesional y más humano, debemos empezar por otorgarle a esta etapa el prestigio que merece. 

Empezando por reconocer a los profesores su labor formativa, de educación, dándoles la importancia que tienen. Ahora estos alumnos  que tienen comprensión lectora, que resuelven problemas matemáticos o gestionan el estrés, es porque cuando eran niños pequeños les ayudaron a abordar la curiosidad, el juego, las primeras palabras, a resolver  un proceso donde se trabajó la curiosidad, la emoción y sobre todo el juego en aquellos primeros años.

Sigo con el espíritu combativo. Y lo digo bien alto.

Quizá la mejor manera de preparar a los futuros universitarios está en asegurar una Educación Infantil de calidad, donde cada alumno pueda crecer con confianza, con competencias adquiridas, seguridad y curiosidad. Y por supuesto, afianzarlo en todas las etapas.

Muy recomendable el libro de Joaquín Fuster "el telar mágico de la mente", autoridad mundial de la neurociencia, donde indaga en la importancia de la primera infancia en el desarrollo y potenciación de las funciones ejecutivas de la corteza prefrontal, que juegan un papel crucial en la educación.

Como todo en la vida, el camino de estos alumnos empezó un día. Ese primer contacto con el colegio. 

Reivindicarlo no es nostalgia, es justicia. La educación infantil, ese gran desconocido y que poco a poco va encontrando su lugar. 

Porque educar en la primera infancia no es solo preparar para el futuro, es construir presente con respeto, ternura y profesionalidad. Sigamos visibilizando, valorando y defendiendo lo que somos: la base de todo.

*** Pilar Moreno es Principal Brains School Conde de Orgaz.