En los últimos años, se ha producido un cambio notable en el papel de las mujeres en el ámbito financiero.

Cada vez son más las que participan en la gestión de sus finanzas personales y profesionales; la inversión se ha convertido en una herramienta clave para promover su independencia económica, aunque todavía queda mucho por hacer.

Existe una proporción significativa de mujeres que consideran que las finanzas no son su fuerte o que carecen de los conocimientos necesarios para gestionarlas.

Por lo tanto, la educación financiera es fundamental para su capacitación, empoderamiento y para proporcionarles las herramientas necesarias que les permitan seguir avanzando en este ámbito.

Históricamente, las mujeres han estado menos involucradas en las decisiones de inversión, pero existe un cambio en esta tendencia y para ello es esencial que las mujeres asuman el control de sus finanzas y opten por estrategias que les permitan crecer y asegurar su futuro financiero.

Aunque cada persona es única, existen ciertos patrones que caracterizan a las mujeres inversoras. A grandes rasgos, las mujeres tienden a ser más conservadoras en sus inversiones, asumiendo menos riesgos en comparación con los hombres.

Esto se traduce en una menor disposición a arriesgar en busca de mayores rentabilidades. Además, muchas de estas mujeres inversoras suelen ser mayores de 50 años, una etapa en la que ya han conseguido acumular un patrimonio significativo, ya sea por logros profesionales o patrimonios familiares.

Tradicionalmente, los puestos directivos o empresariales han estado ocupados en la mayoría de los casos por perfiles masculinos. Es lógico que sea habitual que la proporción de clientes varones sea superior.

No obstante, cuando la toma de decisiones implica a la unidad familiar, en ese momento ellas tienen un papel decisivo. De hecho, en muchas ocasiones, son ellas quienes tienen la última palabra.

En cuanto al objetivo de la inversión, las mujeres suelen tener un propósito muy claro: lo importante para ellas es alcanzar una meta específica y suelen ser más directas en cuanto al resultado que desean obtener.

Habitualmente no suelen estar tan interesadas en los detalles técnicos de los activos o en la situación macroeconómica, prefieren centrarse en una planificación a largo plazo.
Suelen decantarse por estrategias más conservadoras frente al riesgo.

Cuando se les presenta una planificación clara a largo plazo, están cómodas, pero ante situaciones de volatilidad tienden a preocuparse más por no alcanzar los objetivos previstos y prevalece su voluntad de preservar el patrimonio.

Esto podría estar relacionado con una mayor aversión al riesgo en el mundo de la inversión, que tradicionalmente ha estado más gestionado por los hombres.

A pesar de estas diferencias, no se puede generalizar debido a que la mayoría de los clientes siguen siendo hombres. No obstante, se prevé que, en los próximos años, con el aumento de mujeres empresarias y directivas, la presencia femenina en la gestión patrimonial será cada vez mayor.

*** Patricia Laplana es directora del Área Clientes de Norz Patrimonia.