La transición hacia un modelo energético sostenible se ha convertido en un elemento vertebral de la estrategia europea para el cumplimiento de la Agenda 2030.
La relevancia de este proceso trasciende el carácter ambiental: también representa una oportunidad única para la innovación, la generación de empleo verde y la mejora de la competitividad.
En este sentido, el autoconsumo eléctrico, especialmente a través de la energía fotovoltaica, se perfila como un mecanismo clave para involucrar a la ciudadanía y a las pequeñas y medianas empresas en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Se han implementado reformas estructurales y marcos normativos, como el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030, que establecen objetivos ambiciosos en cuanto a la participación de renovables en la matriz energética, la eficiencia y la reducción de emisiones. Además, se han revisado políticas de ayudas y subsidios para favorecer la transición energética.
En este sentido, en los últimos años, España ha avanzado en la aprobación de regulaciones que facilitan la instalación de sistemas de autoconsumo y el intercambio de excedentes energéticos. Aunque la tramitación continúa siendo un obstáculo en algunas comunidades, la tendencia apunta a una mayor simplificación de procesos y a la incorporación de incentivos que hacen más competitivo producir y consumir la propia energía renovable.
Por su parte, la Unión Europea ha impulsado la transición ecológica a través de fondos como Next Generation EU, cuyo objetivo es acelerar la digitalización, la descarbonización y la eficiencia energética.
La inyección de estos recursos en proyectos de energías limpias muestra una visión clara: reducir la dependencia de los combustibles fósiles y modernizar la red eléctrica para gestionar mejor la variabilidad de las renovables. Sin embargo, el éxito dependerá de cómo se apliquen estos fondos a escala local y de la coordinación entre administraciones y sectores productivos.
Vector de cambio
La opción de generar electricidad in situ gracias a paneles fotovoltaicos y de almacenarla gracias a las baterías otorga a hogares y empresas la capacidad de disminuir su huella de carbono y ahorrar en la factura de la luz. Este enfoque no solo beneficia la economía familiar o el balance de una compañía, sino que potencia la resiliencia del sistema eléctrico al acercar la producción al punto de consumo.
Además, cuando se combina con soluciones de almacenamiento energético, el autoconsumo contribuye a compensar las horas con menor producción solar, asegurando un suministro más estable. Otovo ha realizado un análisis basado en escenarios reales que muestra cómo los propietarios se benefician del almacenamiento en batería.
Un hogar español medio con paneles solares de 4 kWp genera aproximadamente 6.400 kWh/año. Los que tienen una batería solar añadida al sistema consumen más del 85% de esta energía (5.449 kWh/año), mientras que los hogares sin batería sólo consumen alrededor del 45% de la energía que generan (2.884 kWh/año).
Los sistemas con batería permiten almacenar esta energía y utilizarla en momentos de baja producción solar, optimizando el autoconsumo y mejorando la rentabilidad del sistema. Esta diferencia entre sistemas con y sin almacenamiento en batería afecta directamente a la dependencia de la red y a los costes energéticos.
Mientras que los hogares equipados con baterías en España sólo consumen 525 kWh de media de la red al año, los hogares sin baterías siguen necesitando comprar a la red unos 3.090 kWh/año. Aunque el coste inicial de instalar un sistema solar con batería en España supone una inversión, esta se recupera rápidamente gracias a una mayor independencia energética y ahorro a largo plazo.
Desde el punto de vista de la Agenda 2030, esta mayor autonomía energética refuerza metas como el objetivo 7 (energía asequible y no contaminante), el objetivo 12 (consumo y producción responsables) y el objetivo 13 (acción por el clima). Esto se traduce en un avance hacia la neutralidad climática y en una disminución de la presión sobre la infraestructura de distribución eléctrica.
Desafíos y visión de futuro
Pese al progresivo avance, varios aspectos continúan requiriendo atención. En primer lugar, es fundamental seguir apostando por la investigación y el desarrollo de baterías y sistemas de gestión inteligente de la energía, de modo que se maximice el rendimiento de las instalaciones fotovoltaicas.
En segundo lugar, la educación y la divulgación sobre los beneficios reales del autoconsumo resultan claves para que los usuarios entiendan no solo el ahorro económico, sino también el impacto social y ambiental de generar energía limpia.
La colaboración público-privada desempeña un papel determinante en la creación de un entorno normativo estable, que facilite la inversión y acelere la adopción de tecnologías renovables. Además, la integración de iniciativas locales, como comunidades energéticas o cooperativas solares, hace que el componente social se vuelva imprescindible, fomentando la participación ciudadana y la equidad en el acceso a las energías verdes.
En definitiva, la transición energética hacia un modelo más sostenible no solo responde a un imperativo ético frente al cambio climático, sino que también abre la puerta a la competitividad, la innovación y el fortalecimiento de la economía local.
Alcanzar los objetivos marcados por la Agenda 2030 pasa, en gran medida, por apostar por un autoconsumo eléctrico que empodere a los ciudadanos y contribuya a la modernización de nuestro sistema energético.
Con el acompañamiento de una regulación coherente, unos fondos europeos bien dirigidos y un tejido social involucrado, España se encuentra en condiciones de liderar un cambio que trasciende fronteras y beneficia a generaciones presentes y futuras.
***José Llorens es VP Marketing & Communication en Otovo.