Gestionar eficazmente los riesgos corporativos implica considerar la adaptación al cambio climático como una prioridad ineludible. Si 2024 dejó en evidencia la urgencia de actuar, 2025 comienza con una perspectiva que refuerza la necesidad de integrar planes de adaptación como una palanca clave para la resiliencia organizativa.

El pasado año marcó un hito histórico: las temperaturas superaron el umbral de 1,5 °C respecto a los niveles preindustriales, según el programa Copérnicus de la Unión Europea. Lamentablemente, en España, no tenemos que echar la vista muy hacia atrás para recordar los catastróficos efectos que pueden dejar los fenómenos climáticos extremos. La Dana que azotó el Levante español en octubre, impulsada por un Mediterráneo con temperaturas récord, dejó más de 220 víctimas mortales y un impacto económico sin precedentes.

Para dimensionar la magnitud del problema, basta con comparar: tras las inundaciones de Bilbao en 1983, el Consorcio de Compensación de Seguros otorgó indemnizaciones que, ajustadas a precios actuales, rondarían los 1.000 millones de euros. En contraste, las estimaciones para la reciente Dana ya superan los 4.000 millones de euros en compensaciones para más de 240.000 siniestros.

A nivel global, el costo económico asociado a los efectos del cambio climático se ha duplicado en los últimos 20 años. No obstante, lejos de reforzar las estrategias de mitigación, 2025 ha comenzado con decisiones que han impactado profundamente en la lucha contra el cambio climático.

En su primer día de gobierno, la administración Trump anunció la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París por segunda vez, argumentando que los compromisos climáticos afectan el crecimiento económico y la competitividad industrial del país. Este movimiento ha generado un efecto dominó en sectores clave para la transición energética, provocando entre otros la salida de los principales bancos estadounidenses de iniciativas como la Net Zero Banking Alliance.

El Global Risks Report 2025 del Foro Económico Mundial refleja esta situación: los fenómenos climáticos extremos son el segundo riesgo global más severo en el corto plazo y el primero en el medio plazo (próximos dos y diez años, respectivamente).
Y la realidad es que la incertidumbre es lo que parece regir la política climática global.

Por un lado, en la Unión Europea se espera un refuerzo de la política energética con foco en renovables con el anticipado Clean Industry Deal, pero también una reducción de los requerimientos de reporte y gestión del sector privado a través del "reglamento ómnibus". Por su parte, en Estados Unidos, el panorama es aún incierto.

Aunque Trump ha promovido su política de "Drill, baby, drill", impulsando la industria petrolera, los estados demócratas mantienen su apuesta por medidas de mitigación y adaptación. Y, paradójicamente, los estados republicanos han sido los principales beneficiarios de las políticas climáticas de la Inflation Reduction Act (IRA) del gobierno de Joe Biden.

La adaptación como estrategia empresarial

En este contexto, la adaptación al cambio climático no solo es una prioridad en la gestión de riesgos, sino una necesidad estratégica para cualquier sector. Si bien la mitigación es esencial para frenar los impactos a largo plazo, los riesgos físicos derivados de fenómenos extremos exigen una respuesta inmediata y proactiva.

Diversos sectores pueden beneficiarse de la integración de planes de adaptación, los cuales pueden tener un enfoque distinto en función de si la exposición abarca riesgos climáticos o tiene un enfoque integral de riesgos relacionados con la naturaleza.

Algunos ejemplos de gestión proactiva incluyen:

  1. Industria aseguradora: La integración de la gestión de riesgos climáticos en sus estrategias permite desarrollar soluciones innovadoras como los seguros paramétricos, que brindan indemnizaciones automáticas en caso de eventos catastróficos, o la adopción de políticas de suscripción responsable.
  2. Infraestructuras: Implementar diseños resilientes que incorporen la modelización climática puede reducir la depreciación de activos y evitar pérdidas de ingresos por la inutilización de infraestructuras críticas.
  3. Sector agroalimentario: La agricultura regenerativa y la agricultura de precisión pueden mitigar la erosión del suelo y la escasez de agua, factores críticos en un escenario de cambio climático acelerado.
  4. Turismo: Aunque España no se enfrenta a los mismos desafíos climáticos que zonas tropicales, los cambios en los patrones de temperatura han modificado el gasto turístico. Según BBVA Research, un enfoque proactivo podría mitigar una caída de hasta el 7% en la demanda turística en un escenario grave de aumento de temperaturas.

El papel de los marcos de referencia y la inversión en adaptación

Sectores con alta exposición a riesgos climáticos y de naturaleza pueden beneficiarse del uso de marcos de referencia como el de la Taskforce on Nature-related Financial Disclosures (TNFD), que permite evaluar dependencias no solo del cambio climático, sino también de la degradación de ecosistemas y la contaminación.

Bajo un enfoque integral que contemple la exposición a riesgos físicos, regulatorios y reputacionales, las empresas pueden mejorar su posicionamiento competitivo y su capacidad de respuesta ante futuras regulaciones. No se trata solo de una cuestión de cumplimiento normativo, sino de una decisión de negocio con un retorno de inversión tangible.

Estudios del World Resources Institute y del World Economic Forum estiman que las inversiones en adaptación pueden generar retornos de entre 2 y 10 veces el capital invertido. En contraste, la inacción podría suponer pérdidas de hasta un 25% del EBITDA de algunas compañías. Como afirmó Paul Polman, ex CEO de Unilever, en el Impact Day organizado por el Observatorio de Impacto: "El costo de la inacción ya es mayor que el de la acción".

Si la adaptación no solo es necesaria, sino económicamente viable, las empresas tienen en sus manos la posibilidad de convertir los desafíos climáticos en una ventaja estratégica. En un futuro incierto, las organizaciones que adopten un enfoque proactivo estarán mejor preparadas para afrontar los cambios y aprovechar las oportunidades que surjan en el camino hacia un mundo más resiliente.

*** Ignacio Fernández Morales es Sustainability & Impact Manager de Transcendent.