En 1984 Amy L. Domini y Peter D. Kinder publicaban un libro titulado Ethical investing. En el capítulo 6 del citado manual se trataba la temática de invertir pensando en el futuro, cuestionando, si realmente se invertía buscando el crecimiento sostenible. Se proponían algunos ejemplos como la necesidad de inversión en desarrollos de geotermia y sistemas de fabricación basados en la eficiencia energética y la protección al medioambiente, entre otros. Hoy el citado planteamiento refuerza su interés.
A finales del año 1997, con la adopción del Protocolo de Kioto, nacía el compromiso de los países industrializados a estabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Posteriormente, y como apoyo a dicho protocolo, nacía el plan de acción Bali (2007) tras la conferencia de Naciones Unidas sobre cambio climático. Este último plan, consideraba que los elementos clave para conseguir los objetivos medioambientales eran el análisis de riesgos, la variable adaptación, las finanzas y la tecnología.
En 2015, tras la firma del Acuerdo de París, 196 países se comprometían al objetivo global de aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático. Se priorizaba el fomento de la resiliencia al clima con el propósito de que la producción de alimentos no se viera amenazada y se manifestaba la importancia de contar con corrientes de financiación coherentes hacia un modelo de generación de riqueza en el planeta que fuera sostenible.
Desde el año 2020 se observa una clara tendencia impulsada desde los Consejos de Administración a que las compañías apuesten por la generación de valor sostenible, poniendo el foco en el largo plazo y considerando a los distintos grupos de interés.
En este nuevo contexto, la financiación sostenible, basada en criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza), con el foco en el largo plazo, juega un papel esencial.
La financiación destinada a inversiones socialmente responsables, la banca ética y las microfinanzas cobran mayor protagonismo ante una sociedad cada vez más concienciada.
No obstante, a lo anterior, tal y como menciona la Agencia Europea de Medioambiente, en su informe ejecutivo de 2019, sobre esta temática ESG en Europa y las perspectivas de 2020: "Una cosa es cambiar la forma de pensar y otra materializar un cambio real".
La gran complejidad del entorno en el que acontecen los negocios hoy, pasa por la necesidad de mejorar el capital natural, la salud y el bienestar de las personas como parte de la generación del valor económico del modelo empresarial. Para ello, es necesario racionalizar los recursos, contando con unas herramientas tecnológicas que permitan producir más con menos.
En este sentido, se precisa una revisión exhaustiva de los sistemas de producción y consumo. La búsqueda de inversiones y modelos de negocio orientados a una economía hipocarbónica y circular serán las claves del éxito empresarial, pues serán los modelos de generación de valor aceptados y apoyados por todos los grupos de interés.
En la 29 cumbre del clima o COP29 de 2024, se evidenció la importancia de las finanzas climáticas y la necesidad de ampliar la ambición en este tipo de financiación (harán falta recursos públicos y privados). La hoja de ruta trazada pone el foco en incrementar sustancialmente la capacidad de energías renovables y la eficiencia energética.
Las reuniones contaron con casi 200 países y se ambicionó triplicar la financiación a los países en desarrollo hasta alcanzar la cantidad de 1,3 billones de dólares al año para 2035. El propósito común: fomentar la inversión y financiación sostenible.
Se vislumbra un entorno empresarial cuyas características serán: la búsqueda de oportunidades de negocio que contemplen y equilibren aspectos económicos, sociales y de protección al medioambiente, junto a los riesgos asociados a la actividad a financiar y la necesidad de contemplar a los grupos de interés para que la oportunidad de negocio pueda prosperar y lo haga en el mejor de los escenarios.
Las finanzas sostenibles son una pieza clave en la viabilidad de muchas de las grandes inversiones (especialmente en infraestructuras) que se planean en este nuevo contexto en el que la colaboración público-privada jugará un papel esencial.
*** Eva Ballesté Morillas, es Doctora especializada en Finanzas, Asesora de la Junta Directiva del Club de Exportadores e inversores de España y Presidenta del Consejo Asesor de la SEI-UAM.