La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca no ha dejado indiferente a nadie. Para mí, en concreto, como persona que trabaja totalmente enfocada a la sostenibilidad, el pasado 5 de noviembre fue un día difícil. Mientras luchaba por levantar la cabeza y respirar fondo, el resultado de las elecciones estadounidenses pesaba profundamente sobre aquellos de nosotros comprometidos con la acción climática.
Años de esfuerzos, trabajo, negociaciones multilaterales e internacionales se hunden en slogans como el coreado Drill, baby, drill (Perfora, cariño, perfora). Es la victoria de un líder a quien poco o nada le importa que el modelo de crecimiento económico sea sostenible ambiental y socialmente, que ilustra una visión profundamente individualista.
Es un paso atrás. Un paso hacia un modelo que ya sabemos que no funciona a largo plazo. Un modelo que no les quedó más remedio que aceptar a nuestros padres y abuelos, quienes hicieron lo mejor posible con lo que sabían, pero que no podemos, en absoluto, dejar a nuestros hijos y nietos.
Nos propone continuar bajo un modelo que nos continúa posicionado en una plataforma superior, que prioriza el beneficio inmediato sobre el largo plazo (con todas las consecuencias negativas que eso acarrea) y cree que, si los recursos existen, están para gastarlos -a pesar de las muchas llamadas de atención que la naturaleza es insostenible. ¿Por qué seguimos trabajando bajo un paradigma que no ve la obvia interconexión entre todas las cosas y especies del planeta?
Pero, hoy, envuelto en esta sensación de impotencia, de repente recuerdo una importante verdad: el progreso no siempre es lineal. Tiene que existir un límite para el retroceso que alguien pueda provocar, incluso desde el cargo más alto. Volver a la situación de años atrás tiene que ser impensable, incluso para aquellos en el poder que no comparten nuestra visión.
La economía de las energías limpias está firmemente de nuestro lado. El argumento para proteger la naturaleza se fortalece cada día. Y la visión de un mundo más verde e inclusivo continúa ganando impulso. Muestra de ello son el millón de euros mensuales que Goparity ha recaudado para proyectos alineados con los ODS durante los últimos cuatro trimestres o que España haya conseguido abastecerse energéticamente con el uso de fuentes renovables. La gente quiere, busca, este cambio. Lo exige.
No se trata de ser de izquierdas o derechas, capitalismo o comunismo, ni de nacionalismo o globalismo, se trata de cuidar del planeta de manera a que el pueda seguir sustentándonos. Es alentador ver a países, estados, ciudades y empresas reafirmando su compromiso con los objetivos climáticos, independientemente de los cambios en la política estadounidense, y de otros que siguen la misma línea.
¿Por qué, en un lugar como Azerbaiyán, donde el 90% de sus exportaciones están relacionadas con productos petrolíferos y con problemas graves de derechos humanos, se están debatiendo las soluciones para poder reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y proteger a los ciudadanos de los efectos crecientes del cambio climático? El espectáculo de greenwashing se ha vuelto tan claro que se ha hecho difícil, incluso al más optimista, defenderlo.
Pero lo que realmente hace volver la esperanza, tan solo unos días después, es la dedicación inquebrantable de innumerables personas para construir un mundo más seguro, más limpio y más inclusivo.
Cuando el sistema falla, nos toca a nosotros alzarnos. Juntos, seguiremos impulsando el cambio desde la base, demostrando que los movimientos que nacen en los ciudadanos pueden ser tan poderosos, e incluso efectivos, como las directivas de arriba hacia abajo.
A aquellos que se sienten desanimados por los acontecimientos recientes, les digo esto: cuidaros, pero no perdáis la esperanza. Recordad, Trump ha podido repetir algo que creíamos impensable, pero, para nosotros, esta también es una segunda oportunidad. Nuestro trabajo es ahora más crucial que nunca.
***Nuno Brito es CEO y fundador de Goparity