En mayo de 2018 el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la Resolución 2417 en la que se establece la prohibición de hacer padecer hambre a la población civil durante un conflicto. A pesar de esto, casi seis años después, seguimos viendo cómo la violencia persiste sobre aquellos que, aunque lo intenten, no pueden evitar involucrarse en ella.

De los 257 millones de personas que padecen inseguridad alimentaria aguda en el mundo, casi 120 millones viven en zonas afectadas por conflictos e inseguridad. Esto significa que la vida de casi 120 millones de personas está en riesgo inminente debido a la falta de acceso a suficientes alimentos.

Hoy, en Gaza, el hambre sigue siendo la norma general en la guerra. El aviso de una “hambruna inminente” en la Franja de Gaza, según los últimos datos de la Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (IPC, por sus siglas en inglés) —desarrollada por la ONU, gobiernos y ONG, incluida Acción contra el Hambre—, debería hacer saltar todas las alarmas, en tanto que esta alerta evidencia, una vez más, las dificultades de poner fin a situaciones que matan de hambre en todo el mundo.

Desde hace más de cinco meses, la población gazatí ha sufrido un deterioro sin precedentes de sus condiciones de vida y de acceso a medios de supervivencia. Hasta el punto de que, según los informes más recientes de la IPC, el 30% de los habitantes de Gaza se encuentran en situación de Catástrofe (Fase 5 de la IPC, el grado más alto). Mientras, otro 20% sufre Emergencia (Fase 4).

Las cifras actuales del informe IPC son demoledoras: el 64% de los hogares encuestados afirman hacer una única comida al día y un 33% dice hacer dos. Tan solo un 3% de las familias come tres o más veces al día. Mientras, en el norte de Gaza, uno de cada tres menores sufre desnutrición aguda, y un 3% padece la "forma más grave de emaciación" o adelgazamiento patológico, que requiere "tratamiento médico inmediato".

Acción contra el Hambre lleva trabajando 20 años en Gaza y nunca habíamos visto nada igual. A la imposibilidad de ingerir una dieta alimentaria básica se une la extremada dificultad de acceder al agua potable y la precaria situación del sistema de salud, haciendo que proliferen enfermedades infecciosas. Es la tormenta perfecta para la hambruna y estamos a sus puertas.

Aunque se haya visto agravada por el estallido del conflicto, la inseguridad alimentaria en Gaza es anterior a la crisis actual. La situación de bloqueo desde el año 2004 ha sido determinante para fragilizar su sistema económico, infraestructuras y servicios básicos, haciendo a la población gazatí altamente dependiente de la ayuda exterior. Ya en 2022, se estimaba que 1,3 millones de personas en el territorio, más de la mitad de la población, necesitaba ayuda humanitaria para garantizar su seguridad alimentaria y los medios de subsistencia.

Desde Acción contra el Hambre estamos empeñados en luchar contra los efectos, pero también contra las causas inmediatas del hambre siguiendo los preceptos de la resolución 2417, aprobada por unanimidad en el Consejo de Seguridad, y sobre todo el IV Convenio de Ginebra del que se dotó la humanidad para civilizar la guerra y proteger a poblaciones civiles.

Para ello, en Gaza, es imprescindible cesar en el ataque a instalaciones esenciales para la seguridad alimentaria e hídrica (como almacenes de alimentos, panaderías, puntos de agua y potabilizadoras…) o a las acciones de ayuda (convoyes y puntos de distribución humanitarios). Y, de la misma manera, lo es eliminar las restricciones al ingreso masivo de ayuda humanitaria permitiendo el acceso por vía terrestre (la más eficaz y eficiente) de productos básicos alimentarios, combustible, medicamentos y materiales de primera necesidad, una ayuda que hoy está disponible y se agolpa en la frontera de Gaza.

Pero para que esta ayuda pueda alcanzar su objetivo es necesario que se haga efectivo el alto el fuego inmediato y permanente que permita el acceso seguro y continuado y la liberación de los rehenes. Desde Acción contra el Hambre, acogemos con satisfacción la reciente noticia de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas haya aprobado una resolución sobre Gaza en esta dirección.

Para ello, es urgente la implicación de toda la comunidad internacional de forma efectiva y continuada en revertir el daño infligido por este conflicto, esta dispone de herramientas como la diplomacia humanitaria, sea pública o privada, bilateral o colectiva. Dispone también del apoyo de una opinión pública que de forma unísona clama por ahorrar el sufrimiento inaceptable de población civil inocente, evitando el ataque desproporcionado y no diferenciado a esta, sea en Gaza o en Israel.

En un momento donde vuelven a esgrimirse las armas nucleares en parte de la narrativa bélica sobre el conflicto en Ucrania, conviene recordar el impacto humano del hambre que, en zonas como Gaza, pero también Sudán, Etiopía, República Democrática del Congo o Yemen, provocan la muerte de más de 6 millones de personas cada año.

El hambre, junto con la negación de acceso al agua potable, saneamiento básico y cuidados médicos esenciales, no solo causa la muerte de individuos, sino que también degrada el tejido social, retrotrae la economía a niveles de subsistencia y debilitan instituciones haciendo imposible satisfacer el más básico contrato social en las sociedades que la sufren tanto como las que la infringen.

Esta situación crea un ciclo en el que la inestabilidad y la violencia se alimentan mutuamente y, a largo plazo, todos resultan perjudicados, dejando solo un camino muy estrecho para la esperanza, tanto a nivel individual como colectivo y dificultando un futuro que necesariamente tendrá que ser común entre los palestinos y los israelíes.

***Manuel Sánchez-Montero es director de Incidencia y Relaciones Institucionales de Acción contra el Hambre.