Quizá 2030 pueda sonar a muy lejano para quien esté leyendo esto. Que queden 7 años puede convertirlo en algo muy futuro y quizá irrelevante, en un segundo plano respecto al presente. Sin embargo, convertir la Tierra que habitamos este año en el mundo sostenible, justo, libre de pobreza y de desigualdad para 2030 es una tarea que requiere que el trabajo se realice desde ya y para la que vamos tarde.

Aunque pueda parecer una odisea complicada de conseguir, contamos con una hoja de ruta: los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, 17 puntos clave que ejercen como una clara guía para alcanzar ese escenario de prosperidad a nivel global.

Gobiernos de todo el mundo, con sesgos políticos dispares, se han adherido a estos ODS. Hay consenso sobre la importancia de cumplir con estos puntos y, por esto, todos ellos desarrollan sus políticas con base en estos objetivos. El compromiso y el avance son notables, pero hace falta desescalarlos y ampliar este compromiso a todos los actores de sociedad.

Si queremos alcanzar los objetivos, debemos, como ciudadanos, estar todos implicados. Para ello, es necesario informar a los individuos del papel que pueden desempeñar en la consecución de los ODS si siguen estas directrices. También del impacto positivo, a corto y medio plazo, que pequeñas acciones cotidianas pueden tener en el propósito de hacer del mundo un lugar mejor. Deben sentirse parte fundamental de esta tarea común.

Esta necesidad de involucración colectiva se refleja como algo prácticamente obligatorio si analizamos los propios ODS. Los gobiernos tienen un rol fundamental, con la puesta en marcha de iniciativas concretas. Por ejemplo, incentivar a los comercios a no desperdiciar comida, promover el transporte público y sostenible o fomentar el uso eficiente de la energía.

En cualquier caso, y aunque supone una base prometedora, nada de esto tendrá éxito real si los ciudadanos tiran comida a diario, usan su coche para cualquier trayecto o no son responsables con su consumo energético.

Las empresas tenemos capacidad para ampliar la labor difusora de los gobiernos. Todas las compañías somos, al fin y al cabo, personas que cuidamos de personas a través de los distintos productos y servicios que ofrecemos. Contamos con una importante capacidad de influencia sobre un público amplio, en el que se incluyen tanto nuestros clientes como nuestros empleados. Todas las empresas podemos ser diferenciales en este aspecto, sin importar el tamaño.

Esto se traduce en políticas internas que pueden y deben desarrollarse en diversas líneas, en función del tipo de impacto que pueden alcanzar. En un primer ámbito aparecen las relacionadas con el compromiso medioambiental, que debe traducirse en que cada compañía cuide aspectos como su huella de carbono o un uso eficiente de la energía. Además, para aquellas cuya actividad implique inversión de capital, es esencial que se prioricen estas inversiones en negocios que reviertan en beneficios para el desarrollo de la sociedad.

En un segundo campo de actuación se enmarcan las acciones que repercuten beneficiosamente en las personas, tanto clientes como los propios empleados. Acciones de voluntariado, fomento del talento interno, compromiso real por la igualdad de oportunidades o el trabajo diario para ofrecer un servicio transparente, honesto y en constante perfeccionamiento son algunos ejemplos en este apartado.

En tercer lugar, la elección de socios y proveedores también es un elemento esencial en esta línea de adhesión y cumplimiento de los ODS por parte de las compañías. Esto es, trabajar únicamente con otras empresas que compartan valores y objetivos comunes y que cumplan, además, con criterios de derechos humanos, calidad o respeto por el medio ambiente, entre otros.

Queda evidente el potencial de impacto que tienen las compañías, si bien ello implica una gran responsabilidad de difusión de los ODS en la sociedad. Esto es especialmente relevante en relación con nuestras plantillas. Para cumplir con ella contamos con medida internas o iniciativas corporativas como las anteriormente comentadas.

Estas acciones no se limitan solo al impacto propio de cada una de ellas, aunque esto ya es, de por sí, un gran hito. Implicando a la plantilla en estas actividades logramos generar en ellos esa implicación, conciencia y visión del impacto beneficioso de los ODS, esencial para el futuro que queremos construir a partir de ellos. A través de los empleados, llegamos a los ciudadanos.

Alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible es una meta común. Por tanto, no basta con que los gobiernos y un gran número de empresas nos adhiramos a ellos. Los ODS no pueden quedarse en los Consejos de Gobierno, en los Comités de Dirección y en las oficinas, porque estaremos alcanzando solo la superficie. Debemos lograr que estas beneficiosas directivas penetren en cada uno de los hogares del mundo. Que se sientan partícipes y parte clave de esta tarea.

Solo nuestro trabajo colectivo como sociedad puede convertir la Tierra que habitamos en 2023 en el mundo en el que queremos vivir en 2030. Para ello, nuestra labor desde las empresas como prescriptores es fundamental.

***Nieves Bañeres es responsable de Sostenibilidad en Aegon.