Aún con las consignas anotadas en el II Observatorio de los ODS, celebré el día Internacional de La Paz el pasado jueves 21 de septiembre. Y no pude brindar.

No podemos brindar conscientes de que tenemos ahí al lado una guerra que lleva nublando nuestras vidas desde hace más de un año y medio (hoy, concretamente, 577 días). Una guerra que sigue cruenta, incluso aunque desaparezca de la primera línea de noticias de los diarios, de la televisión, de la radio. No olvidemos Ucrania. Ahí sigue en su destrucción permanente, incidiendo en las vidas…, y de paso en la economía, en la suya, en la europea, en la internacional.

Sin paz es imposible construir nada. Y no es una perogrullada, ni baladí. Porque además no todo es Ucrania; no solo. Según un informe de la Organización de Naciones Unidas de 2022, desde la creación de la ONU el mundo no había vivido tamaña cantidad de conflictos como hoy. Dos mil millones de personas habitan en países afectados por ellos. Tampoco antes se contabilizaban tantos refugiados; de hecho, en 2021 hubo cifra récord, casi 90 millones de personas, poco más del doble de españoles, para ponernos en situación.

Paz. Paz. Paz. Sin ella es imposible albergar esperanzas. Como exclamó Martin Luther King, “el odio no puede expulsar al odio”.

La letra “p” de la palabra paz es una de las que presidían el II Observatorio de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, celebrado en Madrid entre el 12 y el 15 de septiembre en Caixa Forum, como iniciativa de El Español, Invertia y la fundación La Caixa. Pero no la única, aunque desde mi punto de vista la más importante, porque sin ella no hay construcción posible de las otras cinco: Planeta, Persona, Prosperidad y Pactos.

Como dijo Cruz Sánchez De Lara, vicepresidenta de El Español y editora de Enclave ODS, en la apertura del foro: “No pueden existir empresas exitosas en sociedades rotas”. La Tierra sufre una enfermedad degenerativa, también lo dijo. Sin paz no habrá lugar para la salud humana. Lo hemos comprobado con la pandemia. Ni, por supuesto, habrá prosperidad. Y cómo va a existir paz sin pactos, sin capacidad de entendimiento…

"Queda poco tiempo" recordó el presidente ejecutivo y director de El Español, Pedro J. Ramírez, quedan (hoy) siete años y 98 días para alcanzar los ODS de la agenda 2030.

Con el planeta enfermo, no solo se producirán migraciones movidas por causas económicas o bélicas, sino que crecerán las climáticas, y como expresó Begoña Gómez, directora de la cátedra de Transformación Social Competitiva de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), el 80% de los migrantes por causas climáticas son mujeres. Un planeta enfermo al que todos contribuimos; recordó la escalofriante cifra de 15.000 botellas de plástico que dan al mar, en la cornisa mediterránea, concretamente.

Nombraba la P de prosperidad y tampoco esta se logrará si las empresas no acuerdan con ellas mismas el seguimiento y según los casos el cumplimiento de los 17 ODS. Así de simple. Uno por uno. Como también dijo Gómez, ese es, ese será, el gran componente diferencial, sí, también para crecer. Se habló igualmente de la pobreza laboral, un tema escalofriante, que los boomers no entendemos.

Nosotros trabajábamos para vivir, lo mejor posible, algunos lo peor porque vivían (hemos vivido muchos en algunos momentos de nuestra existencia) para trabajar. Hoy tener trabajo no siempre equivale a digna existencia. En España, un 30% de los trabajadores sabe lo que es la pobreza laboral y 6 de cada 10 personas extranjeras en nuestro país viven en la precariedad… trabajando.

Mientras unos hacen cola para comer, otros tiran comida. Lo vemos continuamente, y se evidenció en este II Observatorio que el desperdicio alimentario lejos de parar continúa siendo escandaloso, a tenor de los datos ofrecidos: 1,92 millones de kilos o litros se tiraron en 2021, de los que el 5% corresponde a la hostelería. Y todo ello a pesar de que en ese año se redujo el desperdicio en los hogares españoles un 8% (en 2022 volvió a rebajarse en un 6% según datos del Ministerio de Consumo).

Hay que volver a apelar a la responsabilidad individual. Esa que hace que ya no nos dé vergüenza pedir las sobras en los restaurantes. Lo que antes era la doggy bag (la comida para el perro) ahora es la PB (personal bag). Lo que antes parecía feo hoy es tan sostenible que incluso los camareros lo ofrecen a los clientes. Faltaría más.

Sin consideración a estas Ps de paz, de planeta, de prosperidad no habrá un buen lugar para las personas en el mundo que habitamos. Al fin y al cabo al hogar lo ennoblecen sus moradores y la tierra también se ennoblece, o no, con unos habitantes que no siempre se sienten interpelados por los problemas que ellos mismos provocan.

Y cuando hablamos de sostenibilidad, de ODS, de ESG, no está de más recordar que por mucho que trabajemos por el medioambiente como empresas, como instituciones, como gobiernos, como individuos, el avance será incompleto si del combo excluimos a los seres humanos y sus derechos. Flaco favor hacemos sin pensar en el respeto de género, en la diversidad, sin combatir el edadismo, que cuando además se cruza con la mujer es exponencialmente mayor.

Pero nada de esto, ninguna de estas Ps coronará el podium si somos incapaces de entender al otro con la empatía suficiente como para comprender que en cualquier aspecto de la vida los pactos son necesarios. Con lo que implican los pactos. Una implicación que va más allá de la negociación. Porque habla del encuentro en las diferencias, del perdón, de admitir la independencia de pensamiento de todas las partes, con la alquimia de un cóctel en que cada porción es necesaria para completarlo.