La Unión Europea ha trazado una ambiciosa senda para la legislación climática en 2023. En marzo, el bloque dio a conocer la Ley de Industria Neta Cero, con el objetivo de aumentar la capacidad de fabricación ecológica y proporcionar una mayor diversidad en las cadenas de suministro de tecnologías clave.

Ahora, la UE ha aprobado una revisión de su mercado del carbono, la más ambiciosa desde la aprobación de la política original en 2005. La nueva reforma se dirige a los sectores que más emiten de dos maneras: mediante la supresión de los permisos gratuitos de CO₂ para determinadas industrias en el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión, y a través del Mecanismo de Ajuste Fronterizo del Carbono, el primer impuesto mundial a la importación de carbono para productos de altas emisiones. 

Para las empresas multinacionales, estos textos legislativos ofrecen algunas oportunidades ocultas. La proliferación industrial en todo el mundo ha dado lugar a un mosaico de normativas que las multinacionales deben seguir, lo que complica la creación de una estrategia holística de descarbonización de las empresas. A largo plazo, es probable que políticas ambiciosas como las de la UE igualen las condiciones, haciendo que resulte ventajoso para las multinacionales europeas reducir sus emisiones tanto en el extranjero como en el propio país. 

Más competitividad y una industria 'verde'

La Unión Europea no parte de cero en lo que a política de tecnologías limpias se refiere. Con un historial de 20 años de desarrollo de tecnologías verdes y un sólido marco normativo de objetivos climáticos, el bloque ha sido históricamente el líder mundial del sector. Otras regiones han seguido este ejemplo, ampliando rápidamente sus capacidades de fabricación para competir a escala internacional.

Con este nuevo conjunto de políticas, desde Europa se adopta un enfoque dual, impulsando la innovación en industrias difíciles de abandonar y fijando al mismo tiempo objetivos de fabricación sólidos para las tecnologías necesarias. Estas políticas van más allá del cumplimiento de los objetivos de descarbonización, pero las ideas que las sustentan no son fundamentalmente nuevas. Más bien, se basan en políticas ya existentes que permiten al continente seguir siendo competitivo e innovador en un panorama mundial de tecnologías limpias cada vez más saturado. 

Las políticas con visión de futuro pueden tener un efecto dominó que se extienda más allá de las fronteras. Este ha sido el caso del Régimen de Comercio de Derechos de Emisión (RCCDE), que ha reducido las emisiones de las fábricas y el sector eléctrico europeos en un 43% y ha inspirado sistemas similares en otras naciones. Los nuevos ajustes del RCCDE y la Ley de Industria Neta Cero (NZIA) también tendrán probablemente repercusiones mundiales.

En Europa, la NZIA se centra en la creación de un abanico más amplio de opciones accesibles de energía limpia, mientras que los ajustes del RCCDE crean una nueva fuente de ingresos que puede utilizarse para un mayor desarrollo tecnológico.

Esto significa que las empresas pueden centrarse en desplegar soluciones mientras siguen utilizando tecnologías de energía limpia, rentables y producidas localmente en otras partes del mundo. Al aprovechar las cadenas de suministro más cortas para descarbonizar las instalaciones de producción, las empresas pueden cumplir sus objetivos de sostenibilidad con mayor rapidez.

Bajas emisiones en el extranjero

A medida que se afiance el Mecanismo de Ajuste en Frontera de las Emisiones de Carbono, el uso de energías limpias en la fabricación en el extranjero será aún más vital.

En la actualidad, la ley solo se aplica a determinados sectores intensivos en emisiones, como el acero, el cemento y los fertilizantes. Pero ahora que se presta más atención al problema de la "fuga de carbono" -es decir, la deslocalización de las emisiones de carbono causada por el traslado de la producción a terceros países-, es aconsejable que las empresas de todos los sectores manufactureros sean proactivas a la hora de aplicar una estrategia de descarbonización.

Esto será doblemente cierto a medida que las leyes en torno a los informes ESG se vuelvan más estrictas en la UE, lo que significa un mayor escrutinio de las prácticas de fabricación en el extranjero de las empresas con sede en la UE. A medida que las emisiones de carbono ocupan un lugar más destacado en la escena pública y política, las multinacionales pueden beneficiarse de la aplicación de medidas para reducir su huella en el extranjero, tanto en aras del cumplimiento como de la coherencia de sus valores de sostenibilidad. 

Para los fabricantes de bienes de consumo, cuyas emisiones son relativamente fáciles de reducir, estas políticas ofrecen la oportunidad de adelantarse a los acontecimientos. Las energías renovables in situ pueden bastar para alimentar muchos procesos industriales simples, permitiendo una fabricación con bajas emisiones de carbono, incluso en países cuyas combinaciones energéticas dependen de los combustibles fósiles.

Esto es valioso tanto para las empresas europeas como para los países en los que operan. Un mayor uso de energías limpias en el extranjero puede ayudar a mantener la ventaja comparativa de unos costes de fabricación más bajos, al tiempo que permite a las empresas europeas mantener la transparencia sobre sus medidas de reducción de emisiones.

A cambio, las empresas pueden crear puestos de trabajo relacionados con la energía verde y contribuir al desarrollo de la experiencia en tecnologías limpias en áreas del mundo donde tiene mayor impacto. 

La necesidad de energía limpia es más urgente que nunca. Al igual que el cambio climático tendrá repercusiones mundiales, también las tendrá la aplicación de políticas con visión de futuro. Al desafiar a la industria a innovar a corto plazo, proporcionar fuentes de financiación para la investigación y el desarrollo y fomentar la transferencia mundial de tecnología, las políticas ambiciosas crean estabilidad para la transición verde a largo plazo.

***Óscar Loza, Business Development Manager de BECIS