Hace casi un año, y dentro del marco del Foro de las Principales Economías, celebrado en septiembre de 2021, la Unión Europea y Estados Unidos invitaron a los países asistentes a firmar el Compromiso Mundial sobre el Metano (GMP, por sus siglas en inglés) cuya propuesta se lanzaría poco después en la pasada edición COP26 de Glasgow.

En total, 103 países firmaron dicho pacto, con el objetivo común de disminuir las emisiones de metano en, al menos un 30%, por debajo de los niveles de 2020 para 2030, una reducción que resulta esencial y que podría evitar un incremento de 0,2 grados sobre el calentamiento global para 2050.

Desde su lanzamiento, el número de firmantes ha aumentado, llegando a alcanzar los 125 países, un incremento muy significativo y que incluye a algunos de los principales productores y exportadores de combustibles fósiles, como Egipto, Omán, Trinidad y Tobago, Uzbekistán y, recientemente, Australia.

No obstante, algunos de los mayores emisores de metano, como Argelia, Azerbaiyán, China, India, Irán, Rusia, Sudáfrica, Turkmenistán y Venezuela todavía no se han sumado a esta iniciativa.

La Unión Europea, en su papel como mayor importador mundial de gas natural, ha asumido el reto de reducir las emisiones de metano dentro del sector energético. Es más, las instituciones europeas actualmente se encuentran negociando un reglamento que establece unos nuevos requisitos de control y notificación de las emisiones nacionales de detección y reparación de fugas, incluyendo también límites estrictos de venteo y quema de gas.

Además, la UE estudia medidas adicionales de cara a hacer frente a las emisiones procedentes de las importaciones mediante el plan de captura de metano "usted recoge, nosotros compramos", un enfoque propuesto dentro del marco del plan REPowerEU.

Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, Estados Unidos también ha tomado medidas para cumplir con los objetivos del GMP, mediante la creación de un Programa de Reducción de Emisiones de Metano que incluye una tasa sobre los niveles de estas en determinadas instalaciones petrolíferas y gasísticas.

Adicionalmente, mientras que Canadá y Nigeria se encuentran trabajando de forma conjunta, para publicar un proyecto de reglamento para principios del 2023, Egipto, Israel y la UE han firmado un acuerdo trilateral con el fin de promover la reducción y captura de las fugas de metano a lo largo de sus cadenas de suministro de gas.

Volviendo al marco del GMP, tanto la UE, como EE.UU y otros 11 países, ya han puesto en marcha la Ruta Energética del Compromiso Global del Metano, un paso común hacia una aplicación más concreta de dicho acuerdo asumido en la pasada edición COP26.

De esta forma, el compromiso de los países firmantes se basa en capturar las emisiones de metano del sector energético (en línea con lo que sugiere la UE en su plan REPowerEU), así como en eliminar la quema rutinaria de gas para 2030. A pesar de que este pacto resulte alentador sobre el papel, dicha iniciativa sólo proporciona recursos limitados (unos 58 millones de dólares en total), algo insuficiente y que marcará grandes diferencias entre muchos de los países.

Un año después, los retos que se plantean en la próxima COP27 siguen siendo fundamentales y determinarán si la aplicación del GMP está condenada a estancarse o si finalmente se mantiene y cataliza su impacto.

El objetivo del GMP global requiere asumir tres retos que, si no se abordan, probablemente obstaculizarán sus resultados: un compromiso colectivo, acciones concretas y recursos suficientes.

Compromiso colectivo. Es crucial involucrar a los países que aún no se han unido al Pacto. Sin embargo, y dadas las crecientes tensiones geopolíticas entre la Unión Europea, Estados Unidos, China y Rusia, parece poco probable que algunos de los países más influyentes respalden el compromiso en la próxima COP, celebrada en Egipto.

No obstante, siempre hay un halo de esperanza: y es que China se ha comprometido a desarrollar un plan de acción nacional sobre el metano para reducir las emisiones en esta década.

Acciones concretas. Aunque todos los países reconocen que la reducción de las emisiones de metano es esencial, el compromiso debe pasar a hechos específicos por parte de todos los gobiernos nacionales.

Como primer paso, los debates deberían centrarse en las medidas nacionales de reducción de emisiones dentro del sector energético, concretamente en aquellos casos en los que existan soluciones rápidas y rentables.

Esta disposición indicaría que los gobiernos están siendo pragmáticos, intensificando todos sus esfuerzos. Para ello, la UE y otros países que han empezado a desarrollar una legislación nacional deberían actuar como fuerza motriz para que los compromisos jurídicamente vinculantes sean una realidad a corto plazo.

Compromiso financiero. Es necesario aumentar los convenios financieros, contando además con el apoyo abierto de la industria, lo que resultaría que los compromisos nacionales fueran más tangibles y sustanciales.

No lo perdamos de vista: en vísperas de la COP27 y del primer aniversario del GMP, nuestras miradas están puestas en sus 125 países firmantes que lo marcarán todo: si las promesas nacionales siguen siendo residuales y no se materializan, el GMP corre el riesgo de convertirse en algo insustancial, y con la pena de perder una oportunidad en la que no se ha sabido aprovechar su potencial.

*** Dagmar Droogsma es AVP de Estrategia y compromiso europeo del Fondo de Defensa Medioambiental Europeo.

*** Flavia Sollazzo es Director de transición energética del Fondo de Defensa Medioambiental Europeo.