Mientras que un único océano proporciona conectividad a escala planetaria, el Austral y el Ártico determinan en gran medida su equilibrio. Son esenciales para el movimiento y la circulación de calor, de carbono, de la vida marina y de otras sustancias dentro del océano mundial y del sistema climático. De su conservación depende la estabilidad climática y la resiliencia del ecosistema.

Los datos son también muy claros: la circulación de las corrientes oceánicas ya está cambiando y seguirá haciéndolo en el futuro, con repercusiones tanto en nuestro clima como en los ecosistemas y las poblaciones globales.

Los polos se están calentando entre dos y tres veces más rápido que el resto del mundo. El hielo del Ártico se está perdiendo a un ritmo del 13% por década. Un océano Ártico libre de hielo en verano podría verse posiblemente ya en 2030, y el aumento de 35 cm del nivel del mar para 2050 ya está asegurado, incluso si las emisiones de CO₂ alcanzan un nivel cero hoy.

Carol Portabella, presidenta de la Fundación Príncipe Alberto II de Mónaco en España

Y es que la región polar, con sus océanos polares, está cambiando a un ritmo sin precedentes como consecuencia del cambio climático inducido por el ser humano y amenazan con alcanzar un punto irreversible.

Ante las pruebas objetivas de deterioro que muestra el planeta, no podemos negar la evidencia de la envergadura del problema climático al que nos enfrentamos, y la urgencia de que gobiernos y organizaciones se movilicen coordinadamente como motor del cambio. 

Es esencial poner los recursos y soluciones necesarios que permitan acelerar la investigación polar, como el aumento de la inversión en esta, con vistas a una continuidad en la evaluación de los impactos de las nuevas actividades sobre el ecosistema. A la vez, es importante que se sigan vigilando las características biofísicas y del ecosistema, así como los impactos del cambio climático sobre los sistemas polares y dibujar escenarios.

Por desgracia, la capacidad de predicción de estos cambios en los polos es todavía demasiado limitada y dificulta el desarrollo de políticas climáticas eficientes.

En el marco de la Conferencia de la ONU sobre el Océano, celebrada la pasada semana en Lisboa, la Fundación Príncipe Alberto II de Mónaco, junto con el Instituto Oceanográfico, la Fundación Príncipe Alberto I de Mónaco y la Fundación Océano Azul, organizaron el pasado 28 de junio un acto dedicado a los océanos polares para reflexionar sobre su importancia como vectores del cambio climático y oceánico global y sobre la necesidad de elevar los mensajes del terreno científico a otros órganos con notable capacidad de acción.

Entre las principales conclusiones de este encuentro, se destacó que todos los sectores están llamados a ejecutar juntos una labor colectiva de cuidado medioambiental y social, siguiendo unos claros objetivos en línea con las agendas de sostenibilidad. Todos sin excepción.

En este sentido, el despliegue de planes de acción específicos para los océanos polares en el marco del Decenio de las Naciones Unidas para las Ciencias del Mar es un paso importante, como destacó en el evento la doctora Sian Henley, profesora de ciencias marinas de la Universidad de Edimburgo y vicepresidenta del Sistema de Observación del Océano Austral.

Otras reflexiones que surgieron de este acto, fueron la importancia de minimizar otras presiones antropogénicas sobre los polos y de reforzar la colaboración entre las comunidades científicas del Ártico y del Antártico.

Ante la incertidumbre, la falta de políticas y la actual predicción deficiente de los cambios, es de máxima relevancia apoyar el trabajo de los científicos, para reforzar así nuestros conocimientos y capacidades de predicción. Y también lo es añadir una dimensión emocional a los mensajes científicos para fomentar un mayor compromiso con la preservación del océano y de nuestro planeta.

En definitiva, se trata de construir y contar historias con mensaje, que lleguen directamente al corazón de la sociedad para acelerar la concienciación y movilizar a la acción. Hemos de prestar nuestras voces a las regiones y océanos polares para que sigan estando dentro de nuestra atención política, medioambiental y mediática.

*** Carol Portabella es presidenta de la Fundación Príncipe Alberto II de Mónaco en España.