Imagen del fuego declarado en la localidad leonesa de Yeres que ha afectado al espacio natural de Las Médulas.

Imagen del fuego declarado en la localidad leonesa de Yeres que ha afectado al espacio natural de Las Médulas. Ana F Barredo EFE

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El calor, el abandono rural y la falta de lluvia se ceban con España: la tormenta perfecta para los incendios forestales

Las temperaturas extremas de las últimas semanas, junto a la sequía, son el caldo de cultivo perfecto para que los montes ardan.

Más información: No solo importa el calor: así influyen el abandono rural y los mosaicos agrícolas en los incendios forestales

Raquel Nogueira
Publicada

Una tormenta perfecta. Con esas tres palabras podría definirse a España en materia de incendios forestales.

Como se está pudiendo comprobar desde el fin de semana, el país experimenta una convergencia de factores climáticos, sociales y ecológicos propicios para que las llamas prendan y el fuego tiña de rojo y gris el cielo.

Se ha visto en Las Médulas, ese conjunto natural leonés que forma parte del Patrimonio de la Humanidad, que estallaba el pasado 9 de agosto. O en Zamora, Toledo, Orense, Cádiz, Toledo, Navarra o Madrid.

Los factores detrás de todos ellos son múltiples y, en algunos casos, la intervención humana los habría propiciado. Pero la investigación científica del último lustro documenta que el cambio climático sería el principal culpable de que el fuego se expanda como lo está haciendo esta semana.

Un estudio publicado a principios de año en la revista Nature, por ejemplo, apuntaba al incremento de las temperaturas, la reducción de las precipitaciones y el abandono rural como desencadenantes de las condiciones propicias para megaincendios o incendios de sexta generación.

Caldo de cultivo perfecto

El artículo sintetiza estudios científicos recientes que demuestran que más de la mitad de los grandes incendios forestales (de más de 500 hectáreas) ocurridos en la península ibérica entre 2001 y 2021 presentan un incremento significativo en la velocidad de propagación atribuible al calentamiento global.

Asimismo, indica que el abandono rural por parte de las instituciones competentes ha generado paisajes con mayor carga de combustible. A su vez, el déficit hídrico intensifica la sequedad de la vegetación.

La combinación de todos estos factores, unido a las temperaturas extremas prolongadas —la ola de calor lleva ya con nosotros más de una semana— que se están viviendo este mes de agosto, se presentan como el caldo de cultivo perfecto para que los megaincendios cubran el paisaje español.

No es de extrañar que, por tanto, los datos provisionales del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), que cubren hasta el inicio del calor extremo el pasado 3 de agosto, registren ya 4.735 siniestros forestales, de los que 14 afectan a más de 500 hectáreas.

Bomberos intentando controlar las llamas en Tres Cantos (Madrid).

Bomberos intentando controlar las llamas en Tres Cantos (Madrid). Efe

Estos datos, eso sí, no cuentan con los focos de fuego de esta última semana. Habría que sumarles las hectáreas que han ardido hasta el momento en que se escriben estas líneas: 4.330 en toda Galicia —con más de 3.000 solo en Chandrexa de Queixa (Ourense)—, 3.500 en Molezuelas de la Carballeda (Zamora), 1.500 en Las Médulas (León), 1.500 en Tres Cantos (Madrid), 3.250 en Castilla-La Mancha y 300 en Cádiz.

Atajar el abandono rural

Los expertos coinciden en que, además del calor y la sequía, el abandono rural y los cambios en los usos del suelo tienen también mucho que ver con los incendios de los últimos años.

Entre 1960 y 2021, España perdió 5,3 millones de habitantes en zonas rurales, según Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).

Este abandono rural, explican desde el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), tiene consecuencias directas en el riesgo de incendios forestales, pues desaparecen las actividades tradicionales que mantenían el territorio limpio y fragmentado.

Para recuperar la esencia de los montes y el paisaje, desde el centro de investigación pusieron en marcha el proyecto LIFE MIDMACC (2019-2024), que demostró poseer un enfoque innovador para la adaptación al cambio climático en zonas de media montaña de La Rioja, Aragón y Cataluña.

Arrozales agrícolas en Calasparra, Murcia, España.

Arrozales agrícolas en Calasparra, Murcia, España. iStock

Entre las medidas propuestas por este programa está la recuperación de pastos mediante desbroce de matorral y la introducción de ganadería extensiva, pero también la gestión forestal adaptativa para reducir el riesgo de incendios o la introducción de viñedos de montaña (que también sirve como estrategia de diversificación económica).

Asimismo, el CREAF propone la creación de cinturones agrícolas como protección contra incendios. Algunas de sus investigaciones sugieren que recuperar 17.000 hectáreas de cultivos y pastos en la región metropolitana de Barcelona, por ejemplo, podría disminuir hasta un 30% la conectividad del fuego en caso de incendio.

Los estudios recomiendan restablecer los cultivos que existían en los años 50 y aprovechar espacios abiertos generados por la sequía en los bosques.

Cuestión de prevención

Además, la prevención de incendios, tal y como explican desde el CREAF, pasa por apostar por la ganadería extensiva y regenerativa, clave para recuperar paisajes en mosaico.

En La Rioja, por ejemplo, el sistema extensivo ha logrado aumentar las cabezas de ganado mientras se reducen los incendios y la superficie quemada.

Rebaño de ovejas en la ganadería extensiva en el Pirineo navarro.

Rebaño de ovejas en la ganadería extensiva en el Pirineo navarro. iStock

Asimismo, a la hora de recuperar o planificar estos paisajes en mosaico es vital, dicen desde el centro de investigación, que la sequía se convierta en un factor determinante en la gestión forestal adaptativa.

A fin de cuentas, el paisaje en mosaico, que incluye terreno forestal de árboles, matorrales y terreno agrícola, es más resiliente ante incendios y megaincendios.