Imagen de archivo del río Po durante la sequía.

Imagen de archivo del río Po durante la sequía. EFE

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Italia vuelve a secarse: la falta de agua consume el Po y arriesga los cultivos y la producción de energía verde

En el valle del Po se produce más de un tercio de los alimentos del país y la hidroeléctrica supone casi el 40% del total de fuentes limpias.

21 febrero, 2023 01:06

A menudo se dice que todo lo que sucede en el país vecino, acaba llamando a nuestra puerta. Algo así ocurrió con la alarma de la Covid-19. Cuando Italia comenzó a presentar una explosión de casos, la preocupación subió de nivel en España. Con la sequía —aunque salvando las distancias—, pasa parecido. El clima mediterráneo que compartimos nos sitúa en una misma cuerda floja por el impacto del cambio climático, y nos expone a más fenómenos extremos como sequías más frecuentes y severas.

El río Po, de unos 1.000 kilómetros de largo, es el más caudaloso del país y el quinto de toda Europa, lo que ha determinado que, durante años, el valle que le rodea se haya convertido, prácticamente, en la huerta de Italia. Entre tomates, arroz y trigo, esta zona acumula el 40% de la producción de sus alimentos. Sin embargo, la situación actual es bien distinta.

La imagen capturada esta última semana por Copernicus, el satélite de la Unión Europea, habla por sí sola. La sequía ha llegado al valle del Po por segundo año consecutivo. Según el Observatorio ANBI, el río alcanzó su nivel mínimo histórico en las regiones de Piacenza y Cremona. 

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Asimismo, en la región de Piamonte, siete municipios han tenido que utilizar camiones cisterna para dotar de agua potable a su población, y otras 70 administraciones locales del norte de Italia han declarado una prealerta. Por no hablar de la reserva de agua más grande de Italia, el lago de Garda, que ahora está a solo unos centímetros de su mínimo histórico y con el nivel de agua más bajo para estas fechas en 35 años.

Según recoge Corriere Della Sera, la falta de nieve y lluvia entre finales de este otoño e invierno se ha traducido en un caudal aún más bajo que el del año pasado, considerado el “trágico”. Los déficits de agua oscilan entre el 50%, como ocurre en Turín, y el preocupante 80%. La nieve, en zonas como Lombardía, ha bajado un 42% este año desde sus niveles medios.

El río Po, afectado por una sequía severa.

El río Po, afectado por una sequía severa.

Francesco Vincenzi, presidente de Anbi, confesó hace menos de un mes a este mismo diario que "la condición crítica del agua del Po se arrastra desde diciembre de 2020 y afecta la economía agrícola y al sector agroalimentario del valle del Po". Por ello, “es fundamental una nueva cultura, que metabolice cómo el cambio climático está provocando el fin de la abundancia de agua en el norte de Italia”.

Coldiretti, la asociación de agricultores más grande de Italia, ha asegurado que la sequía de 2022 causó daños por valor de 6.000 millones de euros a los productos agrícolas. Por este motivo, advierte ahora de que, a no ser que se produzcan lluvias abundantes en primavera, al menos un tercio de la producción del país se situará en riesgo este año.

Más allá de este importante impacto en los cultivos del norte del país y de los avisos de restricciones al abastecimiento, hay otro aspecto que preocupa. Según declaraciones de Alessandro Bratti recogidas en un artículo de The Guardian, en zonas como Trentino se está viendo afectada la producción de energía hidroeléctrica. “Si no tienes agua, no puedes producir energía, así que este es otro problema”, apunta Bratti, que asegura que “es muy crítico porque no ha nevado ni llovido en este período y el pronóstico dice que seguirá así”.

El lecho del río Po durante el pasado verano.

El lecho del río Po durante el pasado verano. Reuters

Este tipo de energía verde supone en torno al 40% de la producción de fuentes renovables en el país. Un dato que ante la falta de agua que lleva sufriendo Italia estos dos últimos años, no es una buena noticia. Más si cabe, en un contexto de crisis energética exacerbada por la invasión de Ucrania por Rusia.

Un artículo de Nature, publicado en julio de 2022, relataba cómo la sequía del pasado verano, la peor en 70 años en el país, había dragado el río Po hasta niveles mínimos y cómo cientos de municipios del norte se enfrentaban a importantes restricciones por falta de agua potable.

Como recoge la revista, los científicos en Italia han estado haciendo sonar la alarma sobre el impacto del cambio climático en los ecosistemas fluviales durante décadas, pero falta acción política.

“Italia está muy expuesta al cambio climático, especialmente la región alpina y afrontar esta crisis debería ser una prioridad”, asegura Stefano Fenoglio, profesor de zoología e hidrobiología en la Universidad de Turín y fundador de Alpstream, un centro de investigación para el estudio de los ríos alpinos. Apunta a que “la sequía se trata como un episodio puntual, pero ahora se está volviendo crónico”.

Es un síntoma que no solo se queda en Italia. Un análisis satélite de GRACE (de Estados Unidos y Alemania) ha comprobado cómo la media de agua dulce almacenada en el continente europeo ha seguido un ritmo descendente en los últimos años. Hay un agotamiento constante de los acuíferos, que cada año pierden más agua que la que reponen con las precipitaciones.

La sequía catalana

Este año, en nuestro país, la comunidad que está percibiendo ese golpe de efecto del cambio climático es Cataluña. Como contamos en EL ESPAÑOL, lleva 25 meses sin lluvias importantes en las cabeceras de los ríos y, desde hace siete meses, las desalinizadoras trabajan casi a pleno rendimiento y se utilizan aportes de agua regenerada para asegurar el abastecimiento en la región sin tener que llegar a imponer grandes restricciones. 

No obstante, las reservas catalanas tienen una particularidad. En lo que tiene que ver con las Cuencas Internas, los embalses no tienen más que 677 hectómetros cúbicos de capacidad total (casi 1.000 hectómetros cúbicos menos que la mediana del país), “lo que se traduce en una garantía de un año”, indican fuentes de la Agencia Catalana del Agua (ACA). “En la actualidad, vivimos en un estado de sequía muy severo”, lamentan.

Vista del pantano de Rialb, el que abastece a Bacelona, a 24 de noviembre de 2022.

Vista del pantano de Rialb, el que abastece a Bacelona, a 24 de noviembre de 2022. Lorena Sopêna Europa Press

Por este motivo, la comunidad se está volcando en estos aportes de agua adicionales por los efectos de las sequías que ya sufren y por las previsiones de cambio climático que agravarán aún más la actual situación. 

En el resto del país, la situación no llega a alcanzar esa situación tan crítica. Las reservas de agua en embalses se sitúan al  50,7% de su capacidad total, según los últimos datos del boletín hidrológico del MITECO. No obstante, aunque no es un nivel preocupante, se queda a medio camino entre lo que acumuló hace un año (45%), cuando comenzó la alerta por sequía, y la media de lo habitual en la última década (58%).