Una agricultor camina sobre un campo seco de cultivos.

Una agricultor camina sobre un campo seco de cultivos. iStock

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El campo español como laboratorio climático para frenar el riesgo alimentario que amenaza a la UE

El cambio climático, con un intenso calor y falta de lluvias, se sufre ya en España, donde los cultivos tratan de adaptarse a marchas forzadas.

2 diciembre, 2022 01:48
Bruselas

Los cultivos en España no están rindiendo igual. Con el calor anómalo sufrido este año, la falta de lluvia y unos costes de producción inasumibles, la debacle del sector primario está ganando velocidad. Como también los precios que ya están asumiendo los consumidores en la cesta de la compra.

El campo español se está convirtiendo este año en una ventana a un futuro no muy lejano, en el que el cambio climático va a dificultar la labor de agricultores y ganaderos para producir a un coste económico sin arruinarse. Que el aceite de oliva se vaya a vender más caro este año o que se prevea una caída del 25% en la siembra del ajo, no es casual. Es el primero de los escenarios al que pronto se van a enfrentar regiones como la Unión Europea, en la medida en que se consiga o no frenar el calentamiento global.

Ya se está observando, en cierto modo. El último informe publicado por el Joint Research Centre (JRC) –una Dirección General de la Comisión Europea que proporciona asesoramiento científico– publicaba hace unos días que, en zonas como el sur de España y en el centro y norte de Italia, las temperaturas cálidas excepcionales y la sequía prolongada desde el verano estaban retrasando la siembra de cereales de invierno u obligando a prácticas de riego inusuales para estas fechas. 

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Si se observa con detenimiento el estudio, se puede advertir algo que cobra lógica en la mente del menos entendido, y es que los 27 países del entorno comunitario viven bajo unas condiciones climáticas muy heterogéneas en la actualidad. Esto les sitúa bajo un paraguas diferente de cara a cumplir las directrices que marca la UE y que afectan al sector agroganadero.

Lo último que ha encendido la mecha han sido dos propuestas legislativas debatidas en el seno de la Unión, como son el Reglamento de Uso Sostenible de Fitosanitarios y las Nuevas Técnicas de Edición Genómica. La primera establece que en el año 2030 se pueda alcanzar el objetivo de reducción del 50% en el conjunto de la Unión Europea (UE); la segunda, que los alimentos editados incluyan un etiquetado que indique su modificación genética.

A grandes rasgos, la reducción del uso de fitosanitarios –vulgarmente conocidos como pesticidas, por su derivación del inglés–, de una manera tan visceral y en tan poco tiempo, y sobre todo en zonas medioambientalmente sensibles, puede suponer un nuevo golpe al sector primario. Como se reconoce en el último informe del JRC, temperaturas como las experimentadas este año llevan a un aumento de las plagas en cultivos y enfermedades para los que se necesitan estos productos.

Imagen de archivo de una planta con una plaga.

Imagen de archivo de una planta con una plaga. iStock

En cuanto a la edición genómica, hay empresas que ya están desarrollando proyectos de investigación que permitan adaptar nuestros cultivos a las condiciones que plantea el cambio climático. Una versión mejorada que, como asegura Elena Sáenz, directora de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove), se conseguiría con el cruce natural de estos organismos. Lo que ahorra esta técnica es tiempo, algo en lo que la deriva climática no está dejando margen de actuación. Es, por tanto, una de las muchas soluciones inteligentes bajo las que el campo puede llegar a sobrevivir.

“Un laboratorio del cambio climático”

El malestar generado en el sector agrario de nuestro país ha dado lugar a la firma conjunta del Manifiesto Agrociencia que ha llegado este miércoles hasta la sede del Parlamento Europeo en Bruselas. 

Bajo el paraguas de la Alianza por una Agricultura Sostenible (ALAS) –que aglutina a casi la totalidad del tejido productivo agrario y ganadero de nuestro país– las distintas organizaciones de la Fundación–entre las que se encuentran ASAJA, COAG o UPA–, junto a otras 32 entidades productoras, han subrayado la importancia de apostar por un modelo agrario basado en la ciencia y no en ideologías políticas ni populismos.

[El campo, contra las cuerdas: millones de agricultores alertan del riesgo alimentario global]

Es una llamada conjunta hacia soluciones que van desde las posibilidades de captura de carbono hasta el uso eficiente de los recursos a través de una agricultura de precisión. Una labor que, como apuntan, se podrá llevar a cabo en la medida en la que se ponga en valor el papel de la tecnología y la digitalización en toda la cadena de valor agroalimentaria.

“Los agricultores y los ganaderos estamos sufriendo el cambio climático. Tenemos enfermedades nuevas; tenemos semillas que hay que mejorar mucho para intentar que en ocho días no nos quedemos sin cosecha”, comenta Ignacio Senovilla, presidente de ALAS, durante un encuentro en la capital belga.

Considera que el campo español se ha convertido en todo “un laboratorio del cambio climático”, porque está sufriendo ya situaciones que van a acabar llegando al resto de la Unión Europea. “Lo estamos haciendo a cambio de nada”, insiste Senovilla, que añade que “cuando ocurra en Alemania, ellos van a tener muchos problemas resueltos”.

El proyecto europeo Grapevine ayudará a digitalizar el sector agroalimentario aragonés.

El proyecto europeo Grapevine ayudará a digitalizar el sector agroalimentario aragonés. EP

“Hay muchas políticas que se están haciendo en Europa sin que la agricultura esté en el debate”, cuenta Pedro Gallardo, vicepresidente de ALAS, quien insiste en que el modelo que defienden se encamina hacia una sostenibilidad basada en tres patas por igual: la medioambiental, la económica y la social.

“Hoy más que nunca se ha puesto en evidencia que Europa debe tener una soberanía alimentaria. Europa no puede mirarse el ombligo y apostar por un modelo que limite la capacidad productiva”, subraya Gallardo. 

Los retos en una Bruselas ‘verde’

Las distintas organizaciones que firman el manifiesto asumen que el sector necesita mejorar, pero piden ayuda para conseguirlo. “Vamos a defender siempre la agricultura bajo un aval científico”, porque “además, somos los primeros interesados en cuidar del medioambiente”, cuenta el vicepresidente de la Alianza. Están en la primera línea de la lucha contra el cambio climático.

Por su parte, los eurodiputados de las distintas formaciones españolas con representación en Bruselas han valorado la iniciativa pionera en el entorno europeo. Han coincidido en la necesidad de que exista una única voz desde el campo para confrontar, desde la evidencia científica y el impulso de la innovación y la tecnología, algunos de los planteamientos de la Comisión Europea del Pacto Verde Europeo y las estrategias “De la granja a la mesa” y “Biodiversidad 2030”, así como la legislación que incluyen.

La reunión de ALAS con Clara Aguilera, de Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas.

La reunión de ALAS con Clara Aguilera, de Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas.

Silvia Capdevila, consejera de Agricultura, Pesca y Alimentación de la Representación Permanente de España ante la UE, ha asegurado que cuestiones como la prohibición íntegra de fitosanitarios en zonas sensibles –ahora en debate en el seno del Consejo– no se pueden aceptar.

“En España representan un 40% de la superficie”, cuenta Capdevila, a lo que añade que una medida así “podría suponer un reservorio de nuevas plagas que llevaría a utilizar más productos en otras zonas fuera de las sensibles”. 

La consejera subraya que “estamos viviendo un momento medioambiental muy serio. España es un laboratorio del cambio climático y va a haber efectos muy negativos” y, en este punto, “los principales interesados en que se siga esa senda sostenible son los propios agricultores”.

Por esta razón, considera que la propuesta planteada en la UE “no es la más adecuada”. A su juicio, “el error ha sido intentar imponer en un tiempo demasiado corto a un cambio hacia el que, probablemente, ya nos íbamos encaminando”. Eso, unido al contexto actual, “ha hecho saltar las alarmas y ha generado mucha preocupación”.

Capdevila subraya la importancia de iniciativas como la del manifiesto impulsado por ALAS, lejos del enfrentamiento, y con posibilidades de poder extrapolarse no solo al entorno mediterráneo, sino a todo el territorio europeo. 

“Tenemos la teoría del péndulo: se necesitan los dos extremos para llegar a un punto medio que sea el virtuoso o el más adecuado”, asegura la consejera, por lo que sentencia que “la Comisión tendrá que flexibilizar posturas si quiere sacar adelante las propuestas”.