Las calles de Fuentepelayo se llenan de color, música y creatividad en su tradicional desfile de carrozas.

Las calles de Fuentepelayo se llenan de color, música y creatividad en su tradicional desfile de carrozas. Cedida

Historias

Materiales reciclados, artesanía y reivindicación rural: las 'fallas' de Fuentepelayo inundan Segovia de sostenibilidad

Este pueblo segoviano ha encontrado la manera de unir sostenibilidad y respeto a la naturaleza en unas fiestas emblemáticas. 

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Un pequeño pueblo segoviano de menos de 800 habitantes lleva 60 años construyendo carrozas espectaculares con materiales reciclados. Cada verano, Fuentepelayo duplica su población y convierte el ingenio colectivo en arte sobre ruedas.

Hasta ahora, esta fiesta era una tradición muy arraigada, pero poco conocida fuera de la comarca. Sin embargo, cada vez más voces quieren darla a conocer y situarla en el mapa de las celebraciones populares de España.

Su perfil oficial @carrozasfuentepelayo reúne imágenes y vídeos de personalidades distintas recomendando no perderse esta cita, como el periodista deportivo Juanma Castaño, el presentador de informativos José Ribagorda, el equipo de fútbol Gimnástica Segoviana, el atleta Francisco Herrero Casas —campeón de ultramaratón— o el jugador de baloncesto Juancho Hernangómez, campeón del mundo y de Europa con la selección española.

"Este sábado 23 de agosto, Fuentepelayo (Segovia) vivirá un aniversario muy especial: la 60ª edición del desfile de carrozas, una tradición que, desde hace seis décadas, convierte a este municipio en un epicentro de creatividad popular, unión vecinal y fiesta que atrae cada año a visitantes con calles abarrotadas de aplausos, música y color", explica Francisco Pérez Cuéllar, vicepresidente de la Asociación de Carrozas de Fuentepelayo.

De pueblo a taller colectivo

Las carrozas de Fuentepelayo tienen un origen tan curioso como entrañable. Fue en 1966 cuando el entonces alcalde, Francisco Sanz Cubo, durante unas vacaciones con su esposa en Vinaroz (Castellón), quedó fascinado con el desfile de carrozas que allí se celebraba.

"A su regreso al pueblo, compartió la idea con los mozos: ¿y si intentaban algo parecido en Fuentepelayo? Para animarles, les prometió una pequeña dotación económica como premio", cuenta Pérez Cuéllar.

Y añade: "Aquella primera edición tuvo un éxito inmediato: el pueblo respondió con entusiasmo, acudió en masa a contemplar el desfile y la iniciativa prendió con fuerza. Desde entonces, cada verano las carrozas han seguido creciendo en complejidad, creatividad y participación", añade Pérez Cuéllar.

Durante todo el verano, el pueblo se transforma en un taller colectivo al aire libre. Niños, jóvenes y adultos trabajan codo con codo para dar vida a unas carrozas que son mucho más que decorados festivos: son una expresión cultural que transmite identidad y pertenencia.

"Este año participamos unos 600 vecinos, con una media de 50 personas por cada carroza. En total, 12 carrozas recorrerán las calles el día grande, cada una acompañada por comparsas y un espectáculo musical en vivo, lo que convierte el desfile en un auténtico festival de creatividad popular, desvela Jaime Polo, vocal de la Asociación de las Carrozas, hijo y nieto de fuentepelayenses.

"Las familias que pasamos aquí nuestras vacaciones también nos implicamos, reforzando los lazos entre vecinos y veraneantes", indica Polo.

Fuentepelayo celebra este verano la 60ª edición de unas carrozas ya patrimonio vivo de la creatividad popular.

Fuentepelayo celebra este verano la 60ª edición de unas carrozas ya patrimonio vivo de la creatividad popular. Cedida

Y matiza que "para muchos emigrantes segovianos, la vuelta a Fuentepelayo es revivir sus raíces y compartirlas con sus hijos y nietos. La gran mayoría están afincados en Segovia y Madrid, pero también en Barcelona, Andalucía y el País Vasco, y en agosto regresan para sumarse a esta tarea colectiva que mantiene viva la tradición".

Materiales desechados

Si algo distingue a estas carrozas es su carácter artesanal y sostenible. La circularidad está en el corazón del proceso: se reutilizan materiales que, de otro modo, acabarían en la basura.

En palabras de Pérez Cuéllar: "Desde papel de periódico y plásticos de embalaje hasta aislantes en desuso, moldes de hormigón descartados o hierros viejos. Todo sirve para construir estructuras, dar volumen y dar rienda suelta a la imaginación".

Cada carroza es fruto del trabajo colectivo de unas 50 personas durante semanas de verano.

Cada carroza es fruto del trabajo colectivo de unas 50 personas durante semanas de verano. Cedida

El proceso es laborioso y requiere semanas de trabajo en las naves y cocheras del pueblo. Mientras unos cortan, otros pintan o colocan piezas, los niños aprenden la tradición y la transmiten a la siguiente generación.

Oficio colectivo

Más allá de la destreza manual, las carrozas se perpetúan gracias a una tradición oral que ha convertido este arte en un oficio colectivo. No hay manuales ni planos: lo que se sabe pasa de padres a hijos, de veteranos a novatos, de generación en generación.

En cada peña hay quienes enseñan a cortar con precisión, quienes dominan las estructuras de hierro, quienes saben cómo aprovechar un plástico para simular un mar o cómo transformar periódicos en flores. Así, cada carroza es una escuela improvisada, donde se aprende escuchando y haciendo.

Niños, jóvenes y adultos trabajan en talleres improvisados que transmiten el arte de generación en generación.

Niños, jóvenes y adultos trabajan en talleres improvisados que transmiten el arte de generación en generación. Cedida

"Lo bonito es que lo que yo aprendí de mi abuelo, ahora se lo enseño a mi nieta", cuentan algunos vecinos, orgullosos de mantener viva una forma de creatividad compartida que no se aprende en academias, sino en la plaza del pueblo.

Monumentos efímeros

A diferencia de las Fallas de Valencia, estas carrozas no arden al terminar la fiesta. Muchos de sus materiales se recuperan para futuras ediciones y algunas, las más emblemáticas, permanecen expuestas en el pueblo como símbolos de orgullo local.

Así ocurre, por ejemplo, con una Torre Eiffel, un Alcázar y un Acueducto que aún se pueden contemplar en Fuentepelayo. Monumentos efímeros que aquí se hacen permanentes y que recuerdan que cada carroza forma parte de una historia común.

Los materiales reciclados —papel, plásticos, hierros— se transforman en esculturas móviles únicas.

Los materiales reciclados —papel, plásticos, hierros— se transforman en esculturas móviles únicas. Cedida

Más allá de lo artístico, las carrozas son también un motor social y económico. No solo dinamizan la hostelería por la llegada de visitantes, sino que impulsan al comercio local durante todo el verano.

Las peñas compran harinas para preparar los engrudos, pinturas de todo tipo, chatarras, hierros, taladros y materiales de construcción en las ferreterías y talleres del entorno.

Resistencia cultural

En términos económicos, se calcula que cada carroza mueve en torno a 5.000 euros, repartidos en unos 2.000 en materiales, 1.500 en vestuario y preparación de las comparsas y entre 1.000 y 1.500 euros en actuaciones musicales en vivo.

El desfile supone un motor económico y social para este municipio segoviano de menos de 800 habitantes.

El desfile supone un motor económico y social para este municipio segoviano de menos de 800 habitantes. Cedida

12 carrozas desfilando suponen un impulso de decenas de miles de euros para un municipio de menos de 800 habitantes, que ve cómo en agosto el pueblo entero late al ritmo de este proyecto colectivo.

El desfile es, así, un símbolo de orgullo rural y de resistencia cultural, y al mismo tiempo un ejemplo de cómo la creatividad vecinal puede convertirse en motor de desarrollo económico para los pequeños pueblos.