Gusanos procesionarias preparando su nido en la copa de un pino.

Gusanos procesionarias preparando su nido en la copa de un pino. iStock

Historias

La crisis climática favorece los desfiles de procesionarias, el gusano que puede provocar la muerte de su perro

Son plagas cíclicas asociadas a los pinos contra las que se aplican métodos selectivos en zonas recreativas para proteger a las personas y a las mascotas.

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De norte a sur, algunos pinares de España parecen tener todavía las copas llenas de nieve; pero nada más lejos de la realidad. Con la subida de temperaturas de la primavera, que cada año se adelanta un poco más por el cambio climático, las plagas de procesionarias son más comunes.

La Thaumetopoea pityocampa, más conocida por el nombre semana santero fruto de esas largas filas que forman cuando bajan desde los nidos, es una plaga endémica de los pinos. Pablo Cobos, profesor de enfermedades y plagas forestales de la Escuela de los Montes de la Universidad Politécnica de Madrid, explica que "todo pinar tiene estos gusanos. Siempre van a haber y nunca desaparecerán por completo". 

Es en los meses de marzo, abril y mayo cuando los insectos procesionan el bosque buscando el lugar adecuado para enterrarse y completar su metamorfosis. En este rastreo forman líneas que pueden llegar a medir varios metros de largo. 

Estos gusanos son especialmente peligrosos para niños, niñas y mascotas. Como mecanismo de defensa, cuando se sienten amenazadas por otros animales que los olisquean o cuando les desvían las comitivas jugando con ellas, expulsan pelos urticantes. En humanos provocará escozor y tal vez alguna reacción respiratoria, pero en mascotas puede ser fatal. Y les puede afectar sin necesidad de tocarlos.

Al enterrarse todas juntas, si un perro encuentra el nido y juega con ellas, los filamentos pueden llegar a la lengua. En caso de que se le hinche mucho habrá que cortársela, "si se le quita un trozo muy grande, el animal no podrá respirar y hay que sacrificarlo", advierte Cobos.

Sierra de Guadarrama

Aunque su presencia es cíclica, en los últimos años ha habido una explosión de población. En la sierra de Guadarrama, en el puerto de la Morcuera junto al límite del parque, han tenido niveles muy altos de estos gusanos los últimos tres años. Ahora se están detectando focos en la zona de La Pedriza. 

Pablo Sanjuanbenito, codirector del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y guarda forestal, indica que tras una explosión "muy fuerte" la población se redujo. "Esto es el ciclo natural del propio insecto que llega al equilibrio entre pino y el bicho", remarca. 

Aunque parezca ineficaz, los agentes forestales tienen muy limitada las posibilidades para enfrentarse a ella. No pueden ejecutar grandes campañas aéreas de fumigación por el efecto que tendría en el resto de fauna. Tampoco aplican pesticidas más selectivos que ataquen las hojas, porque hay otros insectos, como la mariposa isabelina, emblemática del parque, que también se diezmaría. 

Una senderista observando La Pedriza en la sierra de Guadarrama.

Una senderista observando La Pedriza en la sierra de Guadarrama. istock

Hay métodos que afectan exclusivamente a la procesionaria, pero deben aplicarse con mucha precisión y en repetidas ocasiones. "Lo utilizamos en áreas recreativas y zonas que atraen a mucho público. Lo usamos, sobre todo, para proteger la salud de las personas", dice Sanjuanbenito.

La estampa del bosque "puede dar miedo", admite el guarda forestal, porque "parece que lo dejan pelado, pero lo más probable es que esos árboles vuelvan a echar hojas el año que viene". 

Un nuevo contexto climático

Aun así, los expertos reconocen que el cambio climático también tiene efecto. Desde la Escuela de Montes, Cobos comenta que la subida de temperaturas les favorece: "En el sistema central, se desarrollan bien hasta los 1.500 metros, sin embargo, si te vas a Cazorla que los inviernos son más suaves, la procesionaria se desarrolla hasta los 2.000 metros".

Su ciclo empieza en la fase gusano en la que se alimentan durante el invierno. En primavera se entierran para completar la crisálida, que termina a finales de julio, cuando salen las mariposas. Este proceso se retrasa en zonas frías, donde los inviernos son largos, algo que cada vez se ve menos como consecuencia del cambio climático. 

Cuando buscan donde empezar la última fase es cuando más peligrosas son, mismo momento en el que más excursionistas acuden al campo a ver volver la vida de las flores.