Cándido Méndez Rodríguez
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Jean Jaurès, histórico dirigente socialista y filósofo francés, en un artículo publicado en 1905 en L’Humanité titulado Sindicalismo y socialismo, reproduce esta frase: "Dado que nos rechazáis todo derecho, nosotros rechazamos todo trabajo".

Así se reflejaba la voluntad del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) —Kautsky y Bernstein— para oponerse, con una huelga general, a la violencia política que suponía, en aquel entonces, pretender arrebatar al proletariado alemán, por parte de los poderes públicos, el derecho de sufragio al Reichstag.

Los sindicatos alemanes se mostraron más cautos, sigue relatando Jaurès, y, sin olvidar el ideal de la completa transformación, optaron por el camino de alcanzar "condiciones de vida más fuertes".

Además, declararon: "Que han constituido trabajosamente una gran fuerza obrera, que esta fuerza sigue creciendo, que permitirá al proletariado discutir con el capital en mejores condiciones, imponerles contratos colectivos favorables a los asalariados". En definitiva, "en Alemania el partido sería más revolucionario que los sindicatos".

Al mismo tiempo, en esa época el SPD tenía 81 escaños en el Reichstag tras las elecciones de 1903, y en "Alemania los sindicatos obreros representan una fuerza enorme, un millón de trabajadores seriamente organizados y seriamente cotizantes".

Por otro lado, en España, el primer diputado obrero, fundador de la UGT-E y Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pablo Iglesias, fue elegido en 1910. Por aquel entonces el sindicalismo estaba, con afán y sacrificio, superando una relación de trabajo brutalmente desigual de hecho y derecho, alejándose del silencio impuesto y alcanzando el poder de la palabra.

Con todo esto, el movimiento obrero se podía expresar con total libertad para así defender la dignidad y la justicia para la clase trabajadora y sus familias.

Para el socialismo español, en su doble dimensión, era una referencia de mucho peso la socialdemocracia y el sindicalismo alemán, mucho más avanzados. De hecho, Pablo Iglesias, junto con su hijastro Juan Meliá, publicó una traducción en español de La doctrina socialista de Kautsky en 1909.

De este modo, con estas pinceladas previas históricas intento significar el arduo camino hacia el progreso social. El movimiento obrero es el hijo no querido, pero inevitable, de la Revolución industrial, y encarna el debate permanente entre la confrontación y el ejercicio de la fuerza tranquila para avanzar, profundizando en el refuerzo de las instituciones democráticas y el pacto social.

De hecho, creo que esta segunda opción, la revolución gradual, valga el oxímoron, socialdemócrata, es la ganadora en términos históricos.

En las democracias constitucionales que reconocen la libertad sindical, el ejercicio del derecho de huelga y la negociación colectiva ya no existe una dramática oposición entre la huelga y el diálogo, y se podrían interrelacionar con la siguiente frase: la madre del diálogo y el hijo de la huelga.

Ilustración creada por la OEI.

Ilustración creada por la OEI.

Por su parte, en Dinamarca, cuyo modelo de flexiguridad basado sobre todo en un intangible —la confianza entre empresarios y trabajadores— es una referencia europea en su modelo social, es donde se hizo realidad, con el denominado Compromiso de septiembre de 1890, el hecho de que una serie de huelgas y cierres patronales alumbraran una etapa de diálogo y acuerdos sociales que se han mantenido, con lógicos altibajos, hasta la actualidad.

En España, el gran salto adelante producido desde la Transición hasta la actualidad tiene mucho que reconocer al diálogo social en su vertiente menos conocida, y con diferencia la más efectiva.

Se trata de la negociación de los miles de convenios colectivos de sector y empresa que se firman periódicamente entre sindicatos y patronales, factores fundamentales para la mejora de las rentas, el empleo, la productividad y el desarrollo económico de nuestra sociedad.

El convenio colectivo es un instrumento esencial para la distribución en origen de la riqueza, la empresa, y su impacto global tiene más fuerza redistributiva que el IRPF.

Los pactos sociales han demostrado ser esenciales también, al menos en España, para seguir avanzando en las reformas permanentes de nuestro sistema público de pensiones, asegurando sus características de reparto intergeneracional y cuantía suficiente hacia el futuro.

Así pues, en la actualidad los retos son de tal envergadura, por su dimensión y profundidad, que son inabordables a nivel nacional, y hacen imprescindibles la unidad y el pacto social para superarlos.

Concretamente, la unidad en torno al proyecto europeo, así como grandes acuerdos para abordar la doble transformación verde y digital, preservar el modelo social europeo y definir el papel de la UE. Al fin y al cabo, somos el 6% de la población mundial en el escenario de los grandes colosos, EE. UU. y China, con la vecindad crecientemente hostil de Rusia.

Sería ingenuo ignorar que hay un repliegue en gran parte de las ciudades europeas hacia las soluciones simplistas de los partidos de extrema derecha, los cuales se nutren del temor y la incertidumbre.

E, igualmente, pretenden agrandarse con el rechazo al otro y encuentran un caldo de cultivo en los problemas de empleo, salarios y vivienda que existen y padecen en gran medida los jóvenes, en muchos de los cuales la palabra "esperanza" carece de significado.

Ante todo esto, la transformación verde y la digital tienen, necesariamente, que vincularse y armonizarse con la garantía de empleo digno. Es una obligación democrática definir un triángulo virtuoso entre la descarbonización, la digitalización y el trabajo con los derechos, dentro del objetivo D3.

Con este se podrá alcanzar un gran acuerdo de diálogo social para devolver la esperanza fundada a las sociedades europeas, en el que tienen que ser partícipes y corresponsables la Comisión, el Consejo y el Parlamento Europeo, junto con el Business Europe, la Patronal europea, la ETUC-CES y el sindicato europeo.

*** Cándido Méndez Rodríguez es miembro de la Comisión Editorial de Iberoamérica en Democracia.