Hoy en día tenemos cierta tendencia a recrearnos en determinados contenidos. Por algún motivo, hay algunos temas que aparecen en nuestro radar a los que nos aferramos de manera casi obsesiva: los repetimos, los rumiamos, los comentamos en cualquier contexto y con cualquier persona. Hasta que, como consecuencia lógica, terminamos por cansarnos de ellos.

Lo que no debemos perder de vista es que, cuando esto pasa es, bien por una cuestión de moda, o bien porque nos encontramos ante temas que importan de verdad y de los que, de hecho, no deberíamos olvidarnos.

Noticias como las relativas a los incendios masivos y casi imparables que son “una consecuencia inevitable y creciente del cambio climático” (tal y como señaló el pasado mes de julio Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente), al calentamiento global de 1,1ºC por encima de las temperaturas preindustriales, que nos acerca peligrosamente a varios puntos de inflexión o de no retroceso climático (de conformidad con una publicación de 9 de septiembre de 2022 de la revista Sciencie), o a la amenaza de extinción de las especies de los ecosistemas de una décima parte del océano (según un estudio publicado el 22 de agosto de 2022 en la revista Nature Climate Change), nos llevan a darnos cuenta de que la sostenibilidad es uno de estos temas de los que no podemos, ni debemos, dejar de hablar (y ello aun a riesgo de indigestarnos).

La sostenibilidad, en cuanto que consecución del equilibrio entre la explotación de los recursos y su renovación natural para no destruir el entorno, nos compete a todos y, cada vez más, nos importa a todos. Así, por ejemplo, en el ámbito empresarial los criterios ESG sobre compromiso social, ambiental y de buen gobierno hacen de la compañía que los implementa un valor mucho más atractivo a los ojos de los inversores.

Y es que, en general, esa preocupación por la sostenibilidad tendemos a descargarla sobre el resto (por oposición al “yo” o al “nosotros”). Así, cargamos sobre los hombros de los gobiernos, las empresas e industrias, las comunidades científicas, los ciudadanos individuales o los activistas, la pesada responsabilidad de frenar el cambio climático, mientras que nosotros, desde el sector legal, fallamos en escuchar la cada vez más estridente llamada a la acción sostenible.

No podemos ignorar que nosotros, con la ley en la mano, también tenemos medios para reducir nuestro impacto, y el de nuestros clientes, en el planeta. De hecho, los diferentes agentes del sector legal no solo tenemos posibilidades de hacer fuerza para la aprobación y el cumplimiento de normativa medioambiental sostenible, sino que, además, tenemos en nuestras manos otras tantas herramientas derivadas del exponencial crecimiento de los litigios climáticos.

Nos referimos tanto a la litigación directamente derivada de la crisis climática (por la afección que los accidentes climáticos tienen sobre el derecho fundamental a la vida, a la salud, a la alimentación, o al agua), como a la litigación que ayuda a contener la crisis climática (derivada del incumplimiento de la normativa medioambiental o de prácticas empresariales como el greenwashing).

Es aquí donde los abogados y el resto de los intervinientes en el sistema legal tenemos la obligación de ejercer nuestra profesión de manera sostenible y ofrecer a nuestros clientes alternativas sostenibles para la resolución de sus conflictos.

Porque la realidad es que no todas las vías son igual de sostenibles, sino que se nos presentan opciones más amigables con el medio ambiente, como puede ser la mediación verde impulsada por el Compromiso Verde de la Alianza Mundial de Mediadores por el Cambio Climático, que “señala pasos concretos que cada uno puede tomar […] para reducir el impacto sobre el clima de cada mediación que conducimos”, o su equivalente en los arbitrajes, el denominado Compromiso por Arbitrajes más Verdes impulsado por la árbitro Lucy Greenwood.

Todo ello sin desistir en el esfuerzo de alcanzar la necesaria imposición de un enfoque más colaborativo frente al tradicional enfoque confrontativo, porque, seamos francos, la forma más sostenible de resolver un conflicto es, sencillamente, evitarlo.

Solo de esta forma, acompañando a nuestros clientes en procesos sostenibles de litigación y en la consecución de acuerdos que eviten confrontaciones mayores, podremos redirigir los recursos invertidos en litigar, en remar juntos hacia la preservación del medioambiente y hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible adoptados por la ONU en el 2015 de cara al 2030 (con especial enfoque en el ODS 13, centrado en la “acción por el clima”).

Y porque solo a través del trabajo en equipo alcanzaremos nuestro mayor potencial, cobran especial relevancia las diferentes iniciativas, eventos y asociaciones que trabajan en pro de la sostenibilidad, tales como la inauguración de Client Earth en Madrid el día de ayer, organización benéfica cuya función es “la utilización del poder del derecho para provocar un cambio sistémico que proteja la Tierra”, o como la celebración en España, desde ayer y hasta el próximo 16 de septiembre, del I Observatorio de los ODS, evento organizado por El Español, Enclave ODS, Invertia y el apoyo de la Fundación La Caixa, con el objetivo de verificar el nivel de cumplimiento de los ODS hasta la fecha.

En definitiva, el sector legal debe impregnarse de sostenibilidad y aceptar su corresponsabilidad como agente de cambio frente a la crisis climática, apoyándose para ello en proyectos tan ambiciosos y necesarios como el de Client Earth que, partiendo de la premisa de que “la ley es la herramienta más poderosa para hacer frente a la crisis medioambiental”, centra su acción, como invitamos a hacer a todos los lectores, en utilizar “el poder de la ley para cambiar el sistema: informando, aplicando y haciendo cumplir la ley, asesorando a los responsables de las políticas y formando a los profesionales del derecho y la justicia”.

*** Marlen Estévez Sanz es socia y directora del Departamento de Litigación, Arbitraje y Mediación de RocaJunyent.

*** Irene Redondo Rifé es abogada en el departamento de Litigación, Arbitraje y Mediación de RocaJunyent.