La psicóloga Ana M. Ángel explica cómo actuar para que una crítica no te hunda: El cerebro puede entrenarse

La psicóloga Ana M. Ángel explica cómo actuar para que una crítica no te hunda: "El cerebro puede entrenarse"

Vivir

La psicóloga Ana M. Ángel explica cómo actuar para que una crítica no te hunda: "El cerebro puede entrenarse"

La especialista aclara los mecanismos que explican por qué nuestro cerebro tiende a dar mayor relevancia a lo negativo que a lo positivo.

Más información: Consejos para que los adolescentes desarrollen su sexualidad sanamente: "A veces tienen referencias aberrantes"

Julia Toledano
Publicada

Las críticas hieren más que los halagos reconfortan. Así lo percibe, generalmente, la mayoría de las personas. No es casualidad: nuestro cerebro tiende a dar mayor relevancia a lo negativo que a lo positivo. Esa inclinación, que tiene una base biológica y también psicológica, condiciona nuestra autoestima, nuestras relaciones y la forma en que nos vemos a nosotros mismos.

Para entender mejor este fenómeno, EL ESPAÑOL - EL DIGITAL CLM ha conversado con Ana M. Ángel Esteban, psicóloga y sexóloga con consulta en Toledo, que ofrece algunas claves sobre por qué una palabra crítica puede marcarnos más que 10 elogios sinceros.

En este consultorio, la especialista aclara los mecanismos cerebrales que explican esta reacción, el papel determinante de la autoestima, la influencia de la educación recibida desde la infancia y hasta qué punto las redes sociales han agudizado nuestra vulnerabilidad frente a la crítica.

¿Por qué tendemos a prestar más atención —y a sentirnos más afectados— por las críticas negativas que por los halagos?

En general suele ser así y depende en gran medida de la personalidad, la autoestima y el sentimiento de autoeficacia. Las personas muy perfeccionistas o dependientes de la opinión de los demás son las que más sufren. Quien se esfuerza pero tiene una personalidad autoexigente y poca autoestima está prácticamente "vendido".

Una crítica nos moviliza mucho más profundamente, sobre todo en lo que afecta a la imagen personal, la reputación o la valía. En cambio, los halagos a veces nos cuesta aceptarlos o incluso creérnoslos, pero no dañan la autoestima. La forma de encajar tanto elogios como críticas depende de esos mismos factores: personalidad, autoestima y educación.

¿Qué mecanismos del cerebro explican que una crítica tenga mayor impacto emocional que un reconocimiento?

La amígdala cerebral es la encargada de detectar peligros. Cuando recibimos una crítica, se activa de inmediato y provoca emociones intensas como ansiedad o inseguridad. Los elogios, en cambio, se procesan en la corteza prefrontal y en los circuitos de recompensa, liberando dopamina en función de cuánto nos los creamos. Son sensaciones más maleables que las negativas.

Ante 10 elogios y una sola crítica, suele pesar más la crítica. Lo negativo deja siempre una huella más profunda y duradera. Es como cuando montas en bici: si de 10 veces te caes una, esa caída ya te condiciona a subir con cierta ansiedad.

¿De qué manera influye la autoestima en la forma en que procesamos tanto las críticas como los halagos?

La autoestima funciona como un filtro. Una persona con buena autoestima interpreta una crítica como una opinión puntual que no cuestiona su valía personal. En cambio, quien tiene la autoestima baja tiende a generalizar: una sola crítica puede hundirle durante días porque se traduce en pensamientos como "no valgo lo suficiente".

Con los halagos ocurre lo mismo: la autoestima alta permite recibirlos con naturalidad —"me lo merezco y ya está"—, mientras que la baja los pone en duda, los minimiza o directamente los descarta.

¿Por qué a menudo resulta más difícil aceptar un cumplido que asimilar un comentario negativo?

Porque muchas veces los cumplidos no coinciden con nuestro autoconcepto o con la imagen que tenemos de nosotros mismos. Si alguien nos dice algo positivo y no lo vemos así, nos sentimos incómodos y pensamos: "me está haciendo la pelota" o "algo quiere".

En cambio, cuando nos hacen una crítica, encaja con esa autoimagen negativa que arrastramos y pensamos: "¿ves?, ya lo sabía". Por eso la crítica se acepta con más facilidad, incluso aunque sea exagerada o injusta, especialmente si estamos acostumbrados a recibirla o a lanzarnos críticas internas constantes.

¿Las redes sociales han intensificado nuestra sensibilidad frente a las críticas?

Sin ninguna duda. En redes, las críticas no llegan de una en una, sino de forma masiva, inmediata y casi siempre desde el anonimato. Esa falta de identificación facilita que se hagan comentarios más duros de los que se dirían en persona, e incluso falsos. Quienes se exponen en redes deben ser conscientes de que esto ocurrirá sí o sí y aprender a protegerse emocionalmente.

Además, la comparación constante con los demás aumenta la inseguridad: no sólo recibimos críticas, también sentimos que no alcanzamos ciertos patrones ideales que parece que otros sí cumplen, y esto incrementa el efecto de la crítica.

¿Qué estrategias prácticas podemos aplicar para aprender a valorar más los halagos y no quedar atrapados en lo negativo?

Una técnica muy útil es escribir los halagos recibidos, sobre todo en aquellos aspectos en los que nuestra autoestima es más frágil. Releerlos refuerza la memoria positiva. También es importante aceptar los cumplidos aunque nos incomoden, simplemente con un "gracias", sin restarles valor ni cuestionar por qué nos los hacen.

Frente a las críticas, lo esencial es poner distancia: preguntarnos si vienen de alguien que nos conoce, si aportan algo constructivo o si solo buscan herir. Esa reflexión reduce enormemente su poder. Nunca hay que dar por hecho una crítica.

¿La educación desde la infancia condiciona más nuestra reacción a los halagos o a las críticas?

La infancia es determinante en todo. Un niño acostumbrado a recibir críticas duras y pocos halagos puede crecer con un sesgo negativo hacia sí mismo que le haga sentirse insuficiente el resto de su vida.

En cambio, una educación equilibrada, que señale errores sin desvalorizar y que reconozca los logros sin exagerar, forma adultos estables, capaces de gestionar tanto las críticas como los elogios con mayor madurez y resiliencia.

¿Puede entrenarse el cerebro para equilibrar la atención entre lo negativo y lo positivo?

Sí, absolutamente. El cerebro es plástico y puede entrenarse. En terapia trabajamos prácticas para reforzar la atención hacia lo positivo, pero también se puede empezar con un ejercicio sencillo: detenerse cada día a reconocer lo que hemos hecho bien, sin críticas hacia nosotros mismos.

En cuanto a las críticas, no se trata de ignorarlas —algo imposible en muchos casos—, sino de colocarlas en el lugar que les corresponde y no darles validez automáticamente. Analizar de quién vienen y con qué intención es fundamental. Con entrenamiento, los halagos dejan de pasar desapercibidos y se convierten en estímulos valiosos en su justa medida. Porque que te reconozcan lo que haces bien no debe inflar tu ego, sino motivarte a seguir adelante.