Alcides llega a la Audiencia de Toledo para el juicio celebrado el 7 de octubre.

Alcides llega a la Audiencia de Toledo para el juicio celebrado el 7 de octubre. Manuel Moreno

Sucesos 25-N

El renacer de Graciela y sus hijas en un pueblo de Toledo tras años de violencia machista: "Estamos vivas y libres"

Su expareja estuvo a punto de matarla, pero logró esquivar las puñaladas, confió en la justicia y ahora se reconstruye luchando por un futuro digno.

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Graciela es el nombre ficticio elegido por una mujer paraguaya madre de dos niñas. "Son mi vida, mi razón de vivir y toda mi fuerza nace de ellas. Vieron y sufrieron muchas cosas que ningún niño debería presenciar", asegura a sus 32 años.

"Hoy estamos juntas, más unidas que nunca. Las tres hemos pasado mucho, pero cada día intentamos reconstruirnos. Ellas son fuertes, alegres y me motivan a seguir adelante. Todo lo que hago, lo hago por ellas", afirma a EL ESPAÑOL de Castilla-La Mancha con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemora este 25 de noviembre.

Viven en un pueblo de Toledo, desde donde Graciela relata su historia: "He pasado por muchos años de violencia física, psicológica y emocional, pero hoy puedo hablar desde la libertad después de haber sobrevivido".

"Durante mucho tiempo me sentí culpable, creí que todo era mi error. Pero con los años entendí que no lo era, que yo solo quise amar, formar una familia y tener paz. Hoy sigo sanando, trabajando y luchando por un futuro digno para mis hijas y para mí", añade.

Su expareja y padre de las dos niñas intentó matar a Graciela con un cuchillo en la localidad toledana de Miguel Esteban hace menos de un año, el 28 de diciembre, durante la noche del Día de los Santos Inocentes.

Ella logró esquivar las puñaladas que Alcides le lanzó al estómago, pero en el forcejeo la hirió en el muslo izquierdo. Todo, en presencia de las pequeñas, de 11 y 6 años.

Duro encuentro

El juicio se fijó para el pasado 7 de octubre en la Audiencia Provincial de Toledo, donde ese día Graciela vivió unos momentos muy tensos. Ella esperaba sentada en un banco enfrente de la Sección Segunda, donde se iba a celebrar la vista oral, cuando se encontró inesperadamente con su expareja.

Dos policías nacionales, un hombre y una mujer, lo conducían engrilletado a la sala. Graciela estaba arropada por otra mujer y dos hombres, todos sentados en un banco. Enfrente, en una silla, el sargento de la Guardia Civil que detuvo a Alcides.

"Sentí miedo, rabia y tristeza al mismo tiempo. Verlo allí, después de todo el daño que me había hecho, me removió muchos recuerdos", asevera. "Pero también sentí fuerza. Ya no era la misma mujer de antes. Ya no estaba sola. Sabía que esta vez la justicia me iba a escuchar".

Cinco años de cárcel

Pedían 10 años de cárcel para un hombre controlador y dominante, pero las partes cerraron una conformidad el mismo día del juicio: cinco años y un día de cárcel, el pago de 3.000 euros de indemnización por perjuicios morales, así como la expulsión de España cuando este paraguayo de 35 años recién cumplidos alcance la mitad de la condena.

"Yo siento que cinco años son pocos para todo lo que hizo, para todo el daño que causó. Pero confío en que el tiempo pondrá todo en su lugar", desea Graciela. "Lo importante", añade, "son ahora mis hijas y yo, que estamos vivas y libres. Ninguna condena me devolverá los años de miedo, pero sí espero que sirva para que nadie más pase lo mismo".

Graciela y Alcides se conocieron en Paraguay en 2011, en casa de un hermano de ella. "Todo fue muy rápido. En poco tiempo ya estábamos viviendo juntos. Yo tenía 19 años y era muy ingenua. Creí que había encontrado el amor verdadero".

"Poco a poco fue cambiando"

Al principio, todo parecía bonito: ella se quedaba en casa y él estudiaba y trabajaba a media jornada en el ayuntamiento. "Pero poco a poco fue cambiando: se volvió agresivo, celoso, posesivo. Me prohibía ver a mi familia, no quería que tuviera teléfono móvil ni que saliera. Empezó con insultos y luego vinieron los golpes", relata.

A los veinte años, Graciela quedó embarazada "pensando que un hijo podría cambiarlo, que formaría una familia estable. Pero nada cambió". Cuando nació la primera niña, Alcides siguió siendo violento "y me engañaba constantemente".

"Salía de fiesta, me dejaba sola y, cuando volvía, me insultaba. Me decía que no servía para nada, que era una carga para el mundo, que debía morirme para dar 'un respiro al mundo'. No podía equivocarme, ni alzar la voz ni tener opinión", cuenta.

Golpes durante el embarazo

Con el tiempo, nació la segunda hija, pero la situación no mejoró: "Él seguía golpeándome, incluso estando embarazada". Graciela relata 10 años de maltrato, manipulación, infidelidades y humillaciones. "Hasta que descubrí que su amante también estaba embarazada. Ese fue el punto en el que decidí alejarme".

Propuso a Alcides que viajara a España para trabajar, "con la idea de que la distancia me ayudara a sacarlo de mi vida", y Graciela pidió a su hermana, que estaba aquí, que lo ayudara a encontrar un empleo. Cuando él se marchó y recaló en Miguel Esteban, ella sintió alivio y, tres meses después, le dijo que la relación había terminado, "que yo ya no quería seguir con él".

Meses más tarde, Graciela también viajó a España para trabajar y ahorrar dinero para construir una casa para sus hijas, que dejó en Paraguay con su madre. Llegó a Miguel Esteban, al abrigo de su hermana, "con la esperanza de empezar de nuevo. Quería una vida tranquila, lejos del maltrato, sin miedo, solo con la ilusión de tener un futuro mejor para nosotras".

Amenazaba con suicidarse

Pero él también estaba en este pueblo manchego de unos 5.000 habitantes: "Me buscaba, me llamaba, me decía que se quitaría la vida si no volvía con él". Y ella, "por miedo y confusión", cedió. "Le di una última oportunidad".

A los ocho días de volver con él, Alcides la golpeó brutalmente: "Me hirió con un destornillador, me dejó la cara hinchada, llena de moratones, y me insultó llamándome puta. Estaba borracho, yo no sabía cómo funcionaba la Justicia aquí y me callé. Esperé a que las heridas sanaran para poder salir de la casa. Cuando me recuperé, le dije que esa era la última vez".

Graciela se fue a vivir con su hermana, pero Alcides volvió una noche después de un cumpleaños. "Empezó con celos, le dije que ya no tenía nada que ver conmigo, y me agarró del cuello, me levantó contra la pared e intentó ahorcarme. Yo no podía respirar, pensé que moriría. Hice un ruido con un pie y mi hermano, que dormía, se despertó y me salvó", rememora.

"Esa fue la primera vez que lo toqué: le di una bofetada y le dije que nunca más quería ver su cara". Ella decidió volver a Paraguay para estar con sus hijas "y dejar todo atrás". Pero ocho días después él también regresó y le quitó a las niñas: "Pasé ocho meses viéndolas sólo los fines de semana".

Graciela tomó un avión con destino a España para trabajar y retomar su vida. Sus hijas se quedaron en Paraguay con su padre, pero un día la madre de ella la telefoneó llorando: "Las niñas están sufriendo, tienen moratones y están traumadas".

Intentó matarla

Entonces Graciela habló con Alcides y le pidió que volviera a España. Regresó con las niñas, cuyos pasajes pagó la madre, "pero yo le había dejado claro que no volvería a tener una relación con él, sólo mantener respeto como padre de mis hijas". Y llegó el día en el que intentó matarla.

Graciela vivía con un hermano suyo, al lado de la casa de otra hermana. "Me pidió que llevara a las niñas a cenar a su casa. Mis hijas me dijeron que él estaba borracho y, cuando le pedí que se calmara, se enfadó, salió a comprar un cuchillo y volvió a la casa. Me insultó y me atacó con el cuchillo. Intentó apuñalarme tres veces en el estómago, pero logré esquivarlo".

Sin embargo, una de las puñaladas le alcanzó en el muslo izquierdo: "Fue entonces cuando le denuncié, pedí una orden de alejamiento y conté todo lo que había vivido".