Rafael después de la entrevista concedida a EL ESPAÑOL de CLM.

Rafael después de la entrevista concedida a EL ESPAÑOL de CLM. Manuel Moreno

Sucesos

Rafael, el dueño de tres empresas de desokupación condenado por tráfico de drogas en Toledo: "Soy otra persona"

Tras pasar una "mala racha" por culpa de su adicción a las drogas, este malagueño afincado en la provincia de Toledo ha reencontrado el rumbo de su vida.

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Manuel Moreno
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"Cuando yo hice eso, estaba en un mundo perdido. Me daba lo mismo cien que ochenta. Estaba en una cabeza perdida, no sabía con quién estaba ni cómo andaba. Eran tiempos difíciles para mí". Rafael González acaba de ser condenado por tráfico de drogas. La Policía Nacional le sorprendió en una vivienda unifamiliar de Magán, en Toledo, con una mercancía valorada en 40.000 euros: 27 kilos de cogollos de marihuana y 276 plantas. Era el 11 de diciembre de 2018.

"Ocurrió hace casi siete años y ahora soy otra persona", responde este malagueño de 46 años horas después de haber aceptado una condena, por un delito contra la salud pública, en la sala 15 de los juzgados de Toledo. "Yo nunca he traficado, yo he consumido. Y esa droga era para mi consumo porque compraba mucho", repite sentado alrededor de una mesa de madera en un bar después de comer.

Mide casi dos metros de altura y tiene una enorme envergadura: "Cuando estaba en forma, 150 kilos de peso y puro músculo". Viste una camiseta negra de manga corta. En la derecha, lleva impresa una bandera de España y otra de Andalucía; en la izquierda, una bola de billar con el número 8, que "representa respeto y poder", y la cruz de Borgoña con el águila bicéfala. "Esto es historia de España", dice mientras lo señala. En la parte posterior, los logotipos de sus tres empresas de desokupación: DS, Horus Desokupa y Desokupa Brothers.

Relata que tuvo una infancia "muy mala", porque fue abandonado por sus padres, cada uno por su lado. "Mis tres hermanos y yo nos criamos con mis abuelos paternos". Con 18 se puso a trabajar en una pastelería y luego a lijar coches. "Ahora mi padre y mi madre me han llamado para pedirme dinero, pero no se lo doy".

Llegó a Toledo hace quince años y se asentó en Magán. "Me trajo un ex guardia civil que llevaba discotecas. Me conoció en la feria de Málaga y quiso que trabajara para él como portero". Le ofreció un puesto de jueves a domingo, a 150 euros por noche, "pero no cumplió nada de lo que dijo. Solamente pagó una de las dos mensualidades del piso que me prometió". Rafa dice que malvivía.

Luego, trabajando en una discoteca en Olías del Rey, conoció a un grupo de "gente peligrosa" en una pelea y se pegó con uno de ellos. "A los tres días se presentaron cinco coches con ellos, que me buscaban. Uno me puso una pistola en un muslo y me dijo que iba a trabajar con él".

Y así sucedió. Rondando los 30 años, comenzó a trabajar en uno de los mejores clubes de Madrid como jefe de puerta, y a la capital de España se marchó a vivir. Poder y dinero, cobrando 3.500 euros al mes. "A partir de ahí empezaron mis años duros. Trabajé con gente mala, del lado oscuro, mucha mafia, y entré en un mundo que no tenía que haber entrado. Me metí en la droga, que no la tenía que haber tocado. Pero siempre consumiendo, nunca traficando. No dormía. Entraba a trabajar a las cinco de la tarde y salía a las siete de la mañana. Como empalmaba, tenía que consumir de todo porque tenía que mantenerme despierto".

Vuelta a Magán

Después de un tiempo, volvió a Magán buscando tranquilidad, asegura. "No sabía dónde estaba. Me gastaba en droga todo mi sueldo. Seguía consumiendo mucho porque yo estaba loco perdido y la marihuana me tranquilizaba. Era un porro tras otro, hasta jugando con la consola".

Imagen de la marihuana incautada a Rafael.

Imagen de la marihuana incautada a Rafael. Policía Nacional

Como gastaba más que ganaba, cuenta que pensó en montar su propio cultivo de marihuana. "Pero me pillaron". Fue la Policía Nacional en diciembre de 2018. Detuvieron a Rafa y a dos personas más. Uno fue sacado del procedimiento y el juicio se celebró en Toledo hace unos días.

Uno de los procesados, ahora en fase de desintoxicación documentada, aceptó dos años de cárcel y el pago de 70.000 euros de multa, lejos de los 260.000 euros iniciales. La misma cantidad económica para Rafa, quien no había acudido a los dos señalamientos anteriores (el 15 de febrero y el 10 de octubre de 2024). También conformó una pena de dos años y siete meses de prisión, después de una complicada negociación de su abogado, Ignacio Estradé, con la fiscal por los antecedentes policiales y penales de su cliente.

Pregunta: Usted reconoció los hechos en el juicio. No dijo que fuera para consumo propio.

Respuesta: Sí, bueno. Pero yo no traficaba, era para mi consumo.

P: ¿Ingresará en prisión?

R: Confío en que se suspenda la condena. Mi letrado es un tiburón y lo va a luchar.

P: ¿Tiene 70.000 euros para pagar la multa? Si no, deberá cumplir tres meses de prisión.

R: Hoy por hoy, puede ser que sí, puede ser que no. Se puede pagar en varias veces y mi intención es pagar porque tengo una vida estable, con cuatro empresas y más de 25 personas a mi espalda. Si la Justicia es un poquito lista, espero que prefieran coger el dinero antes de que vaya a prisión una persona que está cotizando y pagando.

El punto de inflexión en su vida fue Sonia, su pareja sentimental desde 2019. La conoció en una piscina de Parla (Madrid) donde ella trabajaba de cajera y socorrista, y él, de vigilante de seguridad. "Sonia sabía que yo estaba un poquito loco, pero ahora no soy el de entonces", añade con su acusado ceceo.

Desokupación

Volvió a la noche, "a trabajar de portero, pero más centrado". Y, además de Sonia, conoció a otras dos personas que "ya me cambiaron totalmente: dos gerentes de empresas de desokupación con los que empecé a trabajar".

Al año siguiente, Sonia propuso a Rafa montar su propia empresa. La llamaron DS, las iniciales de sus perros: Draco y Safira. Luego llegaron Horus, cuya sede social sigue en Talavera (donde el empresario vivió), Desokupa Brothers y la última, Ra, dedicada a la limpieza de viviendas. Cifra en 25 las personas a las que da trabajo: cinco fijos y el resto, fijos discontinuos. "Llevo más de 9.000 desocupaciones a mi espalda. Las empresas de mediación nacen por la injusticia que hay hoy en día en este país por el gobierno. Mis compañeros de otras empresas y yo hacemos un gran trabajo y muchas personas pueden recuperar su propiedad".

P: Me consta que tiene condenas por amenazas y coacciones.

R: Esos no son delitos. Bueno, si pegar un golpe a una puerta son coacciones, sí. Pero nunca me han condenado. Nunca. Yo era portero de discoteca y tenemos pelea. Mire, esta cicatriz [de varios centímetros de longitud en la palma de su mano derecha]. Es de una puñalada que me dio un moro; entró por un lado y salió por otro.

Se queja de que "los okupas tienen más derechos, y no soy racista, ojo. Por ejemplo, aquí ve a uno de mis trabajadores, que es colombiano". "Pero no entiendo cómo el Gobierno da más prioridad a la gente que viene en patera aquí, a gastar dinero y a robar a la gente. Y tengo conmigo trabajando a un marroquí. La gente que viene a aportar, me parece estupendo. Pero la gente que venga a delinquir, no".

Lo exterioriza mientras muestra un vídeo donde se ve a un hombre esgrimiendo un arma blanca en una vivienda y cuenta que gente de su equipo fue atacada con gas pimienta "en un piso okupado por siete magrebíes".

Asegura que ha aprendido de su pasado que "la droga no se tiene que tocar", y presume de que ayuda a las fuerzas y cuerpos de seguridad: "He llamado a la Policía Nacional para avisar de cultivos de marihuana que vemos en nuestras desocupaciones".

Vecino de Cedillo del Condado, el empresario tiene juicios pendientes en enero acusado de coacciones graves ante el Juzgado de lo Penal 15 de Madrid. También denuncias e investigaciones en curso por coacciones y amenazas en Talavera de la Reina, Madrid y Parla. Pero él confía en que saldrá indemne. "He hecho cosas malas, pero ahora no quiero que la gente las haga. Una persona cambia, ¿no?".