Ana M. Ángel Esteban, psicóloga toledana.

Ana M. Ángel Esteban, psicóloga toledana.

Salud / Nutrición

"Dar algo por hecho es tu peor enemigo": los consejos de la psicóloga Ana Ángel Esteban para evitar caer en la trampa

"El porcentaje de equivocarse es muy alto y te hace posicionarte con un criterio inventado o imaginado", expresa.

Más información: "Pensar en ti no es ser egoísta": las claves de la psicóloga Ana Ángel Esteban para el autocuidado

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Muchas veces, nuestros esquemas mentales, educación o personalidad, nos llevan a dar por hecho que algo ha podido ocurrir. "Significa algo que nosotros decidimos que es así". Así lo ha explicado la psicóloga toledana Ana María Esteban a EL ESPAÑOL de Castilla-La Mancha.

A veces también damos por hecho que algo es como nosotros pensamos, pero "realmente estamos jugando a adivinar". "Mi experiencia personal y profesional me dice que el porcentaje de equivocarse es muy alto y te hace posicionarte con un criterio inventado o imaginado. Te pierdes cosas por dar por hecho cosas que solo están en tu cabeza o que dicta tu miedo", asegura.

Por ello, la psicóloga ha respondido a una serie de preguntas para ayudarnos a "no dar por hecho": 

1. ¿Con qué frecuencia asumimos cosas sobre los demás sin confirmar los hechos?

Nuestra mente busca constantemente llenar vacíos o dudas sobre cosas o comportamientos para generar coherencia y tener una sensación de control sobre nuestro entorno. Esto nos permite tomar decisiones rápidas, pero también nos expone a errores de interpretación.

Por ejemplo, podemos asumir que un amigo no nos responde por desinterés, cuando en realidad está ocupado o distraído. La frecuencia para adivinar o suponer aumenta en situaciones de estrés, inseguridad o cuando nuestras expectativas sobre los demás son muy rígidas. El miedo a encontrar lo que no queremos también está ahí.

2. ¿Qué consecuencias puede tener dar por sentado algo en nuestras relaciones personales o laborales?

Cuando asumimos sin preguntar, aparecen los malentendidos y conflictos que podrían haberse evitado. En lo laboral, puede traducirse en errores o en la pérdida de oportunidades. En lo personal, la consecuencia más frecuente es la afectación de la confianza: nos sentimos heridos o decepcionados por algo que, muchas veces, ni siquiera ha ocurrido como imaginamos.

Se pierden relaciones por imaginar emociones que no son. Nuestras certezas imaginadas pueden convertirse en barreras invisibles que impiden la conexión auténtica con los demás y de los demás hacia nosotros.

3. ¿Cuándo están basadas nuestras certezas en suposiciones y no en hechos reales?

La intensidad emocional que acompaña la creencia es lo más importante. Los sentimientos de ansiedad, rabia, tristeza o frustración son señales de que estamos reaccionando a nuestra interpretación y no a la realidad.

Hay que preguntarse si tengo pruebas concretas sobre algo o solo lo creo. Las emociones y la intuición son valiosas, pero no siempre reflejan la realidad objetiva. Esto es clave para evitar actuar impulsivamente sobre lo que suponemos.

4. ¿Por qué es tan difícil cuestionar nuestras propias creencias y suposiciones?

Nuestras creencias nos dan una sensación de seguridad y control. Pensar que quizás nos equivocamos implica vulnerabilidad y enfrentarnos a la incertidumbre. Además, los sesgos cognitivos nos hacen tener en cuenta solo la información que apoya lo que creemos, ignorando lo que lo contradice.

Esto no solo refuerza nuestras suposiciones, sino que dificulta la empatía. Si creemos que sabemos lo que los demás piensan o sienten, reaccionamos sin tener en cuenta la situación real. Las personas con baja autoestima anticipan o dan por hecho que no conseguirán su objetivo o que serán juzgadas, siendo paralizadas por el miedo. Sin embargo, las que son muy seguras sienten que saben y, a veces, se pasan de listas.

5. ¿Qué estrategias podemos usar para evitar caer en la trampa de 'dar por hecho'?

Existen varias estrategias psicológicamente efectivas. La primera es la escucha activa: prestar atención real a lo que el otro dice, sin anticipar respuestas y sin interpretar subjetivamente.

Es mejor preguntar y dejar de lado la impulsividad, reflexionando antes de reaccionar y haciendo que nuestras interpretaciones se ajusten más a la realidad que a nuestras proyecciones internas, traumas, deseos, miedos o necesidades.

En definitiva, hay que entrenar la cabeza para sustituir un pensamiento automático por uno más realista. Debemos aprender a tolerar la incertidumbre y a no juzgar. Adivinar instantáneamente nos hará creer que la otra persona hace o no cosas que a nosotros no afectan.

Lo mejor es hablar y preguntar directamente la razón por la que esa persona ha hecho o no algo.