Nos instruye cada día la consejería de Sanidad de Castilla-La Mancha, y los medios de comunicación de la región recogemos fielmente, de las bondades del sistema en esta tierra. Habituales son sus sermones acerca de las continuas mejoras en servicios sanitarios y nuevas infraestructuras, promoción de hábitos saludables, contratación y mejoras retributivas de sus profesionales…, en definitiva, un paraíso sanitario y tentación inequívoca -como ocurre con el cambio fiscal de domicilio en las empresas por motivos monetarios- para empadronarse en esta tierra, cambiar de tarjeta sanitaria, y beneficiarse de su estructura. Una especie de turismo sanitario con protagonistas autóctonos y sin necesidad de salir del país.

Mas cuando el informe sobre el estado de la Sanidad en Castilla-La Mancha procede de otros organismos, las dudas surgen acerca de lo que nos pregona cada día el consejero Fernández Sanz. En este caso procedente del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona y publicado por la revista “Perspectivas Demográficas”. Un trabajo que analiza las diferencias existentes entre los diversos factores socioeconómicos y sanitarios de las comunidades, y su impacto nada desdeñable en la prevalencia y prevención de enfermedades en las personas de edad madura y avanzada. El estudio sostiene que los castellano manchegos tenemos una esperanza de vida en buena salud a partir de los 50 años entre las más bajas del país, tan sólo por encima de Murcia, y por debajo de otras regiones como La Rioja, Islas Baleares o Catalunya, en hombres, y Navarra, Catalunya y Aragón, en mujeres, donde el personal aparece más saludable.  

Según los autores del estudio, la evolución de la esperanza de vida en buena salud y las diferencias entre comunidades autónomas se entiende a partir de las fluctuaciones en el gasto sanitario de cada una, con diferencias de hasta más de seis años entre las autonomías que más invierten y las que menos. Los investigadores estiman que gastar 800 euros más por persona en salud pública se traduce en 1,5 años más de vida en buena salud a partir de los 50 para hombres y en 1,2 años para mujeres. Incluido dentro de los afectados y repasando el análisis conocido, resulta una tentación cambiar la tarjeta sanitaria a La Rioja o Islas Baleares. Al parecer, en estos territorios al personal mayor se los ve más tiesecito.