El torero Morante de la Puebla, muy emocionado tras completar su última faena este domingo.

El torero Morante de la Puebla, muy emocionado tras completar su última faena este domingo. EFE EFE

El Comentario

El Cristo de la Puebla

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Se ha ido como un Cristo, con los abrazos abiertos de par en par, en el crucifijo de las Ventas cuando clavaban la estatua de Antoñete. Con su mismo traje, lila y oro, y el mismo toro blanco que corría en la memoria. José Antonio Morante de la Puebla, mito viviente de la Tauromaquia, tesoro del tiempo, agua de oro, leyenda abierta.

El móvil se me quebró a las siete y media de la tarde. Un poco después. Morante dice adiós, escribe mi amigo Galiacho desde el tendido. ¿Cómo que dice adiós?, le pregunto. Morante se corta la coleta, responde. Y el teléfono se vino abajo, con todos los taurinos llorando como lloraban los gitanos de Federico en la madrugada.

Se ha ido en lo más alto, como aconsejan los dioses del Olimpo que hay que hacer. No es fácil, porque la vanidad es infinita. Pero Morante ya lo ha hecho todo. Ha llevado la antorcha de la Tauromaquia cuando se apagaba por extinción, por falta de aire. Se echó a hombros la torería, de golpe, a las costillas, sin esperar a nadie, después de la pandemia. Ha recuperado la torería vieja, pases de antiguo, de Joselito el Gallo, el galleo del Bú… Asuntos que el taurino añejo guardaba en la memoria. Morante nos deja el corazón ajado del desconsuelo, el abatimiento sin fin…

Como Antoñete, esperemos que vuelva porque constituyó una religión civil… Y si no vuelve, mejor. Entra en la leyenda por la Puerta Grande… Y deja su testamento político, con el brindis del toro a Ayuso y Abascal.

Le faltó fumarse el puro, que ya lo habría hecho de camino. Es el domingo anverso de la resurrección, pero nos da igual. Morante y su efigie se proyectan hacia la Hispanidad y más allá. Igual que un Cristo del Corcovado desde lo alto del cielo. Su obra majestuosa queda en el misterio que sólo una fiesta como los toros puede dar. A partir de ahora, una palabra suya bastará para sanarnos.