Cruz Galdón

Cruz Galdón

La tribuna

¿Quién salvará el alma de los nuevos donjuanes?

25 octubre, 2023 07:36

Se acerca la festividad de Todos los Santos. A los adultos nos trae recuerdos de crisantemos, claveles, gladiolos y otras flores que nuestros padres llevaban a sus difuntos. Hoy somos muchos de nosotros los que rendimos tal homenaje, siempre que la distancia no nos lo impida. De la misma manera, vienen al paladar las gachas dulces de mi Jaén o los buñuelos rellenos de crema que, afanosa, hacía mi madre; o la fruta de sartén que por kilos preparaban mi abuela y sus hermanas, bandejas de flores y rosquillos que, aprovechando un descuido, robábamos de la alacena.

Benditos tiempos en los que la tradición se mezclaba con la fe y la familia porque, seas o no creyente, tus seres queridos que se fueron son importantes para el supérstite.

Pero los recuerdos también me llevan a la lectura en las semanas previas, con mi padre, de la hermosa e inolvidable obra Don Juan Tenorio, que tan preciosamente nos regaló en 1844 José Zorrilla.

La primera vez que me enfrenté al Tenorio fue a través de los versos entonados de memoria por mi padre, no tenía más de diez años y pensé que era una obra de amor y me reí con ganas cuando, mirando amorosamente a mi madre, relató:

«Ah! ¿No es verdad, ángel de amor,

que en esta apartada orilla

más pura la luna brilla

y se respira mejor?

Esta aura que vaga, llena

de los sencillos olores

de las campesinas flores

que brota esa orilla amena:

esa agua limpia y serena

que atraviesa sin temor

la barca del pescador

que espera cantando el día,

¿no es cierto, paloma mía,

que estás respirando amor?».

 

Mi madre, con cara de pocos amigos y sonrisa socarrona, le respondió:

«Llamé al cielo, y no me oyó,

y pues sus puertas me cierra,

de mis pasos en la tierra

responda el cielo, no yo».

A partir de mi juventud, no en pocas vísperas de los Santos me he deleitado de nuevo con la obra en mis manos y, válgame Dios que no he conseguido enganchar a mis vástagos.

Ojiplática, no tenía ni idea de lo que aquellos versos significaban y de lo que más tarde significarían para mí. Y es que tradición, gastronomía, cultura y fe están arraigadas en nuestra historia no tan lejana y es bonito traerlas a colación para no perdernos la hermosura de lo que aúna y crea recuerdos inolvidables.

Y no es que mis progenitores fueran actores ni grandes eruditos, más bien al contrario, eran gente sencilla que disfrutaba de los libros y aprendían sus versos para decirse de alguna manera que aquí y en el cielo siempre les rodearía su gran amor.

En muchos municipios de España, en la festividad de los Santos, se representa la obra Don Juan Tenorio, pero en la vida cotidiana, también: apostar por cualquier cosa, incluso por quién la lía más gorda o quien enamora a quién es parte de la diversión de aquellos que no tienen muy claros cuáles son sus valores.

Esperemos que, en la apuesta política y social, no nos juguemos el bienestar de muchas familias que ya lo están pasado mal y cuyo horizonte no pinta demasiado halagüeño.

Que tengan todos ustedes un feliz Día de Todos los Santos en compañía de sus seres queridos.

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