Cruz Galdón

Cruz Galdón

La tribuna

Cien años y que sean muchos más

4 octubre, 2023 07:47

¡Cuántos aniversarios de fechas muy distintas vivimos! Últimamente los aniversarios por distintos motivos se suceden como churros, lo cual siempre es pábulo de regocijo y felicidad. Y son la excusa perfecta para reunirnos con nuestros seres queridos, hacer balance de los últimos tiempos, cerrar ciclos o incluso abrir nuevos.

El cumpleaños, esa fecha tan especial que unos celebran a lo grande desde pequeños, y últimamente en plan “boda” por aquellos que se alegran de sumar años cuando de décadas se trata, y que sin embargo otros esconden, bien porque lo de decir la edad es un tema tabú o porque el convite no se relaciona bien con su cartera, tuvo su origen.

Si no me he informado mal, el origen del aniversario del cumpleaños se remonta al tercer milenio a. C. ¡Ahí es nada! El primero del que hay noticia es el de Menes y los primeros faraones egipcios. Según parece fue Menes, fundador de Menfis, quien una vez que logró unir el Alto y Bajo Imperio en el Egipto más arcaico, organizó una gran fiesta para encomiar el hecho y al mismo tiempo su aniversario. Y así comenzaron a festejarse fechas importantes en la vida de los hombres.

Muchos siglos después, en concreto en el presente y movidito siglo XXI, vive una mujer muy especial a la que tengo el gran honor de conocer. Es de esas ancianas entrañables y colosales por el haber que en ellas se encierra y que apetece achuchar. Es a quien deseo dedicar estas líneas, pues en breve, y más en concreto el 21 de octubre, va a celebrar su CIEN ANIVERSARIO.

La mujer de la que escribo es sencilla, tiene el pelo completamente blanco y con delicadeza se lo atusa cuando llega la tarde, sus manos arrugadas están calentitas cuando aprieta las tuyas y sus vivarachos ojos azules te invitan a mirarla con una gran sonrisa. Recuerda su Escalona de su alma, el pueblo de Toledo que la vio nacer, su casa donde regresaba los veranos y fiestas de guardar, añora a su madre de quien aún lleva un anillo en su mano derecha, echa en falta a su amado esposo José, a sus hermanos (ya todos en la otra vida) y su vida en Madrid. No ha perdido en el camino ni uno solo de sus años, los cuenta a través de anécdotas que le hacen bailar con las décadas y con la pasión por sus tres hijos.

Cuando le viene a la cabeza que pronto cumplirá cien años, se lleva las manos a la testa, y sonriendo dice “pero qué hago yo aquí” y airosa se lo dice a sus compañeros y amigos de residencia donde ella está feliz. Porque cada día uno de sus hijos le visita y le invita a su café con leche y aceitunas que son su locura.

Sigue siendo coqueta, le encanta que le pinten sus uñas de rojo y le vuelve loca comer, su pasión. Lo más anecdótico es que nada le sienta mal, ni la enorme milhoja de nata que de vez en cuando le llevan para deleite de su paladar.

A veces, quiere regresar a su casa y pregunta si está limpia y recogida. Amonesta a sus hijos con un reproche amoroso por no llevarla a su hogar. Pero rápidamente su mente vuela al momento para pedir un beso o regalar una de sus preciosas sonrisas.

Sí, los cien aniversarios que pronto llevará a su espalda le han hecho entregar su vida y despedirse de quienes tanto amó, pero cada año, cada día, sus hijos le regalan el cariño, la asistencia, los cuidados que su anciano cuerpo necesita. Y vive bien cuidada y querida en su residencia.

Su única incapacidad, porque tiene una naturaleza de hierro, es el oído. Pero ella lo suple leyendo tus labios con un interés fuera de lo común. Y quiere saber cada día cómo están sus nueras, sus nietos y sus bisnietos.

Hilaria es historia de vida, es pasión por la vida y es un ejemplo de que uno está vivo y ha de disfrutar de la vida hasta que se acabe.

¡Muchísimas felicidades cosa guapa!

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