Saturnino Acosta

Saturnino Acosta

Hasta hace poco, cuando la filosofía tenía un espacio destacado en nuestro currículo, uno de los clásicos era el conocido mito de la caverna de Platón que si bien es una alegoría sobre el conocimiento, también la engañosa realidad y la representación de las mismas. Por no extenderme en demasía, se lo resumo: Unos prisioneros viven en una caverna a oscuras donde sólo ven las sombras proyectadas que otros producen por un fuego situado tras el muro donde viven, pensando que dichas proyecciones son la realidad. Uno de esos prisioneros logra liberarse y debido al dolor que le produce la luz, duda si volver a su caverna, aunque finalmente lo supera y descubre la realidad. Al ser consciente de ésta vuelve a la caverna a decirle a sus compañeros que la realidad es muy distinta a las sombras que están acostumbrados, pero debido a la oscuridad de la caverna, éste se siente extraño por lo que sus compañeros piensan que el viaje le ha dañado por lo que prefieren la comodidad y seguridad que el fuego les proporciona en forma de sombras en su caverna a arriesgarse a enfrentarse a la realidad, en este caso a la luz exterior haciendo lo imposible por no abandonarla.

Pues bien, aún escrito en el 380 a.C., el mito de la caverna hoy es de máxima actualidad pues nuestra clase política y en todos sus niveles y parcelas está hoy más lejos de la realidad de la que nuca estuvieron los personajes de los diálogos de Sócrates y Glauco. Ya podemos y pueden muchos intentar convencerlos de que la realidad es muy distinta a las sombras  que perciben que por nada abandonarán la seguridad de sus cuevas, aunque en este caso y metafóricamente, las cuevas sean palacios y sus cadenas el cargo y/o posición, por no decir sillón.

Con esto no estoy diciendo que exista maldad lo que haya detrás, tampoco que descartaría según qué caso, la manipulación interesada como decía Maquiavelo en su reflexión sobre el realismo político, pero lo que subyace o lo que se traslada a la ciudadanía cuando la realidad y la política son tan distantes, es simple y llanamente desafección hacia la política y los políticos, en general, y cuando digo general me refiero a todos, los de unos y los de otro, los de más allá y más para allí.

Aunque mi campo sea la educación, y de eso los docentes sabemos mucho, pues se legisla a espaldas de la realidad de las aulas y del profesorado, que dejaré para otro día, en este caso hay algo que hoy merece más mi atención, cuando uno de esos prisioneros logra desencadenarse y ver el sufrimiento que está causando legislar desde la cueva e intenta hacer ver dicha realidad a sus compañeros con la urgencia de evitar alargar dicho desastre y éstos se empeñan en seguir a oscuras o a retrasar la solución con tal de no dar su brazo a torcer unos y otros, más lamentable aún, para que éstos no lo den, buscando más a Maquiavelo que a Platón, y mientras la ciudadanía espera que la clase política rompa sus cadenas otros prefieren dejar salir a los prisioneros con ellas puestas.