Juan Carlos Álvarez.

Juan Carlos Álvarez.

La tribuna

Ojo a las baterías de litio

21 julio, 2022 07:26

Hace poco fui a comprar una batería de dos amperios para un taladro portátil. Había consultado los precios en febrero y aquellas tenían un costo de unos 34 euros. Sin embargo, mi sorpresa fue mayúscula pues aquellos 34 euros de febrero se habían convertido en 60 del mes de julio. Preguntando al responsable de la sección por estos desmesurados aumentos en el precio sus palabras exactamente fueron que “las baterías de litio están desde primeros de año disparadas en los mercados”. 

Mi interés se avivó en conocer las causas de los nuevos precios pues entendemos que si se aumenta la fabricación de baterías para dar servicio a la industria automovilística, dadas las expectativas que se están marcando en los foros políticos europeos motivados por el motor eléctrico, lo lógico es que el precio siga cayendo como lo estaba haciendo en los últimos 10 años. Consulté las hemerotecas de algunos medios de comunicación los cuales me dejaban claro en ciertos artículos que la guerra de Ucrania había disparado el precio de las materias primas y, por ende, el de este producto. Sin embargo, acudiendo a informaciones puramente técnicas, la verdad no era precisamente la que nos relataban aquellos que culpan de todo a la guerra de ucrania, pues esto no es así.

Y es que los mercados de litio ya sufrían brutales aumentos de precio a finales del año 2021 cuando se pronosticaban subidas que en este año duplicarían el precio, cosa que ha ocurrido. Nos encontramos entonces con un problema mayúsculo pues las baterías de litio son la parte más importante del vehículo eléctrico y la pieza más costosa del mismo. Tan alto era su valor que resultaba más económico comprar un coche eléctrico nuevo que cambiar la batería del viejo; por lo que todo esto viene a abonar más nuestra desconfianza por una tecnología que, infra desarrollada y aún desconocida, pudiera suponer el derrumbe de la conocida y fiable industria del motor de combustión interna, imprescindible en el desarrollo de la sociedad tal y como la conocemos. 

Ya lo advertía en un artículo técnico de principio de 2022 Rystad energy, cuando el precio del litio de grado adecuado para la fabricación de baterías superaba en cinco veces el precio del de igual grado un año antes. Cuanto más bajo sea el precio de las materias primas para la fabricación de esta batería, rapidez en fabricación y eficiencia, más escaseará el material para la construcción de la misma, subiendo los precios como está sucediendo. Estamos atentando contra la diversificación en el número de fuentes de energía posibles en el espacio europeo, organización internacional que tiene como bandera en su buque insignia el libre mercado.

¿Acaso estas medidas corresponden a un mercado libre si es que no tenemos claras las fuentes de esas emisiones tras la pandemia? En absoluto, ya que esta obsesión energética nos lleva al cuello del embudo que estamos sufriendo en materia de precios. Alemania ya definitivamente apuesta por poner en marcha todas las instalaciones térmicas posibles mientras en España se sigue con el desmantelamiento y voladura programada. Francia aumenta la capacidad de la nuclear, mientras en España pagamos en el recibo cada mes el precio correspondiente a una moratoria (o parada nuclear) de la que jamás nadie nos consultó. Por si fuera poco el parlamento europeo aprueba la prohibición de la venta de vehículos de combustión interna, incluso híbridos, a partir de 2035, año que está a la vuelta de la esquina. 

Y yo me pregunto que contienen los informes técnicos en los que el parlamento se ha basado en su propuesta para aprobar una medida de tal rotundidad. ¿Cuál ha sido el grado de conocimiento de los parlamentarios sobre la medida que se estaba debatiendo, y cuáles eran las ventajas o fortalezas de las mismas? Es cierto que el parlamento votaba en verdad la propuesta impulsada previamente por la Comisión de Medio Ambiente de la Unión Europea en su lucha contra la emisión de gases contaminantes del motor de combustión interna. Está claro que en la cámara legislativa europea, y en la citada comisión, tenían una información técnica que nos está vedada al resto de los europeos. Espero que no sea como la comisión de expertos del COVID en España. 

Un motor eléctrico necesita baterías donde acumular la energía; una infraestructura de carga por todo el territorio y un tiempo de almacenamiento del que no contamos para equiparar a las necesidades de la sociedad toda esta tecnología. Quizá los parlamentarios tengan ya en cartera la aprobación de multimillonarias inversiones para sustituir, que no renovar, toda la red de energía que hoy distribuye la electricidad por toda Europa. Quizá tengan la certeza de que el coste de la batería caerá estrepitosamente en los próximos meses y años. Seguro que en su informe previo saben ya que la duración de las baterías futuras será equivalente a lo que hoy nos suministran nuestros respectivos depósitos de combustible. Tendrán la certeza de la garantía de abastecimiento para los equipos que trabajan en el medio rural como tractores y maquinaria pesada; abastecer a los medios contra los incendios que luchan en verano contra este mal y que no pueden ineficientemente permitirse el lujo de marchar del frente de ataque a conectar el camión o el bulldozer a la electrolinera más cercana mientras guardan siesta comida y partida de mus. 

Pero no dudo que sus señorías, los parlamentarios europeos, conocen perfectamente los datos de las estaciones europeas y mundiales sobre cambio climático. Recordemos que los fabricantes de automóviles tienen asimilada la normativa por la que se exige la reducción del 100% de las emisiones de C02 para el año 2050. Pues bien, si los sistemas vegetales y en especial los forestales están emitiendo más del 80% de las emisiones registradas por los observatorios del clima como se pudo constatar durante el confinamiento global de 2020 por la pandemia, resulta curioso que ni una mínima iniciativa tiene en cola de espera el parlamento europeo para paliar los efectos de la radical desaparición de la ganadería extensiva del medio rural global; ganadería insustituible para controlar el exceso de pastos y matorral causante de la mayor parte de las emisiones por descompensación, así como de la potenciación y transformación de los conatos a grandes incendios.

Recordemos que los incendios mundiales equivalen a TODAS las emisiones de la U.E. en un año de baja incidencia. Por otra parte, el aumento descontrolado de la biomasa forestal que impide una eficiente fijación del CO2 atmosférico, tampoco ha sido recompensado en inversiones de gestión por las normas jurídicas provenientes de esta organización. Tenemos biomasa suficiente para poder garantizar un suministro energético equivalente al resto de las energías naturales, eólica (que se lleva fatal con los días de calor pues no hay apenas generación) y con la solar, que aún se lleva peor con el calor pues esta necesita luminosidad, cosa que no podemos confundir con calor. La temperatura óptima para que una placa solar fotovoltaica genere eficientemente energía se sitúa entre 20 y 25 grados, que dista mucho de las temperaturas que tenemos en verano, lo que le hace también una energía limitada para las necesidades de una sociedad a la que se le contaba falsamente años atrás que la solución eran las energías llamadas limpias (siempre que no hablemos de sus residuos).

Pues bien, la biomasa genera electricidad a demanda haga frio o calor. Se puede parar o arrancar por lo que no depende de su acumulación o de factores externos. Pero claro, a algunos colectivos no les gusta esta energía que denominan “negra”. Negro lo tenemos toda la sociedad si no alzamos la voz de la cordura contra tanta incompetencia en la gestión de lo público a nivel global. Hemos permitido pasar del “estado del bienestar” de los años 80 y noventa, al “estado del que bien están” las élites de las que parten todas estas imposiciones. Gobernemos de acuerdo con la lógica y la razón porque hacerlo al dictado de la ingeniería social que unos pocos han diseñado merece que les pidamos que se vayan a casa. Mañana será tarde. 

Juan Carlos Álvarez

Este artículo ha sido publicado originalmente en La Opinión de Cuenca

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