El Comentario

La transformación sin perder la identidad

13 diciembre, 2020 00:00

82 años después la ONCE sigue transformándose y adaptándose al entorno sin cambiar su identidad.

Muy atrás queda esa imagen del ciego vendiendo sus “iguales” en la esquina de cualquier calle de nuestra tierra. Hiciese frío o calor, ahí estaba pregonando su “suerte”, porque era la del cliente que se aproximaba probando fortuna, como la suya, por haber conseguido un trabajo con el que dignificar su vida, en vez de tener que pedir limosna como hacían antes. Eso me contaba Guadalupe, la afiliada a la ONCE más veterana de Castilla-La Mancha, que vendió durante más de 35 años, en las calles del casco histórico de Toledo.

Ciego pidiendo en las calles de Toledo (Foto publicada por Toledo Olvidado)


Guadalupe, nacida en Burgos en septiembre de 1934, se afilió a la ONCE en aquella ciudad castellana, teniendo el número 7570 de afiliación a la ONCE, y comenzó a ejercer la venta de los cupones en la localidad de Aranjuez (Madrid), hacia finales de los años 50, aunque muy pronto se trasladó a Toledo, al conocer a quién sería su marido, Antonio, que también vendía “los iguales”. Recuerda que aún en esa época, pese a las más de dos décadas de existencia de la organización de ciegos, todavía había algunos pidiendo por las calles tocando con su guitarra. ¡Y es que era más fácil pedir que trabajar! Tenían que recoger los boletos en la oficina, esforzarse por venderlos, regresar a devolver los que sobraban, hacer las cuentas para liquidar las ventas...

Me contaba en la visita que le realicé a su casa, muy cerca de la sede de la Diputación de Toledo, que en aquellos años, después del trabajo, se esforzaba por aprender el braille pues había que seguir avanzando, y siempre le venía bien para tomar una nota para ir a comprar o para escribir a la familia o a los amigos que estaban fuera. Eso sin contar que había que hacer las tareas domésticas o atender a su hija. ¡Y aún sacaba tiempo para enseñar a otros ciegos que llegaban a la ciudad a desenvolverse por las intricadas callejuelas! Entonces, como ahora, era muy importante el poder moverse con cierta autonomía personal, así como conocer la manera de tomar unos pequeños apuntes o acceder a un método de lectoescritura que te permitiese llevar unas mínimas cuentas para el control de tu trabajo.

"Era difícil trabajar siendo una persona ciega, e intentar que la gente te comprase los cupones, porque algunos, para hacerlo, tenían que renunciar a otras cosas, y lo hacían por echarnos una mano. ¡Y no te quiero decir nada, si quién ejercía la venta era una mujer!", continuó contándome Guadalupe en el salón de su casa.

Estando en puertas de la tercera década de este siglo, con un entorno social cambiante y cargado de incertidumbres, esa identidad colaborativa de las gentes de la ONCE no ha sufrido ningún cambio.

David, siempre acompañado de Valentín, su perro guía, desarrolla su trabajo en las calles de Ciudad Real, llevando la suerte a aquellos que se acercan a su punto de venta. Cierto es que hoy dispone de la tecnología de un terminal que le permite informar a su cliente de si ha obtenido algún premio, de interactuar con los números preferidos de éste, de devolver desde su casa los boletos sobrantes, recibir información a través de la mensajería... Y continúa luego cocinando en su casa, atendiendo a sus hijos, estudiando Derecho y ¡cómo no! colaborando con el resto de sus compañeros, sobre todo los mayores, con eso que a él se le da muy bien, pero que a otros les cuesta, como es el manejo de las herramientas de conectividad digital.

David, con su perro guía Valentín, vende cupones en Ciudad Real y ayuda a sus compañeros en el manejo de las nuevas tecnologías


A lo largo de estas ocho décadas se han tenido que sortear diferentes obstáculos, para lo que hemos tenido que alzar la voz para que se cuente con el colectivo de personas ciegas, pero también hemos encontrado muchas manos amigas, sin las que hubiera sido imposible seguir caminando: la democratización de la entidad, la unificación del sorteo del Cupón, la transición de la peseta al euro, la incorporación de los terminales de venta totalmente accesibles,...

Por eso, cuando estamos a punto de cerrar uno de los años más complicados de los que nos ha tocado vivir, en el que la ONCE tuvo que suspender por primera vez los sorteos del Cupón durante tres meses, y donde tuvimos que abandonar las calles por imperativo legal, la generosidad compartida, la ayuda mutua, la cooperación..., se hace más necesaria que nunca esa fuerza del compromiso “por” y “con” las personas, se convierte en imprescindible. Estará impuesta “la distancia física”, pero nunca “la social”, pues estamos más conectados; porque nos habrán “encerrado” pero las emociones, los afectos, no pueden “confinarse”; porque las mascarillas taparán los rostros, pero no apagarán las sonrisas.

Aquel puñadito de ciegos que, renunciando a una pensión, poniendo su ilusión por delante de egos, se unieron para crear la ONCE, y jamás soñaron que 82 años más tarde hubiera más de 73.000 personas que formasen esa “Familia”, y que algo más de 71.000 dependiese su empleabilidad de ello.

El Grupo Social ONCE es patrimonio de todos los españoles, siendo un instrumento de inclusión de las personas ciegas de este país, que es capaz de cooperar con otros colectivos de personas con discapacidad para generar oportunidades de vida a través del empleo y de la formación. Por tanto, cuidémoslo entre todos, y no dejemos de dar gracias a todos aquellos que lo hacen posible, entre los que sin duda se encuentra usted.

Carlos Javier Hernández Yebra. Delegado territorial de la ONCE en Castilla-La Mancha