Una administración de lotería de Toledo ubicada en la céntrica calle Comercio ha dado los dos gordos de Navidad de este año, el del sorteo extraordinario del día 22 y el Niño. Con gran acierto sus promotores la bautizaron como La Caprichosa, entendiendo con certeza que la suerte o fortuna se comporta como tal, sin que pueda ajustarse a ella parámetro normal de cordura o lógica. Algo así como la política española, que de un tiempo a esta parte, también se comporta como la caprichosa, aunque en este caso con menos dosis de azar o juego, pues las cosas podrían haber ido por otro camino más sujetas a la sensatez.

Caprichosa fue la suerte que determinó que el pacto suscrito en su día por Rivera y Sánchez no llegara a ningún puerto. Digo esto porque a ese punto se retrotraen los males y dolores. Vio Pedro que la fortuna no le era propicia por el bando constitucional y probó suerte por el otro lado. Jugó al rasca rasca en varias ocasiones y resulta que la diosa estaba de su parte, abierta en canal. Bien es cierto que para eso ayudaron los indepes, que lo vieron como último clavo ardiendo al que agarrarse y lo apostaron todo al par negro, el par de tahúres que forman Puchi y Pedro por la supervivencia de cada uno. Está claro que si la fortuna está de tu parte, algo hay en el jugador que le impele a seguir apostando. Aunque ninguno de los dos se fía del otro y no compartirían un décimo juntos ni aunque fueran al notario, que tampoco sería la primera vez.

Feijóo reniega de su mala suerte y se queda siempre con el complementario, que es Vox, que no hace más que armar peleles para luego venderlos en la calle. Sostienen los que de azar saben que la formación de Abascal es el talismán de Sánchez, aunque luego le hagan perrerías en forma de pinturas negras. Del pelele al quitasol, pasando por la Quinta del Sordo, Goya no lo hubiese clavado tanto si hubiera vivido ahora. El duelo a garrotazos se proyecta ya en las familias y menos mal que acabó la Navidad o Leonor le habría tosido incluso al padre.

La infanta está de suerte y dulce, cosa que Felipe no puede decir lo mismo. El abuelo se ríe y echa catorce a la quiniela en Sanxenxo, rodeado de amigotes. Es el más listo con diferencia, aunque la nuera quisiera alejarlo para hacerle pagar sus errores. No se dio cuenta Letizia que una línea no es lo mismo que un bingo y que el azar sonríe a los astutos y osados. El Rey Viejo trajo el gordo de la democracia y los españoles lo hemos ido dilapidando hasta dejar de tapar agujeros. Evitó el catacrack del 23 de febrero y luego marchó por la senda de los elefantes, los de Bárbara y Corinna. Todo muy circense. En realidad, la vida de Juan Carlos siempre tuvo su punto de capricho, pues de la carestía de niño pasó a la senil abundancia, sin reparar que los Reyes en España son necesarios y queridos, pero también apaleados. Lo siento, me he equivocado, quién sabe si volverá a ocurrir.

La Caprichosa es lo más hermoso que nos ha pasado en mucho tiempo a quienes echamos el boleto de la Primi todos los jueves. Qué gran día los jueves desde Chesterton y el hombre que fue jueves. Dio para una continuación después de Ava Clayton y Llámame Jueves, lo que son las cosas. Pero la Caprichosa debiera ser sede de la soberanía nacional, Congreso y Senado a  la vez. Las proposiciones de ley deberían acabar allí o en un Jackpot de la Once. No se me ocurre otra forma mejor de gobernar este país en el actual momento. Fernando VII llevó en el catorce dos escritos, uno liberal y otro absolutista. Y mira por dónde, cogió el segundo. Un poco como Sánchez. A veces a España creo que le han echado mal de ojo.