La Floristería Maua de Toledo ha tenido la feliz iniciativa de adornar la estatua de Cervantes en el Arco de la Sangre con un hermoso ramo de rosas con motivo del Día del Libro. No se nos habría ocurrido mejor idea para celebrar el 23 de abril, San Jorge, Villalar, los comuneros, la muerte de Shakespeare y Cervantes y la primavera abierta en canal. Aunque parezca mentira, la estatua dedicada a don Miguel es increíblemente reciente, del año 2007. Fue iniciativa de Fernando Cirujano como concejal de Cultura en el PP y le llovieron críticas por todas partes. Sin embargo, es hoy uno de los monumentos más visitados y sobre todo, fotografiados de Toledo. Quién no se ha hecho un retrato con Cervantes del brazo como si le estuviera dictando el Quijote. Recuerdo que figuras como mi añorado Rosell fue gran defensor de la escultura y Cirujano en aquella ocasión. El tiempo siempre se despereza en forma de razón.

La grandeza de Toledo es tan enorme que a la ciudad se le olvidó durante siglos levantar una escultura al escritor más importante de todos los tiempos. Y eso que en el Persiles la definió como “peñascosa pesadumbre”, título que se mantiene gracias a unas letras capitulares cinceladas en Bisagra. Pero qué duda cabe que Cervantes necesitaba una escultura como la que ahora tiene, en lo alto de su calle, cabalito en el Arco de la Sangre. Su influencia y amor por la ciudad trasciende obras y géneros y, si se me permite la inmodestia, hasta alcanza el frontispicio de estas letras, que dan en llamarse alcaná cada lunes en recuerdo de Cide Hamete Benengeli.

La rosa, sin duda, es la mejor forma de celebrar el libro y la primavera. Los catalanes lo saben muy bien y aunque crearon el dragón de San Jordi y todos los años sale fuego de su boca, siempre está el héroe que lo alancea con la espada y brota una rosa. Aunque este año no le han clavado el acero. El CNI le ha puesto un pinganillo y lo ha estado espiando, cosas de la vida. Sin embargo, la rosa es estrictamente toledana, desde los rosales del Tránsito a los de la Vega… O aquellos que nacen en cigarrales cuidados y huertas frondosas. Desde Garcilaso, está claro que el tiempo vive entre rosas y azucenas, en la color del gesto y las mejillas… Las muchachas de Toledo asisten otra primavera más a la caída irremediable de la manga.

Pero es que la rosa da para más. Es la flor que mejor simboliza la vida, con sus espinas ocultas. Que no te vendan amor sin espinas, decía Sabina. Otros, como Alberto Cortez, cantaban aquello tan hermoso de “te llegará una rosa cada día”. El amor, para que dure, hay que regarlo cada mañana. Llega la primavera y los poetas nos volvemos locos. Los griegos lo sabían y por eso inventaron las fiestas dionisíacas, la tragedia, el teatro. La rosa, en realidad, simboliza hasta la política o, al menos, parte de ella. Hermosa, hipnotiza sin piedad a quienes la miran. Los socialistas la adoptaron como símbolo en un puño, tirando la hoz y el martillo por el sumidero. Había que hacer la revolución, pero sin armas ni que se notase. Hoy mismo, 25 de abril, es el aniversario de la Revolución de los Claveles, que es la rosa barata. Quizá la puesta de una rosa en la boca del fusil sea la mejor salida para los socialistas toledanos y que Tolón –la Ayuso de Toledo, como dice Gayarre, el verso suelto- y Armenta lleguen a la paz y la concordia. Lo contrario sería revuelta comunera y María de Padilla de nuevo.

La rosa, en fin, hiere y hechiza a partes iguales. El principito lo sabía y por eso escribe un tratado en torno a ella. En realidad, es el amor quien está detrás de todo y hace bailar al universo. No me fío de la rosa de papel, tantas veces que la hice yo con mis manos, escribió Salinas. Ya era hora de que Cervantes amaneciese con flores. Quien mejor lo explicó fue Juan Ramón, que dedicó toda la vida a correjir su obra. No le toques ya más, que así es la rosa.