La política se define como el arte de hacer posible lo imposible. Y para hacer posible la necesidad de la derecha del llegar al poder –es mucho lo que se están perdiendo– el Sr. Feijóo no solo se contorsiona hasta conseguir posiciones cada día más difíciles, sino que además practica el funambulismo. Así que el candidato de la derecha en esta ocasión es contorsionista y funambulista. Lo nunca visto en el circo de la política. Y eso que en sus pistas ha ocurrido de todo. Aunque en política siempre aparecen nuevos comportamientos que no podríamos imaginar. Así de creativa es la política.

La primera contorsión a la que se adaptó, como un guante a medida, fue la de desalojar al Sr. Casado del lugar en la organización para la que le había elegido los afiliados al partido. La derecha pasaba de un líder votado –lo de votar en los partidos democráticos es una exigencia estatutaria– a un líder nombrado.  La noche y el día, el agua y el aceite en el territorio de la democracia. Convencido el Sr. Feijóo de que sus piruetas y sus ejercicios de andar por la cuerda floja se van a aceptar sin rechistar por sus seguidores mediáticos y de los otros, ya ha ofrecido el mejor numero del programa: decir que no va a pactar con Vox y a la primera ocasión que los candidatos locales y territoriales han vislumbrado poder, se han apresurado a armar pactos, dejando a su líder colgado de la brocha. En Valencia, tan pronto como se conocieron los resultados electorales, los dirigentes anunciaron el acuerdo PP-Vox. Tenían prisa los dirigentes del Este de península, por recuperar los añorados tiempos del Sr. Zaplana – aun pendiente de ser juzgado – y del Sr. Camps y la Sra. Barberá, el último todavía a la espera de resolución judicial. Mientras en el Oeste de la península, Extremadura, la Sra. Guardiola juraba por Snoopi que no pactaría con Vox y el Sr. Feijóo defendiendo esta posición desde el alambre hasta que llegó el momento de la contorsión. Se pactó y no pasó nada.

Los radio-predicadores y los tele-predicadores que exigían al Sr. Sánchez la integridad de un ermitaño, han tenido que cambiar sus discursos porque las contorsiones del Sr. Feijóo están demostrando que a la política resulta complicado valorarla solo por determinados parámetros de índole no política. No todo es mentira cuando se pacta con otros grupos para sacar adelante proyectos que pueden beneficiar a los ciudadanos. Como son mentiras, esas sí, asumidas por muchos ciudadanos, que los programas se hacen para no cumplirlos, como ya enunciará el cínico profesor Tierno Galván. En consecuencia, si el Sr. Feijóo se contorsiona, como hasta el momento, para llegar al poder ¿qué no haría, si algún día lo tuviera?

Lo más entretenido y delicado de este espectáculo de contorsionismo ideologico no solo es pactar con un partido de la ultraderecha, sino el silencio cómplice de quienes proponen acabar con el sanchismo que, como sabemos no existe, pero forma parte de la política identificada por el discurso más insolvente y polarizador de los populismos recientes. Como el lector, tal vez conozca, consiste este instrumento esencial del populismo, en versión Berlusconi, en inventar una realidad para luego combatir esa misma realidad construida. Lo que queda bien en la obra de Cervantes, pero queda fatal en la realidad cotidiana. Y más en la política. No hay que olvidar que para conseguir esos efectos de realidad inventada, Cervantes, atribuyó a D. Quijote una locura transitoria. A día de la publicación de este texto se ignora cuando el Sr. Feijóo dejará de comportarse como el personaje de Cervantes. Esperemos que nadie prohíba la lectura de la famosa novela.