Capilla Sixtina

Fuegos cruzados: los días que vienen

28 mayo, 2019 00:00

El maestro dice a los alumnos: “Si se interesan por la política tendrán que leer a Nicolás Maquiavelo”, un teórico de la política y de la guerra en tiempos del Renacimiento. El profesor universitario recomienda a los asistentes a clase: “Si les atrae la actividad política, vean Juego de Tronos”, una ficción actual situada en una Edad indefinida, con princesas perversas, tipos malvados, dragones imaginarios y mucho, mucho, espectáculo, incluidas escenas de sexo, valor seguro en el mercado del consumo televisivo o cinematográfico. Maquiavelo trabajó como funcionario y político en Florencia en unos años en los que la ciudad era una gran estancia de reptiles esquizofrénicos. Las familias, grandes o pequeñas, se enfrentaban por el control de la ciudad, de los barrios, de las instituciones cívicas y religiosas. Sobrevivir a la política en Florencia ha sido durante años un milagro no declarado por el Vaticano, porque compartió idénticos modos que Florencia y otras ciudades de Italia. Lo que Maquiavelo vivió, sufrió y aprendió lo trasladó a sus libros. Las sucesivas temporadas de “Juego de Tronos” se han basado en las novelas de ficción del escritor J.R. Martin. El maestro sostiene que en los métodos diferentes de aproximarse a la política se ocultan las distancias entre la política antigua y la nueva. Considera que el aprendizaje en series televisivas ha colaborado a que la razón y la argumentación hayan sido sustituidas por batallas emocionales y espectáculos visuales.

Quienes se adentran en la política actual aprenden con velocidad inusitada que lo que origina controversia y genera apoyos cerrados son comportamientos que la envilecen. Si no gritas, no mientes, no exudas frases gruesas o no emites afirmaciones alarmantes (sin documentar, por supuesto) no eres nadie. Ningún medio de comunicación pondrá en el titular tu frase escandalosa, tu descalificación navajera. Es más, estamos ensayando una costumbre perversa: durante la vida vale todo contra el adversario, cuando muere alguno de ellos organizamos lastimeros duelos. El caso del Sr. Pérez Rubalcaba ha sido el más cercano. Aunque, es posible que el oro, el incienso y la mirra hayan sido ofertados al difunto Sr. Pérez Rubalcaba porque los partidos, sobre todo de derechas, necesitaban un héroe ajeno que encubriera el barro de la campaña recién terminada y el que, calculaban, se acumularía en la que se iniciaba. Tras la purificación colectiva por la hipérbole en las exequias del fallecido, se podría volver, con naturalidad, a los derroteros broncos.

Se perfilan para los españoles días y meses de intensos fuegos cruzados. Por un lado, los pactos y las alianzas. Por otro, las derechas pelearán entre ellas para intentar hacerse con la hegemonía del territorio conservador, aunque, para disimular, las armas apuntarán contra el enemigo único, que representan los socialistas. Calificado el presidente en la anterior etapa como traidor y aliado de quienes quieren la “ruptura de España” (así con tonos, sonidos y ecos franquistas) insistirán en las descalificaciones. Hasta que, por el peso de la repetición, los eslóganes se conviertan en verdad estereotipada.

Quienes hayan visto la serie enunciada, sabrán que la trama narra las maniobras de los actores políticos como preparación para una guerra, que debe ser definitiva por su grandiosidad. Pero llegar al final requiere esfuerzos: hay que ir llenando el escenario de cadáveres, de errores, de desacuerdos, de actos fallidos, de explosiones provocativas, de valores sesgados. Lo que nos espera en los próximos días y meses, finalizada la última tacada de elecciones, serán consecuencia, según el maestro, de erróneas enseñanzas. Fuegos cruzados de todos contra todos. Algarabía, ruido. Excepto que se recupere a Maquiavelo y sus consejos.