Capilla Sixtina

Dos tiempos, dos lenguajes

11 diciembre, 2018 00:00

Durante la semana pasada hemos celebrado la Constitución de 1978. Y hemos podido comprobar que coexisten dos tiempos, dos lenguajes. Quienes construyeron la Constitución y quienes les sustituyeron. Los que contribuyeron a la elaboración de la Constitución han hablado de concordia, de pacto, de acuerdos, de proyectos. Se han esforzado en trasmitir su experiencia para provecho del futuro. Nada que ver con el lenguaje del presente. Unos afirman que es imposible reformar la Constitución, otros invocan la libertad de los pueblos para decidir su futuro, unidos o separados. Una confederación de Estados. Unos hablan de inmovilismo, otros hablan de experiencias fallidas. La confederación de pueblos solo se hizo una vez y con una dictadura, la de la Unión Soviética. Tan pronto como el modelo colapsó, se deshizo la confederación de los pueblos. Hemos escuchado dos discursos. Pero sonaban demasiado alejados. Como de países diferentes.

En Toledo, durante esta semana, tuvimos el privilegio de contar con el que fuera Diputado por Toledo y Ministro varias veces, Rafael Arias Salgado. Hizo su exposición en la Biblioteca regional. Brillante, atractiva, sincera. Contó su experiencia como constituyente. También intervino Francisco Ramos Fernández-Torrecilla, senador por Toledo en el lejano 1977. Inteligente, de izquierdas. Uno, de UCD; otro, del PSOE. Ambos de acuerdo en que los partidos políticos renunciaron a muchos de sus postulados para facilitar una Constitución para todos. La cesión sin contrapartidas es la receta infalible para cualquier acuerdo.

En el momento actual, nadie renuncia a nada. Es más, van con el veto por delante. Yo con este no estoy dispuesto a entenderme. Yo, con aquel otro. Nada puede ser supeditado a la convivencia. Es la diferencia entre aquellos tiempos y los que vivimos. Rafael Arias Salgado habló de fracasos, sobre todo cuando admitió que en la organización territorial del Estado no se fue capaz de oponerse a las fuerzas caciquiles, de derecha o de izquierda, que configuraron el mapa autonómico. Aún así, aquellos fueron tiempos de proyectos y programas; hoy lo son de simplificaciones.

Los políticos se dirigen a los ciudadanos no para estimular su inteligencia, sino sus emociones. Cuando se elaboró la Constitución se habló de país, de pluralidad, de diversidad, de satisfacer los derechos de los ciudadanos. Se hacían discursos dirigidos a la inteligencia. En esos tiempos era la razón quien guiaba a los políticos. Ahora son las emociones. No se trata de saber, sino de sentir. Por ese camino llegamos a las simplificaciones. Deberían darnos miedo las simplificaciones. Porque en esos terrenos siempre ganan los demagogos, los que prometen imposibles, que saben los ciudadanos que son imposibles, pero aún así les votan por sí cambiara algo. ¿Qué? No se especifica. Solo sabemos que no estamos a gusto, que no es esto lo que queremos. Vivimos una realidad pastosa y confusa. Es en esos estados colectivos magmáticos donde aparecen partidos como VOX. O sus contrarios en la izquierda.

Una opinión pública dirigida –no se sí manipulada- puso de moda en España que los políticos que hicieron la Constitución dejaran paso a los jóvenes. Habían envejecido y no servían. Era urgente rejuvenecer los partidos. Se hizo. Nadie resiste las olas mediáticas. Como en otro momento se satanizó el bipartidismo. Ahora ya tenemos muchos partidos y lideres más jóvenes. No se ponen de acuerdo en nada. Son los que han prescindido de los programas; se mueven más a gusto en las emociones. Exige menos esfuerzo porque solo se precisan consignas sencillas. Del estilo de "esto lo arreglo yo en tres patadas". Con un discurso de este tipo ha conseguido doce diputados en Andalucía un partido de la ultraderecha. Comienza la Reconquista. Viene del Sur.