Cuando cayó el muro de Berlín y la izquierda comunista se quedó sin una realidad vendible, los partidos comunistas de todo el mundo buscaron causas a las que agarrarse y justificar su eterna lucha por redimirnos a todos los humanos a nuestro pesar. Sólo hay que mirar a lo que pasó en España con el mítico PCE -un partido, por otra parte que, fue el único que de verdad se enfrentó a la dictadura de Franco y llenó sus cárceles- en cuanto se les vino el muro encima y se les invitó a jugar a la democracia sin trampas.

De entonces acá no hay una sola "causa universal" que no hayan hecho suya y vendan como si toda la vida hubieran sido los garantes de todas las libertades y no los que históricamente, cada vez que tuvieron oportunidad, las persiguieron. Resulta un sarcasmo que los principales defensores de los derechos de los homosexuales o las mujeres sean los herederos de los que persiguieron y sometieron a sangre y fuego a cualquiera que reclamara sus derechos.

Con la llegada de los populismos, los comunistas de siempre vieron la oportunidad de medrar y presentarse delante de las sociedades occidentales como los grandes defensores del ecologismo, el feminismo… y cualquier ismo del que pudieran sacar ventaja. Eso sí, ocultando siempre su verdaderas siglas e intenciones tras esos nombres en los que nunca nadie verá aparecer, ni por asomo, esa insignia de la hoz y el martillo bajo la que cometieron unos crímenes contra la humanidad homologables a su hermano totalitario el nazismo.

Y una de las grandes banderas manipuladas por esa izquierda ha sido el feminismo, una causa que, como buenos totalitarios, manipulan, hacen suya en exclusividad y niegan a cualquiera que no esté con ellos la legitimidad para hacerlo. El feminismo es suyo y cualquiera que se atreva fuera de su club a asumir algo tan simple como el principio liberal de la absoluta igualdad de los seres humanos por encima de su género, raza o religión queda deslegitimado para ello.

Y es que todas esas causas, incluidas el feminismo o el ecologismo, se utilizan desde la izquierda con el mismo manual dialéctico de confrontación que anteriormente la lucha de clases. La izquierdas más rancias y decimonónicas se camuflan tras la palabrería de los populismos, pero en cuanto se rasca tras los discursos en los que se presentan como los adalides de las libertades aparece la ideología averiada de siempre. Y como consideran que el feminismo es suyo, y nadie nada más que ellos tienen derecho ni tan siquiera a nombrarlo, es por lo que, como ha ocurrido en el Ayuntamiento de Toledo con la ausencia de los grupos municipales de izquierda en la presentación del Día de la Mujer, enseñan su verdadero rostro sectario, totalitario y exclusivista. Fuera de la izquierda no hay feminismo. Así de simple.