El Ayuntamiento de Lagartera se ha levantado en pie de guerra contra la posible declaración de Bien de Interés Cultural del "tejidillo" o "acolchado de Navalcán", una labor de bordado que caracteriza las obras de costura que se elaboran desde tiempo inmemorial en esta localidad, al considerar que esa declaración iría en contra y con grave perjuicio de las labores de Lagartera y la marca consiguiente que con toda justicia y pretendida exclusividad aspiran a mantener para su pueblo.

La disputa ha llegado al punto en el que en su oposición a la pretendida declaración del bordado navalqueño, la corporación municipal lagarterana afirma rotundamente que se pretende "arrebatar y saquear el origen" de un patrimonio que consideran único.

Uno confiesa que no es, ni mucho menos, un especialista para poder determinar si las labores de bordado navalqueñas son algo más que una copia, una recreación o una simple imitación de las lagarteranas. Uno intuye que en muchas de ellas, tal como se ve en el traje típico, con esas camisas bordadas de los hombres que uno identifica sin ninguna duda con Navalcán y su vecina Parrillas, hay una originalidad y unas peculiaridades que las diferencian, incluso a la vista de un profano como es uno. Seguro que una gran mayoría de personas familiarizadas con los bordados de Lagartera y Navalcán, como es el caso de las mujeres que en toda la comarca dedicaban las tardes a "los manteles", sabrían diferenciar unas y otras, aunque muchas de ellas se confundan, y sea a veces complicado deslindar lo que es original y peculiar. Pasaría en este caso, salvadas las distancias, lo que ocurre cuando se establece una denominación de origen certificada de cualquier producto y aparece la dificultad de distinguir entre sí variantes del producto.

Lo primero que recomendaría a lagarteranos y navalqueños es que no llegue la sangre al río y de esta disputa surja una guerra de marcas y DO de la que todos salgan perjudicados. Lo suyo es, en primer lugar, que sean los especialistas quienes tomen la palabra y sean ellos los que decidan, como pienso se debe hacer cuando hay una declaración de BIC de cualquier tipo. Lo siguiente es pensar que nadie quita nada a nadie cuando se añade una protección especial a un patrimonio, sea del tipo que sea, que acabará redundando inevitablemente en el patrimonio de todos.

Navalcán no le va a quitar nada a Lagartera si al final su tejadillo, su traje y su bordado es declarado BIC y nadie debe verse afrentado por el intento de poner en valor su patrimonio, que al fin es de todos.

Calmen los ánimos excitados lagarteranos y navalqueños y tomen como ejemplo la declaración conjunta como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la cerámica de la cerámica de Talavera y Puente, sin celos ni rencillas de malos vecinos. Vale.