Hay pocos que en España a día de hoy apuesten por una victoria de Pedro Sánchez en las elecciones generales que presumiblemente se celebrarán dentro de año y medio. El deterioro de la economía y su dependencia de los grupos que conforman el Frankestein para mantenerse en el poder parecen indicar indefectiblemente su derrota. Otra cosa bien diferente es que el desgaste y desprestigio del líder llegue a contaminar la marca de su partido de tal manera que se produzca un derrumbe a nivel municipal y autonómico.

Después de más de cuatro décadas de democracia, por mucho que algunos se empeñen en considerar que el votante español lo hace de manera mimética en todas las elecciones repitiendo la misma papeleta una y otra vez, yo estoy convencido que el factor humano es cada vez más decisivo y el votante discrimina y elige cada vez con menos prejuicios en cada votación. La dinámica negativa de una marca política puede perjudicar sin ninguna duda a un buen candidato con un buen programa, pero cada vez menos. Por eso la gran línea estratégica de García-Page en los próximos meses se basa en desmarcarse de una manera clara y rotunda de las decisiones más problemáticas del líder nacional de su partido, sobre todo aquellas marcadas por la agenda de sus socios de gobierno y de sus aliados.

El trabajo lógico de la oposición regional a Page es el de ponerle día tras día ante la contradicción que supone militar en el mismo partido de Pedro Sánchez. Ahí, el PP, hurga uno y otro día en la herida, y, un día y otro, García-Page se ve obligado a reaccionar con el peligro añadido de la reacción que provocará en sus propias filas y en el aparato del partido de la calle de Ferraz.

Emiliano García-Page tiene muy claro desde hace años donde están los grandes caladeros de votos de la región, como siempre lo tuvo Bono y como no tiene ninguna necesidad de buscarse aliados en los extremos ocupa con comodidad ese centro por el que también suspira la oposición.

Paco Núñez ha demostrado, en el tiempo que lleva al frente del PP regional, que tiene una capacidad de trabajo sustentada por una ilusión y un ánimo admirables. Cualquier otro político ante un adversario que reacciona una y otra vez ante un planteamiento táctico que parece sobre el papel impecable y le da la vuelta a su favor, se aburriría sin remedio. Núñez vuelve a la carga como si no pasara nada y convencido de que al final quebrará esa línea de defensa que ha resistido hasta ahora.

La última decepción de Paco Núñez ha sido ver como ante el pacto de Pedro Sánchez con los herederos de ETA para sacar adelante una Ley de Memoria que socava los cimientos de la legitimidad democrática de la Transición, Page promovía una ley regional a favor de las víctimas del terrorismo que le arrebataba cualquier argumento con Pedro Sánchez al fondo.