En Méntrida siete bodegas han alzado la voz contra la “catarata” de plantas de placas solares implantadas en campos de viñedos. Denuncian que casi el treinta por ciento del territorio acogido a la denominación de origen Méntrida ya está ocupado por las energéticas. A este paso el vino de Méntrida será una rareza en veinte años y un paisaje agrario tradicional se verá sustituido por una prolongación postindustrial de la periferia madrileña. Los campos de Méntrida a este paso serán engullidos en una manifestación más de nuevas actividades que ocupan las áreas periurbanas de la manera más “natural” del mundo.

Uno se pone en el lugar de un viticultor de Valmojado o Méntrida al que se le aseguran unas rentas muy por encima de lo que la viña le ha dado durante toda la vida y entiende su postura. En España, en Castilla-La Mancha especialmente, sobra un río de vino y esa es una de las causas, que no la única, de que el viticultor mediano o pequeño se aburra de trampear para seguir con la viña, un año sí y otro también, y ahí están los viticultores de la zona de Valdepeñas para demostrarlo cada inicio de vendimia ante los precios de la uva.

Méntrida, aparte de las bodegas y cooperativas de siempre, atrajo hace unos años a grandes bodegas, debido fundamentalmente a la calidad de unos caldos con los que se podía trabajar por precio de la uva y por el margen de mejora de calidad que prometían. Algunas, si no todas, lo han conseguido. Una parte significativa de los viticultores, sin embargo, no lo ha percibido así. Como en tantas producciones del campo, el que está en el origen de la cadena de producción siente que su situación es insostenible y por eso se agarra a un clavo ardiendo cuando aparece en el horizonte una actividad alternativa donde asegurar su precaria situación.

Las bodegas se quedan sin agricultores que quieran seguir con la viña y llaman la atención sobre el paisaje que se destruye, el mantenimiento de la biodiversidad, el modelo de vida comprometido con la transición ecológica y el desarrollo responsable de las energías renovables… Un discurso impecable que firmaría cualquier organización ecologista, pero que me temo convencerá a pocos viticultores acostumbrados a que lo que verdaderamente no es sostenible es su situación frente a los precios de origen. Aquí todos ecologistas, pero con unas rentas que le permitan vivir dignamente. En esto, bodegueros y agricultores de la DO Méntrida tienen mucho que reflexionar y dialogar si quieren seguir viviendo las dos partes.

Como deberán también ponerse a ello los poderes públicos en la faena de armonizar plantas de placas solares y actividad agraria. La Ley de Agricultura Familiar, que anuncia el consejero de Agricultura Francisco Martínez Arroyo, y una ley seria del Paisaje, pueden ser oportunidades que no hay que desaprovechar por ninguna de las partes en litigio.