Gracias al amigo Isabelo Herreros y a la asociación que preside, Talavera está, esperemos que para muchos años, ligada a don Manuel Azaña. Es uno de esos reencuentros felices e inesperados, entre un personaje y una ciudad que en su momento mantuvieron unas relaciones más que cordiales a través de un núcleo de hombres y mujeres de fe republicana. Ser republicano en aquellos años treinta del siglo pasado era ante todo creer en los principios de una democracia liberal, unos principios y un modelo que no gozaba entonces, ni mucho menos, del prestigio y auge de las fórmulas totalitarias que a izquierda y derecha prometían las soluciones fáciles que hoy han heredado los populismos.

La tragedia de los republicanos españoles, léase demócratas liberales como don Manuel Azaña, fue tener que luchar contra la deriva general del pensamiento político que abrumadoramente veía en el fascismo y el comunismo el futuro de aquella Europa en la que la democracia de Weimar o la Tercera República Francesa solo representaban un mundo viejo y fracasado.

Don Manuel Azaña nunca renegó de aquella definición en tres palabras que dio de sí mismo: “un español, un liberal, un burgués” y quizá por ello se vio zarandeado en un momento histórico en el que, como ahora, esas tres palabras no son precisamente muy populares. Se dice siempre que en los dos intentos republicanos en España se pretendió construir unas repúblicas sin republicanos. Si hoy cambiamos el adjetivo republicano por el de demócrata, se entenderá mejor. Por eso, abandonar un legado político como el de Manuel Azaña y dejarlo en manos de la izquierda es un error de la derecha, quizá por un complejo que como gran excepción supo romper José María Aznar en sus primeros años de gobierno.

Don Manuel Azaña es patrimonio de todos los que nos sentimos ante todo demócratas y enemigos de cualquier totalitarismo, por mucho que adopten esas fórmulas tapadas de los populismos actuales, y cualquiera que haya leído sus Diarios o sus discursos no tiene ninguna duda del trato que recibió en vida de sus pretendidos “amigos”.

Está muy bien que el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero haya presentado en Talavera, junto a Isabelo Herreros, la nueva edición, en la que los dos han colaborado, de “Retrato de un desconocido. Vida de Manuel Azaña”, la biografía escrita por su cuñado, Cipriano de Rivas Cherif, porque eso prestigia a Talavera y seguro que ayudará a que el pensamiento y la vida de don Manuel Azaña inspire a muchos jóvenes. Eso sí, de la misma manera que veía ayer a Zapatero rendirle homenaje, me gustaría que desde la derecha, sin ningún complejo, se reivindicara la figura de un español que es de todos. Recuerden todos aquellas otras tres palabras pronunciadas en el momento más trágico del último siglo de España: “Paz, piedad, perdón”.