La cosa pinta mal para la Vía Verde de la Jara. Tiene mal  apaño. El derrumbe en un tramo de trinchera y el aviso de ADIF de que por lo pronto y hasta que alguien quiera, la ruta queda clausurada, no anima al optimismo.

En realidad la historia de la Vía Verde de la Jara es la crónica de una muerte irremisiblemente anunciada casi desde el momento de su creación. Su certificación oficial ocurrió hace tres años, en octubre del año 2018, cuando se disolvió la Mancomunidad de la Vía Verde de la Jara con un agujero financiero del que nadie se ha hecho responsable y ADIF recuperó la propiedad y la gestión de una infraestructura que arrastra algo que se parece mucho a una maldición bíblica.

Según uno repasa noticias de hace trece años, la Vía Verde de la Jara iba a ser un camino que traería gentes, negocios y dinero para revitalizar una de las comarcas más olvidadas de la región. Hoy, desgraciadamente solo se puede ver como la historia de un derrumbe, ilustrado con las  imágenes de esos bloques de granito taponando la ruta. Las rocas invadiendo el camino del progreso y los vagones de tren que esperaban a los viajeros para alojarlos y darles de comer como se estila por esas tierras, vandalizados en la estación de Pizarrita, son hoy las imágenes de un fracaso al que nadie quiere apuntarse.

Y lo peor de todo no es el estado actual de las instalaciones, sino la constatación para muchos años de que por mucho dinero que se meta allí irá a un agujero que no servirá para revivir a un muerto. Se intentó una vez y nadie estuvo a la altura. En todo caso, las cosas se harán de otra manera pero para ello tendrá que pasar irremediablemente el tiempo. Es algo que desde el comienzo de su historia es inseparable de su desarrollo.

El ferrocarril Villanueva de la Serena-Talavera nació a destiempo e impulsado por alguien a quien había que borrar de la Historia en los años que siguieron. Los años finales de la dictadura del General Primo de Rivera era mal momento para comenzar una obra a diez años vista. Los dirigentes de la II República de izquierda, derecha y centro no la consideraron nunca un proyecto prioritario, y cuando en los años finales de los cincuenta el franquismo lo retomó, la dinámica de los nuevos tiempos económicos que empezaron a soplar, liquidó el sueño. Una línea de ferrocarril en la que los habitantes de la ruta nunca vieron los raíles de acero tendidos por ella. Tenían razón los que la llamaban la Vía del Hambre. No hay manera. Hay que joderse. Otra frustración más que añadir a su historia.