Ser un genio de la Sociología, de la Literatura, de la Medicina o de la Micología no necesariamente implica que uno valga para ser alcalde de su pueblo. Pensar lo contrario implicaría creer que a la Presidencia del Gobierno habría que acceder por concurso oposición similar al de notario o registrador de la propiedad. Algo de esto ocurre con algunos de los ministros de Sánchez.

No cualquiera es astronauta, aunque el conjunto de pruebas físicas, emocionales e intelectuales pasadas para trabajar en la NASA, no garantizan que el sujeto sea un membrillo en la cosa pública y un desastre como presidente de una Diputación. Lo del hellinero Castells es el último ejemplo del resultado de confundir el tocino con la velocidad.

El gran mérito de Manuel Castells, ha ironizado Julián Garde, es haber puesto a casi todo el mundo en contra de su Ley de Universidades, y a Emiliano García Page le ha faltado tiempo para darle la razón al rector de la UCLM.

Todo el mundo sabe que si Manuel Castells sigue aún como ministro de Universidades es porque forma parte de la cuota que impuso Podemos y sólo en Podemos reside el poder de removerlo en el cargo. No hay otro misterio. Pablo Iglesias le eligió y ahí le ha dejado a Sánchez una herencia que nadie se atreve a tocar. Los unos porque no es su ministro, los otros porque ya bastante tienen con que el chiringuito después de Pablo Iglesias no se les venga encima. Si el prestigioso sociólogo Castells hubiera estado en la cuota de Sánchez a estas horas estaría dictando conferencias en alguna de esas universidades que aún no se han enterado de las pifias del profesor cuando se metió a ministro.

La mayor aportación de Castells Oliván a la universidad española será, si el sentido común y Pedro Sánchez no lo remedian, que el nombre del Jefe del Estado del Reino de España no figure en lo alto de los títulos que la universidad correspondiente expida, lo cual, la verdad, a la vista de los presuntos y futuros firmantes, no le consuela a uno ni mucho menos. A nadie se le ocurriría preguntarse por la competencia profesional de  alguien con un título de Medicina encabezado por el nombre de Juan Carlos I o Felipe VI, aunque a lo peor le entrarían todas las dudas del mundo con uno encabezado por el inefable Castells.

Cada vez que aparece Castells con alguna de las suyas me viene a la memoria la definición que alguien hizo del respetado diplomático, intelectual y ensayista don Salvador de Madariaga, metido a político: “Tonto en cinco en idiomas”. Todo el mundo de acuerdo en sus méritos.