Buenos Humos

El Juli y su ángel de la guarda de Albacete

4 marzo, 2020 00:00

Hace unos días, el torero madrileño Julián López El Juliha reunido en su finca de Arganda del Rey a un puñado de toreros y de muchachos de su escuela taurina. Se trataba de pasar un día de campo en el que las clases prácticas de maestros a alumnos son el eje de la jornada. Pero además, El Juli a través de la fundación y la escuela taurina que lleva su nombre, pretendía dar un homenaje a todos los cirujanos taurinos, que tarde tras tarde y desde la plaza de toros del pueblo más humilde, a las grandes plazas, velan por su integridad física.

El homenaje iba dirigido a todos los profesionales de la medicina y la cirugía integrados en la Sociedad Española de Cirugía Taurina, representados por tres de los más prestigiosos, como son los doctores Máximo García-Padrós, cirujano jefe del equipo de Las Ventas, Carlos Val-Carreres de la plaza de Zaragoza y Pascual González-Maeegosa de la de Albacete. Tres primeros espadas, por las manos de los cuales han pasado en momentos críticos la mayoría de los toreros del escalafón actual. Y para testimoniarlo ahí estaban también los toreros Gonzalo Caballero y Javier Cortés, dos de los pacientes de la última temporada. No faltó tampoco el homenaje y el recuerdo para el desaparecido doctor don Enrique Alcorta, uno de los componentes del equipo de Las Ventas y que desde sus comienzos como becerrista atendió a Julián López.

La cirugía taurina es una especialidad única. Los médicos que la ejercen se encuentran con un tipo de heridas que raramente se ven fuera del ámbito taurino, y que sin embargo han sido fundamentales, como la cirugía de guerra, a la hora de enfrentarse a una de las plagas de la sociedad actual, como es la de los accidentes de tráfico. Muchos de los avances que se han dado en ese campo y la forma de abordar situaciones límite provienen de los quirófanos de las plazas de toros y sólo hay que repasar las grandes cogidas de la última temporada para comprobarlo. Verdaderos milagros. No es extraño que los toreros les llamen sus ángeles de la guarda.

Y sin embargo, con todas las mejoras y avances que se han producido en este campo, con los quirófanos y ucis móviles en cualquier festejo, la sombra de lo inevitable siempre planea cuando se produce una cogida. Joselito El Gallo, Manolete, Sánchez Mejías, se dice, no hubieran muerto hoy… al Yiyo, a Montoliu, a tantos otros, ni el mejor de los cirujanos les hubiera salvado. La fatalidad, el destino, la muerte y la vida, por encima de la ciencia y de la entrega de estos profesionales de la vida, son componentes inseparables de la fiesta.