Todo comenzó un ocho de marzo como en El cuaderno gris de Josep Pla: “1918. 8 de marzo.- Como hay tanta gripe han tenido que clausurar la Universidad. Desde entonces. Mi hermano y yo vivimos en casa, en Palafrugell, con la familia. Somos dos estudiantes parados. A mi hermano, que es un gran aficionado a jugar al fútbol –a pesar de haberse roto ya un brazo y una pierna- lo veo solamente a las horas de comer. Él hace su vida. Yo voy tirando. No añoro Barcelona y menos la Universidad. La vida de pueblo, con los amigos que tengo aquí me gusta.”

Recupero aquí lo que escribí tras una de las relecturas del Cuaderno Gris. Ahora es un buen momento para volver a leerlo.

Convertido en propietario rural, Josep Pla, recluido en el Ampurdan, años después de acabar la Guerra Civil, vivió dedicado a la elaboración de sus Obras completas. En El Cuaderno Gris recupera, con prosa clara y amena, su pasado, añorando su juventud pero también el modo de vida anterior al conflicto bélico.

El Cuaderno Gris es el primer tomo de la obra completa que publicó Destino en 1966, al año siguiente, recibió el premio de la crítica Serra D´Or.

Espasa Forum publicó en el año 2001 El Cuaderno Gris en un volumen que incluía notas dispersas con el titulo Dietarios I. La traducción la realizaron Dionisio Ridruejo y Gloria Ros. El sugerente prólogo corre a cargo de Arcadi Espada y Xavier Pericay.

En el prólogo se afirma que la de Plá “es una literatura de obsesiva observación de los hombres y lugares”. El propio autor deja constancia de su absoluta identificación con este diario al afirmar “Evidentemente quizá ya sería hora de abandonar estos lamentables y pueriles cuadernos (…) Pero es un hecho que me cuesta dejarlos. El primer interés que tienen estos papeles para mi es que, probablemente, no se publicarán nunca (…) Estos papeles me aburren y me fastidian, pero hago un esfuerzo para mantenerlos al día, porque sólo cuando me encaro con el cuaderno me encuentro a mi mismo (…) Este papelerío está escrito en un estilo demasiado natural y abandonado (…) Las líneas que escribo aquí cada día me resultan tan vitalmente necesarias como el respirar” página 367 y siguiente.

El libro, escrito a modo de diario cuenta la vida del joven escritor desde 1918 hasta 1919, sus últimos años de estudiante de Derecho en la capital catalana. La primera parte se desarrolla en su totalidad en su ciudad natal, Palafrugell, mientras que el año 19 tiene casi por único escenario la vida universitaria de Barcelona.

El autor juega en todo momento con el tiempo, en ocasiones la historia se narra en presente, en otros momentos aparece la reflexión del hombre maduro que escribe con añoranza de un paisaje, de unos hombres y mujeres ya desaparecidos y con ellos todo un modo de entender la vida. Esta añoranza no convierte su lectura en un libro melancólico, todo lo contrario, es la vida palpitante la que pasa ante nuestros ojos con la fuerza y agilidad de un joven de 21 años, esa fuerza es un estallido de sensualidad. Palafrugell y su paisaje encarnan esa sensualidad al evocar el olor a mar, a tierra mojada, el sabor del vino y los guisos, los sonidos del garbí o el bullicio de las Ramblas, las calles empedradas, o la belleza de las mujeres “de presencia autentica”. Toda la obra rezuma la pasión por la vida del autor.

Desde las primeras líneas uno se siente seducido por esta misma pasión, a la vez nos preguntamos dónde acaba la memoria y comienza la ficción o viceversa. Cualquier página de este libro nos abre la puerta al aire fresco del paisaje gerundense, a los quehaceres de sus gentes sin convertirse en un libro costumbrista tópico. Para Pla, escribir debía consistir en “limitar, concretar, precisar”, esta claridad no resta sentido lírico a su prosa.

Es cierto que en Europa se acababa una guerra, que Cataluña y el resto de España se agitaban en un creciente malestar social, en Rusia triunfaba una revolución, pero al autor maduro que escribe no le interesa profundizar en esto, lo nombra porque el realismo de su obra así lo exige pero no es el objeto del libro, sólo desea mostrarnos su universo.

De forma aparentemente caótica introduce reflexiones sobre diversos temas como la crítica a otros autores, la muerte, la pedagogía, etc. Estas reflexiones nos muestran al Pla amante de las tertulias, gran conversador, sus reflexiones convierten al lector en un contertulio más, abriéndose una especie de dialogo cómplice entre autor y lector.

Por último hay que resaltar el humor planiano. Cada recuerdo está salpicado de este humor, siempre irónico nunca sangrante, podría establecerse relaciones con otros escritores contemporáneos como los ensayistas Julio Camba, Gómez de la Serna o el dramaturgo Jardiel Poncela. Sin abrir heridas, en ocasiones su humor escuece. Es el humor de un hombre escéptico pero, a su pesar, apasionado e ingenuo.

Seguro que cualquiera que lo lea tiene muchas otras cosas que decir.

Josep Pla. El cuaderno Gris. Ediciones Destino. Biblioteca año Pla, 1997. 804 páginas.